Que estaba tomando cañas (leré lerel-le)

21 de Noviembre.- El muerto sigue sin dar señales de vida (perdón, sin aparecer). A mí, que he leido unas cuantas novelas, me pega que la clave de este misterio está, o bien en el propiomuerto, o bien en el ataud.
Una tercera posibilidad sería que el caso obedeciera a una motivación aleatoria. Pongamos que un par de Kracher (hasta seis, porque el ataud pesaba más de doscientos kilos) se paran a media noche frente a la tapia del cementerio y se establece el siguiente diálogo:


-Oye, oida –así se llaman entre ellos- ¿Qué te parece si cogemos a una chica, la secuestramos y la metemos en un sótano durante quince años?
Pero qué pasado de moda estás, coleguita! Eso molaba en los noventa, igual que abrir blogs ¿No se te ocurre algo mejor?
-Joé, pues no sé ¿Y si robamos un muerto?
-Venga, va.


Soy consciente de que esta teoría no se tiene porque abrir un mausoleo no es abrir una lata de atún Calvo. O sea, que se necesita una infraestructura (su pico, su maza o su algo). Lo cual nos lleva de nuevo a la casilla de salida: que la clave esté en el objeto robado.
¿Para qué quiere nadie hacer desaparecer un muerto? ¿Por qué querría nadie robar un ataud? En las películas, los muertos se hacen desaparecer porque en ellos quedan señales de asesinato.
Imaginemos que alguno de los herederos del difunto aceleró su fallecimiento administrándole lo que, en el siglo de oro, se llamaban “los polvos de la herencia” (eran seis millones de eurazos, o sea, que el riesgo merecía la pena). Supongamos que este heredero impaciente necesitó un cómplice y que esta hipotética pareja en el crimen ha tenido sus más y sus menos, y que uno de los dos ha amenazado al otro con tirar de la manta. Acongojado, el otro piensa que las situaciones desesperadas piden medidas que no lo sean menos. Si no hay muerto no hay autopsia, y por lo tanto no hay delito. Abrir una tumba no debe de ser agradable, pero total es un rato. Mejor eso que no unos cuantos lustros en la cárcel de un presidio de un penal.
Total, que contrata a una banda de albano-kosovares sin escrúpulos (los primos, por ejemplo, de los que intentaron partirle el coco a Jose Luis Moreno) y se dirige al pacífico camposanto para en la heure dangereuse du petit matin, perpetrar su fechoría.
Pero también pudiera ser –como digo, el asunto es estimulante- que el anciano herr Flick se hubiera llevado, literalmente, algún secreto a la tumba. Por ejemplo, la combinación de la caja fuerte de su mansión (en la que guardaría pruebas comprometedoras del pasado nazi de un par de rivales comerciales) o los planos de un motor de agua que hubiera terminado para siempre con la perniciosa dependencia que el mundo tiene del petróleo.
O quizá el ataud estaba vacío y herr Flick, en realidad, está ahora mismo compartiendo cervecitas y braguero con Elvis. Tomando cañas, vaya.

3 comentarios:

amelche dijo...

Y yo que pensaba que en España pasaban cosas raras... Pero los austriacos nos superan.

Paco Bernal dijo...

Es que eso de que Europa es civilizada y España el rabo sin desollar, es un mito, mujer jajaja.
Saludetes

JOAKO dijo...

Hay una desternillante peli de Alfred en la que entierran en los bosques de Maine a un muerto unas cuantas veces, seguro que la has visto