Católica Austria
11 de septiembre.- Atendiendo a la sugerencia de Luisru, hablaré hoy de la católica Austria.
Antes de hacerlo debo decir que, debido a la huella que, en los cincuenta y primeros sesenta, dejaron las películas a propósito de la emperatriz Isabel, y de las experiencias de la propia población austríaca durante los años últimos de la dictadura española, los indígenas están convencidos de que nuestro país es catoliquísimo y la última reserva espiritual que le queda a Europa. De ahí que se hagan cruces, por ejemplo, al ver las leyes que el gobierno actual ha aprobado recientemente (aborto, divorcio, matrimonio homosexual) con el amable viento de las encuestas a favor.
Y se sorprenden mucho más cuando yo les cuento que, en España, las iglesias están vacías, los seminarios se cierran, y el culto se sostiene debido a las viejis (fuente que se va extinguiendo por ley de vida natural) y por la afluencia de ciudadanos sudamericanos. Cuando oyen esto, los austríacos alucinan mucho y me piden que les dé más detalles.
Yo pienso que el divorcio entre la iglesia católica y los españoles ha sido un proceso paulatino del que la iglesia ha tenido gran parte de la culpa. La iglesia católica empezó la transición muy bien colocada pero, simplemente, no supo adaptarse a la revolución copernicana que han experimentado las opiniones del gentío. Particularmente en lo que a la moral sexual y amorosa se refiere. Esto, unido al envejecimiento imparable de sus cargos y a la falta de cantera, ha hecho que la iglesia se encuentre en unas posiciones ideológicas definitivamente alejadas de lo que pensamos el común de las gentes que andamos por la calle.
No hace mucho, por ejemplo, me reía yo con un excompañero de trabajo (bueno, ya hace dos años) por unas declaraciones del cardenal Rouco Varela (año 2005) que parecían sacadas de otros tiempos. Decía el cardenal, suponemos que apoyado en evidencias fehacientes, que “Madrid es la ciudad de Europa en donde más se fornica”. Con gentes que dicen estas cosas, que utilizan el verbo “fornicar” –que la mayoría de los adolescentes de ESO no sabe ni qué significa ni menos de dónde viene- la iglesia lo lleva clarinete.
Pero me pierdo: hablemos de Austria.
Primeramente, algunas nociones. La iglesia católica es la confesión mayoritaria del país pero, como cualquier otra religión, debe adaptarse a lo que rige para todas.
La cosa funciona así: cuando tú vas a empadronarte por primera vez, el funcionario te pregunta: ¿De qué religión es usted? Y uno contesta lo que le parece.
Estos datos son pasados a las diferentes confesiones junto con el montante de tus ingresos, y tú tienes la obligación de darle a la religión de tu elección un uno por ciento de tus jEuros. Como mejor te venga. Bien de una vez, o bien en cuatro cómodos plazos. Muy razonable, como puede verse.
¿Y puede uno elegir no financiarle más papamóviles a Vienedicto? Puede. No hay más que decirle al funcionario: oiga, que es que yo soy agnóstico. Y entonces el funcionario te pondrá en la casilla correspondiente y aquí no habrá pasado nada.
Dicha confesión oficial de agnosticismo se puede hacer en cualquier momento. O sea, que uno que sea católico y le financie los papamóviles a Viene(dicto), puede ir ahora mismo al registro (oficina correspondiente del distrito donde vive) y decirle al funcionario: oiga, que me borre. Y el funcionario le borra, y esa persona humana deja de recibir enojosas cartas y llamadas (son más lestig que las moscas) para que afloje la guita.
Dicho sistema de financiación, a la par que razonable, hace que no haya peleas (caso de España con el famoso concordato con la Santa Sede que tantos dolores de casco le ha dado a la ministra Fernández de la Vega) y que nadie trate de chupar de la teta del Estado más de lo que su auténtica base social le aporta.
Naturalmente, este estado de cosas provoca situaciones que son curiosas desde el punto de vista de un español. Por ejemplo, la iglesia se ve obligada a comportarse como un sujeto más en el mercado y, como tal, a hacer campañas de marketing como si fuese la Coca-cola. Tiene su propia página web (www.stephanscom.at) y pone unas vallas curiosas en las calles animando a la gente a que suelte el óbolo (jEuro). U ofreciendo novedosos servicios, como los sermones del papa por SMS -esto es verídico de la verdad de la buena-.
Actualmente, la iglesia austríaca goza de una consideración pública razonable si tenemos en cuenta que es el segundo propietario inmobiliario de Austria después del Estado, pero hace unos años hubo varios escándalos seguidos que mermaron mucho su crédito. El más sonado fue el que involucró a todo un seminario, de Graz, creo recordar, en el que los educandos se dedicaron a hacer guarreridas sesuales entre ellos cámara de video por medio. Dichas imágenes trascendieron, claro, y los alegres seminarisas fueron el hazmerreir público y razón de gran cabreo para sus superiores.
