Taxistas improvisando una partidita de cartas en la estación de Chamartín (foto del autor)

Canto de amor a España
fue más divina cuanto más humana/ y más humana cuanto más divina.

3 de Enero.- Bueno, pues ya se me acaba esta semana en España. Justo en el momento en el que empiezo a disfrutar.
Siempre me pasa igual. Los primeros días ando muy agobiado, porque tengo muy presente que vengo por un tiempo limitado, y eso me hace estar nervioso y verlo todo negro. Que si ya no conozco mi país, que hay que ver lo que ha cambiado todo, que la gente habla alto, que si la bachata infinita, que si la conversación duradera, que si todo me molesta, que si me siento un marciano…O sea, que me vuelvo un pupas. La sensación se me va pasando gracias a la oleada de afecto que me envuelve; a los encuentros con la gente que me hace el favor de no olvidarse de mí. A la familia, que está ahí pase lo que pase (ahora, aumentada en un miembro más, cuya presencia lo hace todo más burbujeante). Lo que sí es cierto, y tengo que aceptarlo, es que, cada vez más, soy un ser mixto, aunque eso de que “no se es de ningún sitio” es una trola. Yo soy, he sido y seré siempre español. Con lo bueno y lo malo que eso conlleva. La misión nuestra es procurar que lo bueno prevalezca sobre lo malo, aunque no siempre sea así.
Me fastidia, sin embargo que, debido a este vínculo tan profundo que me une a mi tierra, sea incapaz de tener la mirada fresca sobre ella que tengo sobre Austria y que podría resumirse como que la realidad pesa más aquí que allí. Es una sensación curiosa (que tengo comprobado que asalta a otros expatriados) de que la realidad austriaca es más ligera. Como hecha de madera de balsa. Los golpes son menos golpes (un poco como los porrazos que se dan las marionetas en los teatrillos con los garrotes de corcho) y todo es más fácil porque uno se siente más ligero.
Ayer, un amigo muy querido me preguntaba por cosas que me habían gustado al llegar a España. Y la verdad es que no me extendí demasiado en la enumeración. Porque una cosa es el país que yo quisiera encontrar (y que, cada vez, se parece más a Austria) y otra el que es. En relación a mi país se me ha borrado de la mente una de las ideas que yo repito con más insistencia a otros: para querer a alguien hay que quererle, sobre todo, por sus defectos.
Por eso quiero terminar este post haciendo un canto de amor a mi país a través de imágenes hermosas que he visto: el cielo de mi tierra, tan azul, tan puro y tan limpio. La risa espontánea de la gente. La fineza constante de las personas que se paran por la calle y que tratan de aliviarse las durezas de vivir a través de una expresión de solidaridad constante, que se manifiesta en un interés sincero por las cosas que les pasan a los otros. Me alegro mucho cuando noto que, a pesar de todos los pesares, la gente sigue tocándose espontáneamente cuando se ve por la calle. Me emociono con los niños que juegan, con la alegría de vivir que se respira, con la efervescencia intelectual que hace que la gente esté maquinando siempre cómo llegar al día siguiente. Me encanta cierto senequismo que se respira y que hace que los españoles seamos más conscientes que otros pueblos de que todo esto es falso, de que “hay que batallar mucho para llegar a viejo y que, al final, para qué: para morirse”. Me encanta la curiosidad de mis paisanos, la cantidad de parejas mixtas que veo por la calle. Me gusta lo acogedores que somos los españoles. Me gustan las marujas. Me emociona la gente que canta espontáneamente. Las parejas que, en la escalera mecánica del supermercado se gastan bromas y bailan al ritmo de los villancicos. Todas esas cosas, y más, me alegran la vida. Y hacen, sobre todo, que merezca la pena volver.

6 comentarios:

Luisru dijo...

Hombre, espero que volver no sean solo las marujas, porque acaban siendo cansinas, pero bienvenido again y buen viaje de regreso.
PD: debieras escribir un musical (deberes para el nuevo año), la escena del supermercado es un buen punto de partida.

Anónimo dijo...

:-) Tu post describe más que bien como nos sentimos todos los que vivimos fuera cuando volvemos a casa para la "semanita de rigor". Yo ya no sé de dónde soy... ni adónde quiero volver.

RBD dijo...

