Salón de té en el suburbio vienés de Briggitenau (foto: standard)

Radio escucha que te escucha
Vientos del pueblo me llevan, /vientos del pueblo me arrastran,


2 de octubre.- Hoy, la noticia de todas las portadas es que un bosnio que no tenía todas las tazas en el armario (manera austríaca de decir que estaba como una cabra) fue detenido por la policía ayer con una mochila llena de granadas de mano con las que tenía la intención de cargarse a la embajadora estadounidense en Austria.
Los chicos de la prensa han hecho énfasis en dos hechos: a) que el bosnio estaba desequilibrado (han utilizado para referirse a su estado mental el adjetivo lábil que, aunque poco usado, también existe en español) y b) han mencionado que el bosnio llevaba en el mochilo el libro de oraciones coránicas que forma parte del pret-a-porter de cualquier terrorista que se respete.
Nos detendremos en el aspecto b) de la cuestión, hoy que hacemos recuento de lo que ocupa los encéfalos indígenas.
Y es que, queridos lectores, en Austria, estos días, se habla mucho de integración. Los aborígenes, a través de sus telediarios , de sus programas debate, y de sus periódicos (serios, el Österreich no cuenta) han puesto sus barbas a remojar (despues de ver el brutal pelado sufrido por las de otros ciudadanos europeos) y se están haciendo esta pregunta: nosotros, que somos receptores de inmigrantes. ¿Qué podemos hacer para facilitar la integración y que no les dé por la bomba y el atentado mortal?
Por supuesto, esta pregunta obedece a ese espíritu austríaco, que a ti y a mí nos apasiona, de hacer de la necesidad, virtud. Yo creo que ahí está el secreto del éxito de este país que me acoge. Claro está que también existe una parte de la población con el cerebro más acorchado (como siempre, Strache y sus palmeros) que no están dispuestos a ceder ni un milímetro en sus posiciones y que, dispuestos a caldear el tema social para atraerse a la facción más fas...digo, conservadora del electorado, incluso convocan manifas antiárabes en lugares periféricos. Barrios extrarradiales en donde saben que van a tener una acogida más favorable. Nuestro amigo HC Strache, dentro de esta estrategia de sacar a la calle los alazanes del miedo, convocó una marcha hace unos días en el bonito suburbio de Brigittenau, marco incomparable de pureza sin igual (según él) en el que la municipalidad ha dado permiso para instalar un centro islámico. HC Strache, abandonó por unas horas su sonrisa profidént (una sonrisa helada que raras veces le sube a los ojos azules) para capitanear a una pandilla de ciudadanos tan asustados como furiosos, que decían pretender evitar que su barrio amado se convirtiese en un centro de formación de Mujhaidines.
Y es que, amigos míos, minaretes sí, minaretes no: esa es la gran pregunta.
Pero como no hay una de cal sin que haya una de arena, la sociedad austríaca se encuentra con el corazón encogido por el caso de una adolescente de origen yugoslavo cuya familia disfrutaba de asilo en Austria. Las condiciones del asilo han terminado y toda la familia debe volver a marchar a su país (según el confuso relato que yo escuché ayer en el Zeit im Bild). La muchacha se encuentra desaparecida y dice que, como su familia se tenga que ir de Austria, se suicidará para que su muerte recaiga sobre las conciencias de los patrocinadores de normativa tan cruel.
Los vecinos de la familia asilada han recogido firmas (hasta ahora, lamentablemente, sin resultado) y el alcalde de su pueblo salió ayer en la tele llevándoles cestas de fruta como regalo de despedida. Para toda la comunidad, es una injusticia que clama al cielo que estas personas, inmigrantes que están absolutamente integrados en la sociedad, tengan que salir del país, mientras –piensan ellos- hay tanto chorimangui por ahí que vive del erario público y al que las leyes tratan con papel de fumar en los dedos(esta segunda parte no se dice, pero está implícita, claro). Y es que, en este espinoso tema, los nervios están a flor de piel, y siempre parece que, del lado del inmigrante malo, el cesped crece más verde y lujurioso.
La situación es explosiva, claro. Porque ya hay otro adolescente que se ha echado al monte (un chavalín) por un caso parecido.
¡Y pensar que lo más rebelde que se les ocurría a la pandilla de Verano Azul era hablar al revés y llamarle a Barrilete Telerriba!
Vamos, con la mitad de una cosa de estas, Mercero hacía una serie que dejaba a Chanquete a la altura de Cruz y Raya.*
*(Soy consciente de que el caso es grave, pero es que los medios austríacos lo están tratando con un tono melodramático digno de la peor Nieves Herrero)

3 comentarios:

tonicito dijo...

