Cabecera de la serie "Curro Jiménez" con música de Waldo de los Ríos, un compositor injustamente olvidado

Cuestión de tiro (Curro Jiménez)

8 de Mayo.- Durante estos días pasados, han sido convocadas en España varias recepciones en las que los próceres de la Madre Patria se han puesto como el kiko de canapés y del obligado “vino español”.
Se conmemoraba que, hace 200 años, Napoleón le hizo la trece catorce a la decadente monarquía española y, con la colaboración de algunos insiders del régimen,dio un golpe de Estado e invadió la península .
(Vaya, no se conmemoraba esto, sino la rebelión cívica subsiguiente, presuntamente patriótica y centrada en Madrid).
Telemadrid, por su parte, ha producido una serie sobre el tema. Utilizandola, se intenta enseñar a la población lo que tendría que hacer en el caso de que Sarkozy decidiera privar de sus derechos a la ciudadana Leonor Borbón Ortiz, mediante el envío de su abuelo al más cruel de los exilios .
Se trata de un producto menesteroso, de iluminación quirúrgica y vestuario apolillado alquilado en Cornejo (el mismo sitio en donde se vestían los protagonistas de esta peli sobre Enrique VIII que yo comentaba hace días).
Sin embargo, hubo otros tiempos en los que la tele combatió gabachos de manera mucho más heróica. Cuentan los más viejos (y ahí están los DVDs para dar fe) que, en los últimos años setenta, cabalgó por las marismas andaluzas un hombre, una leyenda: Curro Jimenez.

Sancho Gracia , caracterizado como CJ, destilando testosterona, poderío racial y after-shave Varón Dandy por cada poro de su cuerpo. Cómo no, enseña el ineludible trabuco

La televisión tardofranquista y de los primeros tiempos de la democracia tenía un aroma a potaje que luego se le fue quitando a golpe de mundiales de fútbol y exposiciones universales. De ella nació la reacción nacional al superhéroe extranjero: el simpar Curro Jimenez, cuyos métodos de resistencia underground hubieran sido catalogados de terrorismo por cualquier organismo competente actual.
Los chicos de la banda de Curro cabalgaban al ritmo de la pegadiza melodía compuesta por Waldo de los Ríos, en persecuciones filmadas desde jeeps por gente de la talla de Pilar Miró y Mario Camus. Curro, lo mismo se cepillaba afrancesados que gobernadores gabachos y, las mocitas de la época, se morían por sus huesos con el cántaro apoyado en el cuadril. Bellezas españolas, de impacto racial y ligereza de cascos variable, fieles votantes de la Unión de Centro Democrático o de Alianza Popular, como Maria José Cantudo –doblada ad hoc para soslayar sus alarmantes problemas de dicción- o Isabel Pantoja que, en sus ratos libres, se cantaba unas coplas en el corral de la pacheca de Lauren Postigo.
Curro era un héroe machote que iba siempre vestido de corto, con unos pantalones patrocinados por la LEAFAMV (Liga Española A Favor de la Autoesterilización Masculina Voluntaria).
Entre el tiro del pantalón de montar, y el constante golpeteo de las gónadas contra la silla, no sabe uno cómo el bandolero conseguía cumplir con las mocitas. Pero el caso es que ellas, era ver el trabuco del galán y caían desnucadas (me estoy refiriendo, naturalmente, al arma de fuego con la que Curro Jimenez abatía franceses en jacarandoso pimpampún).
Los lugartenientes de Sancho Gracia en la tarea de devolver al trono a Fernando VII eran sendos personajes conocidos como El Estudiante y el Algarrobo.
El estudiante estaba interpretado por un José Sancho que ya entonces andaba en trato matrimonial con María Jimenez. Al costado de Curro, este hombre se trabajaba la especialidad del ligue que consiste en rendirlas por cansancio, lo que muchos llaman labia o pico de oro.

José Sancho caracterizado como El Estudiante, reivindicando la patilla de cuchillo, la faca moruna, el caballo enjaezado y, como no, el trabuco.

En cuanto al Algarrobo, faltaba mucho tiempo para que se convirtiese en un correcto caballero y conociese a la razonable Lourdes Cano de Farmacia de Guardia, así que el pobre Alvaro de Luna se dedicaba a soltar sus frases con la misma naturalidad (cero) con que después lo haría Fele Martínez en todas sus apariciones cinematográficas, y se rascaba la calva siempre que Curro le preguntaba algo más complicado que el resultado de sumar dos pares de pimientos.
Curro Jimenez, en general, era un intento dignísimo de hacer ficción de aventuras a la española; así como la combinación curiosa de una idea de derechas (muy de derechas) realizada por un plantel de rojales más o menos declarados. O sea que, si bien se mira, Curro Jimenez era la imbricación de las dos Españas.
Curiosamente, CJ tuvo su segunda parte en los noventa, coproducida por Antena 3 con algún ignoto canal sudamericano , en la que un Sancho Gracia crepuscular interpretaba al personaje que le había hecho famoso pero muchos años después.
Pero ni España era ya la que era en la transición ni Curro Jiménez era un personaje que tuviese mucho sentido fuera de los mamporros entre especialistas de los Estudios Bronston. A los héroes de acción, aunque sean bragados, no les van los problemas existenciales. Y aquel Curro Jimenez tristón, andropáusico y sin enemigo a la vista, descolocado en tierras sudamericanas, no era el que había amenizado la infancia de la generación de la transición, y se vio relegado a los sótanos de la audiencia o a los desvanes del recuerdo en donde las leyendas cabalgan para siempre.

3 comentarios:

RBD dijo...

Hola Paco,

¿Devolver a Fernando VII a su trono? Vaya desfase, jaja.

¡Buenísima tu visita al doKtor! Yo tuve una parecida cuando en Francia le quería explicar que mi estómago hacía unos ruidos que daban ganas de conversar con él (el estómago, no el doctor). Afortunadamente, todo se debía a que los deliciosos quesos y pan franceses fermentan en la panza pero que da gusto!!!

Un abrazo,

Rafa

Marona dijo...

Me encanta la palabra jacarandoso. Me gusta casi tanto como sandunguero.
¡Besos!

Paco Bernal dijo...

Hola chicos!
Gracias por vuestros comentarios y perdón por haber tardado un poco en contestar.
a Rafa:Si visitaste al doctor en Francia, entonces me entenderás !Cómo echa uno de menos el vocabulario técnico! Por cierto, ¿Cómo es el pan mexicano? ¿Blanco u oscuro? ¿De maíz o de trigo?
a mar: ¿A que es bonita? Pero hay muchas más: a mí me gustaba cómo mi abuela decía que iba a fregar los platos. Decía la palabra loza, que también me parece preciosa. Un día tenemos que hacer un post comunal de palabras bonitas.
Un saludo a los dos,
P.