De todas maneras sospecho que la consideración que la iglesia le merece a los austríacos está muy determinada por la propia distribución demográfica del país que, como he dicho ya en otras ocasiones, condiciona muy mucho la distribución del posicionamiento político de las gentes. En las ciudades grandes, mayoritariamente gobernadas por la izquierda, la iglesia católica es una fuerza más, respetada, por cierto (aquí no es raro ver a un cardenal haciendo entrevistas en la tele como si tal cosa) en tanto que en los pueblos pequeños, la situación podría acercarse más al tema Antiguo Régimen (no me refiero al del abuelito Paco, sino al de antes de la Revolución Francesa). Aunque de esas situaciones no puedo hablar por experiencia personal porque, como es lógico, voz conociendo más la sociedad vienesa.
En cualquier caso, hay algo en que la iglesia austriaca le gana a la española: en las ciudades de aquí siguen sonando las campanas. En Madrid, por ejemplo, hace ya mucho que no.
Antes de hacerlo debo decir que, debido a la huella que, en los cincuenta y primeros sesenta, dejaron las películas a propósito de la emperatriz Isabel, y de las experiencias de la propia población austríaca durante los años últimos de la dictadura española, los indígenas están convencidos de que nuestro país es catoliquísimo y la última reserva espiritual que le queda a Europa. De ahí que se hagan cruces, por ejemplo, al ver las leyes que el gobierno actual ha aprobado recientemente (aborto, divorcio, matrimonio homosexual) con el amable viento de las encuestas a favor.
Y se sorprenden mucho más cuando yo les cuento que, en España, las iglesias están vacías, los seminarios se cierran, y el culto se sostiene debido a las viejis (fuente que se va extinguiendo por ley de vida natural) y por la afluencia de ciudadanos sudamericanos. Cuando oyen esto, los austríacos alucinan mucho y me piden que les dé más detalles.
Yo pienso que el divorcio entre la iglesia católica y los españoles ha sido un proceso paulatino del que la iglesia ha tenido gran parte de la culpa. La iglesia católica empezó la transición muy bien colocada pero, simplemente, no supo adaptarse a la revolución copernicana que han experimentado las opiniones del gentío. Particularmente en lo que a la moral sexual y amorosa se refiere. Esto, unido al envejecimiento imparable de sus cargos y a la falta de cantera, ha hecho que la iglesia se encuentre en unas posiciones ideológicas definitivamente alejadas de lo que pensamos el común de las gentes que andamos por la calle.
No hace mucho, por ejemplo, me reía yo con un excompañero de trabajo (bueno, ya hace dos años) por unas declaraciones del cardenal Rouco Varela (año 2005) que parecían sacadas de otros tiempos. Decía el cardenal, suponemos que apoyado en evidencias fehacientes, que “Madrid es la ciudad de Europa en donde más se fornica”. Con gentes que dicen estas cosas, que utilizan el verbo “fornicar” –que la mayoría de los adolescentes de ESO no sabe ni qué significa ni menos de dónde viene- la iglesia lo lleva clarinete.
Pero me pierdo: hablemos de Austria.
Primeramente, algunas nociones. La iglesia católica es la confesión mayoritaria del país pero, como cualquier otra religión, debe adaptarse a lo que rige para todas.
La cosa funciona así: cuando tú vas a empadronarte por primera vez, el funcionario te pregunta: ¿De qué religión es usted? Y uno contesta lo que le parece.
Estos datos son pasados a las diferentes confesiones junto con el montante de tus ingresos, y tú tienes la obligación de darle a la religión de tu elección un uno por ciento de tus jEuros. Como mejor te venga. Bien de una vez, o bien en cuatro cómodos plazos. Muy razonable, como puede verse.
¿Y puede uno elegir no financiarle más papamóviles a Vienedicto? Puede. No hay más que decirle al funcionario: oiga, que es que yo soy agnóstico. Y entonces el funcionario te pondrá en la casilla correspondiente y aquí no habrá pasado nada.
Dicha confesión oficial de agnosticismo se puede hacer en cualquier momento. O sea, que uno que sea católico y le financie los papamóviles a Viene(dicto), puede ir ahora mismo al registro (oficina correspondiente del distrito donde vive) y decirle al funcionario: oiga, que me borre. Y el funcionario le borra, y esa persona humana deja de recibir enojosas cartas y llamadas (son más lestig que las moscas) para que afloje la guita.
