Juego de niños
Niño pequeño, aparecido,/ que no viniste y que llegaste,/ te contaré lo que tenemos/ y tomarás de nuestra parte

22 de Enero.- Poca gente fuera del ámbito de habla alemana sabe que los comics fueron inventados en Hannover. El antepasado más lejano de Ibañez del que se tiene noticia se llamaba Wilhelm Busch, y aparece en este daguerrotipo.

En la página http://www.wilhelm-busch-seiten.de/ me he enterado de su biografía de la que extraigo algunos greitest hits: el señor Busch nació en 1832 en una familia de la burguesía pobre de Hannover. Ya en 1841, a los nueve años de su tierna edad, tuvo que dejar la casa paterna debido al nacimiento de su hermano Otto,que le dejó sin sitio (!). Fue acogido por un pastor hasta que en 1847 hizo el examen para la escuela politécnica, porque su padre quería que fuese comerciante como él. Pero el joven Wilhelm ya tenía claro que lo suyo era la pintura. Tras una estancia corta en la Academia de Bellas Artes, se puede decir que, providencialmente, el joven Wilhelm enfermó de fiebres tifoideas en el año 1853. El largo periodo de inactividad le llevó a recoger canciones y dichos que, más tarde, le serían muy útiles. Porque, en 1865 publicó su primera historieta con los personajes que le hicieron famoso: Max y Moritz. Dos chavales traviesos a los que debe una fama que, aunque pálida, todavía perdura.
He aquí a los chavalitos en cuestión:
El bueno del señor Busch no se casó nunca, y en su biografía sólo se habla de una amiga querida, una tal Johanna Keßler. Lo que sí se sabe es que fue un hombre de buen corazón, pues a la muerte de su cuñado acogió a su hermana y a sus sobrinos, a los que crió como a sus propios hijos.
Busch murió en 1908 a la edad de 62 años.
Pero más antigua aún es la historia del Struwwelpeter, escrita por el doctor Heinrich Hoffman allá por la navidad de 1844. El doctor Hoffman buscaba un libro que regalarle a su hijo Karl, que tenía tres años. Y como no encontró nada de su gusto, se lo hizo él mismo (apañadísimo que era él). En el ejemplar que hoy me han regalado (de ahí el post) vienen juntas las historias de Max y Moritz y las del Struwwelpeter (El despeinado Peter?).
El libro cuenta una serie de historias moralizantes en verso, escritas por el propio doctor Hoffman y que, incluso (me entero por la wikiwiki que todo lo sabe) han sido objeto de interpretaciones psicoanalíticas. Entre estas sesudas historias con las que el doctor Hoffman quiso entretener a su hijo Karl, está la de la niña que se quemó por abusar de los fósforos:

O la del propio despeinado peter, que aparece en esta otra:
Que llegó a semejante estado debido a su negativa a cortarse el pelo y las uñas (como el rey Felipe V al final de sus días, por cierto).
Todas las historias (que he devorado en el autobús, camino de casa) destilan un encanto antiguo y nada estirado, que se conserva fenomenal a pesar de los casi 200 años pasados y son deliciosas de leer (aún con mi alemán paticojo).
El doctor terminó su libro con esta poesía que traduzco libremente:
Wenn die Kinder artig sind,
kommt zu ihnen das Christkind;
wenn sie ihre Suppe essen
und das Brot auch nicht vergessen,
wenn sie ohne Lärm zu machen,
still sind bei den Siebensachen,
beim Spaziergeh´n auf den Gassen
von Mama sich führen lassen,
bringt es ihnen Gut´s genug
und ein schönes Bilderbuch

Si los niños son buenos
Viene a verles Papá Noel;
Si se comen la sopa
y el pan, no hay que olvidarlo.
Si cierran sin ruido
Y están tranquilos en casa,
Y si paseando por la calle
Van de la mano de mamá
Todo ello les hace bien
Y les hace merecer un bonito cuento.

(Amen)

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