Así que pasen cinco años

20 de Marzo.- Hace cinco años, desoyendo cualquier tipo de consejo, empujado por un afán torpe de venganza y por otros motivos menos confesables, George Bush, al frente del gobierno de los Estados Unidos de América, dirigió toda la maquinaria de guerra de su país contra Irak.
Millones de personas en todo el mundo, este que escribe incluido, intentaron detener el desatino manifestándose en las calles. Intentabamos que nuestros gobiernos recapacitasen. Estaba claro para nosotros que una guerra en aquella región del mundo, a despecho de los suculentos motivos económicos que empujaban a EEUU, no haría más que empeorar una situación ya de por sí precaria. Cinco años después, se ve claramente que teníamos razón.
Quisieron vencer nuestra resistencia con todo tipo de mentiras, incluyendo fotos falsas que se exhibieron en la ONU para acreditar que Saddam Hussein –tirano antaño financiado por los Estados Unidos y adiestrado por la CIA- había fabricado armas biológicas que podían caer en malas manos en cualquier momento. George Bush, con sus compañeros de aventura Tony Blair y Jose María Aznar,incluso se reunieron en una conferencia en las islas Azores (antaño sólo famosas por el anticiclón) en la que sellaron una alianza que aún hoy los protege.
Tony Blair ya no es primer ministro británico, y Jose María Aznar goza de un dorado retiro que le compensa por los favores prestados –paradójicamente en un negocio para el que nunca estuvo muy dotado, el de la comunicación-; mientras tanto, en Irak, la guerra relámpago se ha transformado en un inagotable manantial de sangre y de dolor. Cifras terroríficas de personas inocentes han muerto ya, y el fin de la carnicería no está a la vista. Han pasado cinco años ya de aquello, y la mortandad continúa una escalada aparentemente imparable. La mayoría de los irakíes carece de agua potable, de electricidad, de medicinas. Por no tener no tienen ni policía, disuelta instantaneamente por el ejército ocupante, y cuyo recambio no estará disponible, según fuentes estadounidenses, antes del 2012, 2018 (!) si hablamos de la policía de fronteras.
Pero, por si esto fuera poco, la guerra de Irak ha traido unas consecuencias que ya todos podíamos ver cuando nos manifestábamos: el islamismo se ha radicalizado, en respuesta a la despiadada acción occidental; en Irak se ha desatado una guerra religiosa entre diferentes facciones islámicas; el petróleo, lejos de abaratarse, alcanza precios record (argumento que daba la señora de Palacio, en aquel momento ministra de asuntos exteriores, para justificar la guerra). El barril de petroleo vale ahora cuatro veces más caro que antes de la guerra. El mundo parece abocado a una imparable división religiosa y alrededor de Bush los sectores más fundamentalistas han conseguido imponer los postulados de los grupos ultraconservadores que apoyan al presidente.
Aunque claro, también hay gente que ha ganado (y sigue ganando) muchísimo dinero con esta guerra.
La industria armamentística estadounidense, en primer lugar, ha recibido miles de millones de dólares del gobierno de los Estados Unidos. Para fabricación de armas, pero también para investigación de otras nuevas. La cosa es tan simple como esto: si tienes una fábrica de sardinas en conserva, querrás que la gente coma cuantas más sardinas mejor. Si fabricas bombas, necesitarás un bombódromo para tirarlas. Las empresas fabricantes de armas han encontrado en Irak su bombódromo ideal.
El antiguo pretexto de democratizar oriente medio, salvaguardando así la seguridad de Israel, ha fracasado estrepitosamente. Por otra parte, una retirada parece, hoy por hoy, un remedio peor que la enfermedad. Provocaría un genocidio masivo que sólo conseguiría enconar el conflicto.
¿Qué hacer?
Cinco años son demasiados. Otro mundo es posible. Para eso pagamos a nuestros políticos: para que piensen la manera de hacerlo realidad.

2 comentarios:

Toni Solano dijo...

Te he propuesto para un premio. Un saludo.

Paco Bernal dijo...

Muchísimas gracias, Antonio. Me ha hecho muchísima ilusíón lo que has dicho de mi blog.
Un abrazo,
P.