Dicho sistema de financiación, a la par que razonable, hace que no haya peleas (caso de España con el famoso concordato con la Santa Sede que tantos dolores de casco le ha dado a la ministra Fernández de la Vega) y que nadie trate de chupar de la teta del Estado más de lo que su auténtica base social le aporta.
Naturalmente, este estado de cosas provoca situaciones que son curiosas desde el punto de vista de un español. Por ejemplo, la iglesia se ve obligada a comportarse como un sujeto más en el mercado y, como tal, a hacer campañas de marketing como si fuese la Coca-cola. Tiene su propia página web (www.stephanscom.at) y pone unas vallas curiosas en las calles animando a la gente a que suelte el óbolo (jEuro). U ofreciendo novedosos servicios, como los sermones del papa por SMS -esto es verídico de la verdad de la buena-.
Actualmente, la iglesia austríaca goza de una consideración pública razonable si tenemos en cuenta que es el segundo propietario inmobiliario de Austria después del Estado, pero hace unos años hubo varios escándalos seguidos que mermaron mucho su crédito. El más sonado fue el que involucró a todo un seminario, de Graz, creo recordar, en el que los educandos se dedicaron a hacer guarreridas sesuales entre ellos cámara de video por medio. Dichas imágenes trascendieron, claro, y los alegres seminarisas fueron el hazmerreir público y razón de gran cabreo para sus superiores.
De todas maneras sospecho que la consideración que la iglesia le merece a los austríacos está muy determinada por la propia distribución demográfica del país que, como he dicho ya en otras ocasiones, condiciona muy mucho la distribución del posicionamiento político de las gentes. En las ciudades grandes, mayoritariamente gobernadas por la izquierda, la iglesia católica es una fuerza más, respetada, por cierto (aquí no es raro ver a un cardenal haciendo entrevistas en la tele como si tal cosa) en tanto que en los pueblos pequeños, la situación podría acercarse más al tema Antiguo Régimen (no me refiero al del abuelito Paco, sino al de antes de la Revolución Francesa). Aunque de esas situaciones no puedo hablar por experiencia personal porque, como es lógico, voz conociendo más la sociedad vienesa.
En cualquier caso, hay algo en que la iglesia austriaca le gana a la española: en las ciudades de aquí siguen sonando las campanas. En Madrid, por ejemplo, hace ya mucho que no.
4 comentarios:
No sé qué decir, Paco. Eres mejor que la Wikipedia, hijo. Me he quedado sin palabros. En lo referente a la iglesia de Austria puedo decirte que, hace unos añitos, se destapó un caso de abusos sexuales por parte de un párroco a un niño con problemas psíquicos y se montó un pollo de cuidado. Si te preguntas el motivo por el cual lo sé... sí: es lo que estás pensando. Fue tu vecino quien descubrió el pastel. Ni qué decir tiene que es totalmente agnóstico y contrario a la iglesia, la cual no pisa ni jarto de vino. Se ve que puso de culo con ella a raíz de sus diez añitos en un internado católico. ^^ Yo sí que soy más schwer que las moscas. =P
qUÉ COSAS, MUY INTERESANTE
Pues muchas gracias por este esclarecedor post. la página de la iglesia austriaca mola, la verdad es que lo flipé cuando vi que en el Stephansdom (¿se escribe así?) habían instalado una tienda de souvenirs. Pero no fuera, no. ¡En una capilla!
Y es verdad que tocan las campanas, bien que oíamos las de la iglesia de Mariahilfe desde el hotelito.
Buenas!
Muy bueno el post de hoy! Hace tiempo que a mí también me ronda escribir sobre la iglesia católica en Austria, porque el tema da para mucho.
Totalmente de acuerdo en lo de las campanas. En especial los domingos y fiestas de guardar parece que los campaneros de las 800 iglesias que hay en la ciudad hagan una competición! Y teniendo en cuenta que empiezan a darle al tema puntualmente a las 7 de la mañana (domingos y fiestas de guardar, no lo olvidemos) pues uno se despierta con pensamientos no especialmente píos...
Por cierto, si mal no recuerdo, el escándalo de las guarreridas sesuales en el seminario fue en Sankt Pölten, no en Graz. Aunque puedo estar equivocado.
También es interesante el tema de trabajar en domingo. Una vez se me ocurrió preguntarle a un florista del mercadillo de los sábados si el domingo también estaría (St. Jordi cayó en domingo y quería ver si podría conseguir una rosa...). El tipo me dijo que de ningún modo, y cuando yo ya me iba me espetó un "los domingos son para ir a la iglesia" con unos malos modos más bien poco católicos. Me imagino a cualquier vendedor ambulante de cualquier mercadillo español respondiendo eso y... en fin.
A pesar de todo, sigo teniendo que aguantar bromitas sobre la Katholischesland Spanien...
Un abrazo!
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