Hey Paco,

Muy lindo, muy "acertado" (¿se podría usar esta palabra para algo tan subjetivo como la experiencia de irse y después volver?), muy llegadorrrr pues, porque habiendo aumentado la movilidad de las personas a través de fronteras culturales esta vivencia es cada vez más frecuente. Y bueno, si el hombre es tierra que anda (Atahualpa Yupanqui), descubrir tu propia tierra es en parte descubrirse a sí mismo.

Un abrazo fuerte y estuvo lindísimo lo que le escribiste a tu sobrina.

Rafael Barceló Durazo

Dalia dijo...

Mi hermana habla cosas parecidas a las tuyas porque lleva viviendo en diferentes países desde los 18 y tiene ahora 33. Es la alegría de la familia y la embajadora perfecta de la piel de toro allá donde vaya pero como en el fondo ya le pierde el no tener rumbo como pase en casa más tiempo de la cuenta le da una especie de jamacuco y todo le parece mal y todo es malo aquí y todo lo que decimos o hacemos le sabe malo hasta que vuelve a coger la maleta, se llena de ilusión y es de nuevo la persona llena de vida que echa de menos con locura el jamón serrano, el faranduleo con las amigas, estar en medio de todo fregado familiar y demás. Te pasa a tí lo mismo? Aquí en Alemania, donde estoy pasando la Navidad, se pasan la vida preguntándome si me vendría a vivir aquí y aunque ni gente, ni país me disgustan estoy hecha de otra pasta y no se si podría, tú piensas volver a Espana o ya has echado raices en Austria?
Un beso

Menchu dijo...

Francis! Al final me acordé de la contraseña del anterior blog jaja! Aunque aún estoy un poco verde usando el blog...te voy a dar la lata para que me enseñes a dejarlo tan bonito como el tuyo jaja!
Cuidate!
Un beso!
Mamen

Paco Bernal dijo...

Hola!
Como decía la canción, aquí estoy: back in town. En primer lugar, gracias por vuestros comentarios. Respondiéndoos a cada uno:
Luisru: las marujas no son el único motivo para volver, por supuesto. Pero, para bien y para mal, son las guardianas del fuego del hogar y eso, a mi modo de ver, las hace entrañables. Lo del musical...Pues es cosa de empezar, no te creas. Ya en mis tiempos del teatro hice yo alguna cosa parecida.
Miriam: Me quedo con tu última frase "ni sé a dónde quiero volver". En mi caso, el problema es que el lugar al que quiero volver ya no existe: porque es un tiempo. Y ahí está el problema: mientras nosotros estamos fuera, el tiempo sigue pasando, y con él, van viniendo los cambios. De todas maneras, me quedo con el tema, porque creo que da para otro post.
En cuanto pueda, enlazo tu blog a la lista de favoritos (es que ahora tengo que recoger los platos, jamía, y me tengo que dar un poco de prisa :-)
Al mexicano audaz :-) Rafael: me encanta la cita de Atahualpa Yupanqui. No la conocía. Si te parece bien, será el título del post ese que dejo a deber. Por cierto, me tengo que pasar por tu sitio para leer la continuación de tu viaje. :-)
Dalia: pues mira, te cuento mi caso. Estar fuera te permite ejercer, efectivamente, de español. Pero lo que te permite, sobre todo, es hacer una selección de las cosas de España que te gustan. Y del resto, el síndrome Serrat: "tus recuerdos son cada día más dulces, el olvido sólo se llevó la mitad". Y además, te permite otra cosa: la posibilidad de ser diferente. De destacarta como un papá Noel en un campo nevado. Fuera, nunca eres gris: siempre vas vestido de rojo. Y de lo de volver...Pues mira: ahora, no me lo planteo. En Austria vivo muy bien. Y de lo de irte a vivir a Alemania...Pues hombre, yo te diría que, si decides hacerlo, hazlo con espíritu de aventura. Sería una experiencia que te cambiaría la vida y que te cambiaría a ti misma. No serías ya más la Dalia que vive en Mañoland :-) Cuando yo me vine, de todas maneras, no lo hice porque España me disgustara especialmente. De hecho, cuando se me planteó, la primera pregunta fue: ¿Austría? ¿Y qué leches hago yo en Austria? Porque, desde luego, este no es ese país por el que yo me hubiera muerto por conocer. Pero fue llegar aquí...Y chica: amor al primer mordisco. Con todo, menos con el idioma. Eso me costó más.
De todas maneras, creo que voy a dedicar un post (o más) a tratar de estas cuestiones tan sugestivas.