Pues sí, hoy el periódico local nos trae noticias no sólo de la adolescente huida, sino también de cuatro o cinco familias igualmente rotas por la Fremdenpolizei. Como dice el editorial de las Salzburger Nachrichten, una cosa son los extranjeros, entendidos así como masa anónima, con tendencias a aprovecharse del sistema y/o quitar puestos de trabajo al indígena, y otra cosa es el vecino extranjero, el que nos arregla el coche, el que nos vende la bosna, el que nos viene a limpiar la casa, el que tiene un rostro, nombre y apellidos, y una familia.

Por un lado mierda para el extranjero que no se quiere integrar. Por el otro expulsamos al extranjero que sí está integrado. Tema complicado éste, como bien quedó demostrado ayer con los sudores del ministro del Interior intentando esquivar las fintas de Armin Wolf en el ZIB2.

Y a propósito Zeit im Bild, ayer vi el documental sobre las cartas bomba de Franz Fuchs, y me horrorizó comprobar que el fondo, el plató, la tipografía, todo, no ha cambiado como mínimo en los últimos diez años (!!!) ¡Ahora comprendo por qué dicen que la ORF está urgentemente necesitada de reformas! :D

Un abrazo!

Paco Bernal dijo...

La verdad es que con todos las cosas pasa igual: es muy difícil odiar a quien se conoce. Por eso la gente es capaz de matar en las guerras: es mucho más fácil cargarse un bulto que se mueve que cepillarse a un señor con quien uno se ha tomado un café (a no ser que uno esté como un cencerro, que de todo hay, claro).
Partamos de la base de que un señor que, como tu dices, te arregla el coche o te vende una bombona de butano, ya deja de ser un extranjero. Para ser una persona con una biografía. Un ser con el que te puedes identificar. Cuántas historias de seres como tú y como yo naufragan cada día en las Canarias, o en el estrecho, o en tantas partes. Son gente que, sin ánimo de hacer ninguna demagogia, buscan un futuro mejor para sus hijos y, por qué no, una vida mejor para ellos mismos. Este caso incide directamente en qué estamos haciendo con el mundo (bueno, lo de siempre: porque el ser humano para algunas cosas es de una asombrosa regularidad)...En fin...
Un abrazo!

Anónimo dijo...

Uix... iba a comentar la entrada pero es que ya lo habéis dicho todo (y very good, por cierto). Coincido con ambos: es un tema peliagudo y de difícil solución. Lo de la "familiaridad" es algo totalmente cierto: el otro día estaba en la peluquería a la que voy (de barrio, con una peluquera majísima, que es un hervidero de historias muy interesantes) y había un chico rumano que me contó su historia personal y me hizo reflexionar sobre muchas cosas. Majísimo, educadísimo, con formación, cultura y hablando varios idiomas (inglés, alemán, español, un poco de catalán y creo que algo de francés) pero con los problemas típicos que os podéis suponer. No me las daré de santa: he tenido mis brotes racistas (por así decirlo), pero soy capaz de empatizarme con los que vienen a ganarse el pan. Eso sí: la integración es importante (no sólo en este caso sino en todos). Si yo me voy a vivir a Londres, haré todos los esfuerzos posibles por integrarme y seguir las normas y costumbres establecidas y no empezaré a reivindicar las mías en plan "do it my way o me enfado y no respiro".

Un apunte: me encanta Armin Wolf. ¡Vaya que sí! Y lo de la Neue ORF, por lo que he leído en Internet en forma de 'la voz del pueblo', ha sido un fracaso. Pero bueno... aquí también criticamos TVe porque 'la pagamos con nuestros impuestos'. Es normal, supongo. Pero echando una ojeada a la programación (en revistas y periódicos austríacos que tengo por aquí para estudiar alemán) la programación parece estar bien. O es que yo no me entero.

Besitos molones. Jeje.