Calor y pedigrí

3 de Julio.- Un señor de un suburbio vienés se ha cargado a sus cuñados y hermanos por la tela de una herencia. Por si fuera poco, a tiros. Traigo aquí la noticia porque en El Mundo, tras relatar los cuatro detalles que se saben de “la matanza” (sic), el articulista ha rematado la faena diciendo: “Hay que recordar que Strasshof, al norte de Viena, [lugar de los hechos]fue la localidad donde se produjo el secuestro de Natascha Kampusch y donde permaneció cautiva durante ocho años hasta que escapó en agosto de 2006”.
Después de leer la frase, yo me he dicho: ¿Y? ¿Qué tiene que ver la velocidad con el speck?¿Pretende acaso el periodista sugerir que en Strasshoff algo huele a podrido, que flota en el aire un mefítico miasma que lleva al secuestro, al asesinato y al latrocinio?
Leo asimismo en un periódico indígena uno de esos detalles que hacen que en Austria, incluso la crónica negra, sea encantadoramente diferente. Tras explicar con pelos, cuajarones y balas al rojo “el macabro suceso” los periodistas austriacos indican que el maloso de Herr B. (o sea, el presunto) huyó del lugar de los hechos en tranvía y bicicleta, que son unos transportes admirablemente ecológicos y candorosos para huir de la escena de un macabro crímen.
En fin.
Hablando de mefíticos influjos: ayer, mi compañero (el sueco protestante no, el croata) decidió que el funcionamiento del aire acondicionado era perverso para su zona lumbar y me pidió permiso para desconectarlo. A la media hora, nuestra oficina –que es una pecera en la que el sol da todo el día- se convirtió en un caldero hirviente. Yo empecé a sudar de manera copiosa y encontré, mira tú por donde, un tema para el post de hoy.
Una de las preguntas recurrentes cuando la gente se entera de que vives en Viena es la folgende:
-Pero, y allí,¿Cómo aguantas, con el frío que hace?

En ese momento, uno tiene que recordarle al curioso que en Viena también puede hacer MUCHO calor. Hay una diferencia, eso sí, con el sur. Mientras que en España el calor, la solanera, el plomo derretido con que nos maldice el firmamento, es una cosa que llega a ser molesta y contra la que se lucha (nuestro racial abanico, últimamente el Pingüino de Longui) aquí el calor se vive como una circunstancia transitoria y, por lo tanto, deseable.
Por poner un ejemplo: el orgullo de esta ciudad son los –escasos- convoyes de metro con aire acondicionado. Funcionan sobre todo en la línea 1 y en la línea 4 porque son las frecuentadas por turistas. En las demás, queridos y queridas, el tiempo se ha detenido en una canícula decimonónica que no te deja respirar.
En España, país en el que me nació la inconsciencia, los comerciantes funcionan bajo la suposición de que, en verano, si su tienda está a temperaturas polares, los clientes se rascarán el bolsillo furiosamente. Así, en pleno Julio, para pasar más de diez minutos en El Corte Inglés hay que ir pertrechado de una rebequita o cardigan –en casos extremos, con un bufandón-; aquí, incluso en las tiendas más empingorotadas, uno ve a los dependientes sudando la gota gorda (eso sí, germánicamente impasibles). Ultimamente, las tiendas más populares, sobre todo las grandes cadenas de distribución, están optando por instalar aire acondicionado, pero da la sensación de que se considera aún un avance que contenta sobre todo a las capas más desfavorecidas de la sociedad. Una especie de cesión a los instintos más proletarios. Y, en un país tan clasista como Austria, mejor pasar por aristócrata sudoroso que por pobre refrigerado.
Hablando de rasgos aristocráticos: un estudiante de español cuyo nivel comienza a ser bastante prometedor, con prístina inocencia, me preguntó el otro día por qué este que escribe dice “Elcortinglés” y no, como diría cualquier académico “El corte Inglés”.
Por toda respuesta, yo me sequé el sudor, para que no dudara de mi pedigrí.

5 comentarios:

Arantza dijo...

