En el tutubo está todo, Dios mío. Hacía años que no escuchaba esta canción y buscando una foto para esta entrada, la he encontrado. El motivo está en el texto

Mi niña Vanesa

10 de Julio.- Según la prensa autóctona, los nombres preferidos por los indígenas para bautizar a sus churumbeles son David y Leonie. Parece ser que están definitivamente out los nombres tradicionalmente germánicos. O sea, que es improbable que haya muchas niñas que se llamen Waltraut o Elke –que son unos nombres muy chulos, a la par que sonoros-; en el caso de ellos también están los Kurt de capa caida, igual que los Lothar y los Sigfried.
En esto de los nombres hay modas que permiten datar a las personas cuyos padres, antes de acudir al registro civil, se dieron una vuelta por el Hola o por el El País o, más simplemente, se arrearon al coleto un vaso de aguardiente peleón.
De mi año, 1975, hay Juan Carlos a cascoporro (por el llanote del suegro de Letizia Ortiz, of course), lo mismo que el posguerracivilismo abundó en JoseAntonios (por el Ausente); los primeros ochenta vieron un gran auge de las Vanesas, mujeres condenadas a ser conocidas durante toda su vida como “La Vane”. La primera que hubo en España fue la hija de Manolo Escobar -hoy reportera de televisión-.
Incluso, papá Escobar (el de “no me gusta que a los toros/te pongas la minifalda”, esa canción que, la escuchas, y te dan ganas de darte golpes de pecho como un orangután) tuvo un gran jitazo con su inmortal copla “Mi niña Vanesa” . Es más: abundó en el tema familiar con una tonadilla que mi abuela tenía en un casette que la volvía loca de contenta, y cuyo tracatrá rumbero le ayudaba a hacer con más brío las labores de su vivienda. Parece que estoy escuchando el ingenioso estribillo y a mi abuela (q.e.p.d.) tarareándolo mientras cocinaba:


Tres amores tengo,
(Uno,dos y tres)
Todos diferentes
Todos de mujer
Y si uno me llama
Los otros también
Uno es el de mi madre
Otro es el de mi mujer
Otro es el de mi hija
Qué suerte tener los tres


Más tarde, los noventa asistieron a una ola de bautismos bajo el pernicioso influjo de las drogas de diseño. En dicha ola, abundaron los Jonathan, los Kevin, las Aidas, las Jeniffer,las Penélopes y otras catástrofes del gusto; hasta que los padres con posibles (pijos) decidieron que ya estaba bien de extravagancias y aparecieron los nombres arcaizantes. De esta época –fines de los noventa, aznarato- datan los Yagos –que ya es mala leche ponerle a un niño como a un malo de Shakespeare-, las Jimenas y los Rodrigos, además de algún que otro Nuño. Todos nombres como de Glosa Emilianense (o Silense). Unos nombres que, los escuchas, y te viene a la mente un fúnebre ciprés o el melancólico desfile de los álamos a la vera del Duero.
La (pen)última gran revolución onomástica vino cuando Europe was living a celebration y las madres (y los padres) de España descubrieron que, para que su hija fuera original en el parquecito o en la guardería, no tenían más que llamarla Chenoa. Y ahí se formó la mundial, porque todas las madres lo descubrieron a la vez y de esa época (Primera Operación Triunfo) hay Chenoas para pagar un tren de mercancías lanzado cuesta abajo a toda velocidad.
Pero, a Dios gracias, los españoles no estamos solos en esto de bautizar infantes como quien hace churros. Por ejemplo: el famoso director de cine americano Francis Ford Coppola, se llama Ford, no porque sus padres se vieran acometidos por un singular ímpetu eufónico, sino porque nació en un hospital de NY que se llama así. Sólo de pensar que a mí me hubieran puesto como el hospital en que vine a este mundo, me da un volunto, oiga.
Quiero terminar aquí con un apunte climatológico dedicado (cariñosamente) a mi lectora Inma: ¿Qué te dije yo hace días? Que no pusieses lejos la ropa de abrigo. Llevamos días como haciendo un ensayo general del otoño. Por las montañas ya ha habido hasta inundaciones.
Jolinetes, a ver cuándo vuelve el verano.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Paco, de verdad me he acordado mucho en estos dos días de lo que me dijiste, llevabas razón.
Qué ilusión salir en tu blog!!!
Bueno, todavia tenemos pendiente el cafelete de buena vecindad y paisanaje.

Anónimo dijo...

No hemos de olvidar la nefasta influencia que ejerció la serie "Sensación de Vivir" (Beverly Hills 90210) sobre los nombres de los recién nacidos (Proliferación de Brandons , Brendas y Dylans).
Los padres tienden a olvidar que un nombre anglosajón rara vez cuaja con castizos apellidos. Así, encontramos mezclas tan chirriantes como el archiconocido Kevin Constner de Jesus (¿Acaso un mito?) o el desconocido (y no por ello menos doloroso al oído) Brandon Borragón Poyacro.
Sin más que apuntar, se despide (hasta esta tarde, primo) otro ánonimo lector

Paco Bernal dijo...

Hola! Gracias por vuestros comentarios.
A Inma: cuando te contesto, ya ha vuelto el calor. Pero yo he vivido aquí Agostos de siete grados, así que no hay que despistarse.
Lo del café, cuando quieras. Si quieres mándame un correo y ya vemos como hacemos una quedada de buena vecindad. Saludetes.
A mi primo: se me había olvidado. Lo de Kevin Costner es verdad, aunque no hay que ir mucho más lejos. La hija de Antouniou Banderas y Melanie Grifith se llama Estela del Carmen,´o sea que...Lo de Brandon no lo había oido, pero hay que tener estómago joé jajaja
Abracetes a los dos

Arantza dijo...

Je, je, no creas, lo de los nombres horteras no es exclusivo de las iberias, por aquí, un montón de mis alumnos que se llamaban Kevin, Jonathan, Nathan... etc., eran francófonos (lo del nombre anglosajón no es un rasgo cultural, vaya, es más típico Daniel, Guy, Jean, François...) y sus familias normalmente no hablaban una palabra de inglés. :-)

amelche dijo...

Es verdad, las Vanesas ya pasaron de moda. Ahora se llaman María (sólo María porque los padres pensaron que era muy original eso de poner un nombre que, normalmente, acompaña a otros). Total, que ahora todas se llaman María. O Paula.

Y los chicos, Alejandro, Pablo, Adrián, Álvaro, David...