Ainara clarividente

13 de febrero.- Mi querida niña: quizá cuando despiertes descubras que algunos miembros de tu familia son especiales. Según una creencia bastante extendida en nuestra tribu, cuentan con algún poder especial. Los más dotados, incluso ven imágenes del futuro, escuchan voces que les advierten de los peligros y pueden encontrar a personas desaparecidas; en tanto que los otros, aquellos cuyo don no adquiere proporciones espectaculares, son expertos en toda clase de sabidurías domésticas, entre las cuales está el averiguar el sexo de los niños en el vientre de su madre o, incluso, el estampado de los calzoncillos de los incrédulos.
Los poseedores del don deben usarlo bien, para ayudar, y siempre gratis. En nuestra familia nunca se ha recibido un precio por un consejo.
Lo que podríamos llamar “el código deontológico del don” indica infaliblemente que lo que se ha recibido gratis debe darse gratis. Quizá porque se considera que la persona que posee “la gracia” no es más que el intermediario de otro poder superior o, paralelo, pero oculto. O sea, que el vidente no es más que un cable por el cual circula una información o una energía que conecta este mundo con el otro (si es que el otro existe).
A lo largo de mi vida, mi actitud hacia estas “gracias” y lo que representan ha ido variando. De la incredulidad más profunda (el pedante adolescente que me habitó un día pensaba que no eran más que manifestaciones de un folklore analfabeto) a un tranquilo escepticismo y, por fin, a un cierto respeto. Hoy en día pienso que estas gracias son quizá una manera de estar alerta peculiar de nuestra familia. Una forma de atención a los indicios más sutiles que ofrece el comportamiento humano. Quizá una cualidad doméstica, parecida a lo que los psicólogos conocen como sinestesia. Ese rasgo que permite a quien lo posee asignar a números y letras (en principio abstractos) características físicas como textura y color.
Los poseedores más aventajados del don tienen una información de la que carecemos sus espectadores. Ellos conocen las reglas por las cuales se transmite y conocen, por ejemplo, la cantidad de información que deben dar y lo que deben callar para no hacer más daño que bien. Creen también que dialogan con “nuestros hermanos que viven en una existencia distinta” en la que no hay infierno, sólo un purgatorio (este mundo) al que las almas venimos a que nos den estopa para perfeccionarnos. No sé si tienen razón, Ainara. Aunque me gustaría creer que sí. Que una vez nos vamos, una vez abandonamos este cuerpo que nos sirve durante un número de años, que se deteriora, que sufre, del cual somos esclavos de alguna forma, renacemos a una realidad diferente, en la que podemos ver con otros ojos, pensar con otra mente (¿Dónde estará esa mente si no tiene un sustento físico?) y, en defnitiva, cuidar de los que nos quisieron o de los que, por azar, fueron nuestros compañeros de existencia en el trasegar infinito de las almas por las sucesivas reencarnaciones.
Pensándolo bien, todo este tipo de creencias ya estaban en la iglesia primitiva (ninguno de los videntes de tu familia ha sentido ninguna incompatibilidad entre sus “habilidades” y el catolicismo). Ya en aquellos entonces del siglo primero, había en las comunidades cristianas profetas y profetisas, y personas que se comunicaban con el más allá en donde los muertos, según el propio San Pablo, permanecían alerta y no se habían ido del todo. No lo sé. A mí me gusta pensar que personas que se me han ido siguen a mi lado de alguna forma, como espíritus familiares, y hablo con ellos y les pido consejo. Interpreto sus respuestas por los delicados indicios que me van dejando por el camino.
Y no sé si es verdad o mentira y, si te digo la verdad, hace mucho tiempo que he dejado de planteármelo. Y quizá, quién sabe, andando el tiempo descubras que tú también, por esas carambolas del Karma, has heredado una gracia también. Quizá mi Ainara tenga también la fuerza suficiente para parlamentar con el mundo de lo desconocido. Quizá algún don te ayude a vivir. Aunque no creas necesariamente en él.
Viele bussis aus Wien.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

:-)

la verdad es que yo hasta me conformaria con un don que me hiciera mas facil "el mundo de lo conocido"... :-)

Mújol dijo...

Imprime esto, por favor -si no lo has hecho ya-. No sea que la caguemos y Ainara no lo pueda leer. Por si las moscas.