Estimado don Paco: te escribo desde Montreal tropical, y te acompaño en el sentimiento (y en la sudoración). Yo también tengo que andar explicando bastante que en verano en Quebec hace un calor que yo no lo había pasado en mi vida en mi Euskadi natal. La humedad y la temperatura casi siempre por encima de los 30 hacen no sólo que el desodorante me abandone, sino que haga las maletas y tome el próximo vuelo para Bilbao. Pero en Canadá, como al fin y al cabo son norteamericanos, SI creen en el aire acondicionado a lo bestia. Lo ponen a una temperatura que imita perfectamente la temperatura invernal quebequesa. Cuando voy al cine, en mis sandalias y pantalones cortos de rigor con estos calores, tengo que llevarme un jersey y un par de calcetines en el bolsillo, porque si no no hay quien pare de frío. Están locos, estos romanos...

The Intercultural Kitchen dijo...

Querido Paco, es curioso, ayer, que también se caían aquí los pájaros del calor, me fui al mediodía a hacer los recados, y en el súper se estaba taaaaan bien que pensé en cogerme el portátil e irme a trabajar allí. En ese momento recordé el pánico que le tengo a entrar alcortinglés en verano con ese aire acondicionado polar. Desde luego, tu teoría del pedigrí tiene su fundamento, yo creo que en Lidl paso más frío que en Kaisers (¿tenéis Kaisers allí?), tendré que hacer un estudio más detallado. Fantástico texto!!! un abrazo :-D

Marona dijo...

¿Así que algo huele a podrido en Strasshof? Será porque con estas temperaturas y sin aire acondicionado todo desprende un tufillo sospechoso ;)
En la escuela, después de mucho luchar, la recepcionista ha conseguido que se ponga aire acondicionado en la recepción. Eso sí, los profes debemos ganarnos el pan con los sudores de todo nuestro cuerpo. Pero siempre con moderación, no se necesita rebequita ni bufandón. Gott sei Dank!
Un beso.

Anónimo dijo...

Pues yo me identifico como una de esas incultas o catetas o inocentes, o como quieras llamarlo, que me creía que aquí en Viena siempre hacía mucho frío, por lo que mi maleta venía cargada de abrigos, jerseys gorditos, bufandas, botas, etc...., así que he tenido que ir corriendo a las rebajas porque me empezaban a salir sarpullidos...
Y es que como bien decís, todavía no he visto un aparato de aire acondicionado, ni en mi trabajo, ni en mi casa..., no sé lo que voy a hacer.
Saludos, Inma

Paco Bernal dijo...

Hola!
Gracias por vuestros comentarios.
A Arantza: Aquí lo del aire acondicionado va en contra de sus principios. Oye, por cierto, y a ti, cuando te quejas, no te dicen eso de "Pero tú, estarás acostumbrada, ¿No?" !Como si España fuera el Chad! jajaja. Aquí me lo dicen constantemente. En Viena el calor también es húmedo.
A Noema: aquí no tenemos Kaisers, no (aunque suena de los aristogatos total) pero tenemos Julius Meinl am Graben que es lo más de lo más y el gratin gratiné. Puedes encontrar delikatessen de todo el mundo mundial -eso sí, si antes de entrar te pones en contacto con una red de traficantes de órganos, mejor-; en verano, por supuesto, carecen de aire acondicionado (para que no se enfríen los vinos de Borgoña, debe de ser). Se impone un trabajo de campo :-)
A Mar: en mi oficina yo creo que pusieron aire acondicionado porque hay máquinas que se turran cuando sube la temperatura, pero los jefes -y son jefes- pasan calor a la antigua, con ventilador de mesa, etcétera. De todas maneras yo te digo que el aire, como dice mi señor padre, que algo entiende de eso, no es nada sano (ni ecológico)jejeje.
a Inma: jajaja. Si yo te contara lo que sabía de Austria cuando llegué aquí...jajaja. O sea, nada, que no te sientas mal. De lo del calor, mira: mi abuela decía siempre una cosa muy divertida: "Enero te compondrá, planta de verano". O sea, que no dejes muy lejos la ropa de abrigo por lo que pueda pasar en invierno -o sea, en agosto, que aquí hace fresquete ya-; entretanto, puedes hacer lo que yo, cantar Haway Bombay, de Mecano, bajo la ducha, languidamente (u otros greites jís del baño refrescante, a tu elección, desde las rumbas de Bisbal hasta las sevillanas de Mary of the Mountain :-)
Saludines a las cuatro esquinas del planeta