-Buenas, ¿Es el enemigo? Soy Rudolf Mayer, el abogado de Joseph Fritzl.
Ricos y fermosos (y otros que no tanto)

16 de Marzo.- Hoy, Joseph Fritzl, el llamado Monstruo de Amstetten, ha empezado a declarar ante la justicia. El proceso, para no aumentar el sufrimiento de sus víctimas (la mayoría, como se sabe, menores de edad) se va a celebrar a puerta cerrada a cal y canto. Las declaraciones de la hija de Fritzl y de sus hijos han sido grabadas y se proyectarán ante el tribunal y los miembros del jurado. Fritzl se enfrenta a varios cargos de malos tratos, negación de auxilio, homicidio (si se demuestra que mató al bebé de su hija y luego se deshizo del cadáver) y, casi como un exotismo legal, a una acusación de esclavitud. Un delito que, en la Austria moderna, se asocia con las atrocidades que cometieron los nazis durante su funesto reinado de terror.
Pero el poder legislativo austriaco ha estado de moda en Europa últimamente por otra razón. Y no ha sido precisamente la sentida plegaria entonada por los empresarios españoles para que el gobierno adopte las normas de despido que rigen aquí. La razón de que hayamos estado en los papeles ha sido porque, desde la semana pasada, Austria ha dejado de ser un paraiso fiscal. O por lo menos, un poquito menos. El gobierno austriaco ha regulado las normas que rigen para el secreto sobre las cuentas corrientes abiertas por ciudadanos extranjeros en bancos austriacos. Y así yo, que había elegido este país como residencia a fin de no declarar los bienes muebles e inmuebles que constituyen mi emporio (mis castillos en Escocia, mis pozos de petróleo, mi capital en oro y divisas que alcanza un importe obsceno) pues ahora corro el riesgo de terminar como Guillermito Puertas, el inventor del sistema operativo Ventanas o del procesador de textos Palabra, en el que escribo, y ser menos rico debido a la presión tributaria. No somos nadie.
Aunque viendo alguno de los destinos que se dan a los euros que tanto sudor de nuestra frente nos cuesta ganar, dan ganitas de hacerse un defraudador contumaz, aunque sólo fuera como acto de protesta.
Últimamente se ha filtrado a la prensa que nuestra amiga la ministra Schmied (vieja conocida de mis lectores por ser el azote de los maestros austriacos) se ha gastado casi 1500 euros en maquillaje y peluquería –aunque viendo los resultados quizá le hubiera ido mejor hacerse un viajecito rápido a Lourdes o a Fátima-. Su compañera de gabinete, aunque no de partido, la Justiz Ministerin, ha comentado al respecto que a ella lo del maquillaje y la peluquería le dura “cinco minutos cada mañana, y sin ayuda”.
Ejem. Al margen de puñales voladores y maldades de salón, hay que decir que Austria es un país que, de antiguo, ha tenido un romance apasionado con los ricos y famosos. En la lista de Forbes aparecen cuatro ciudadanos de este país, no digo más (con un cuarto de población que en España). Muchos extranjeros con el riñón bien cubierto también eligen Austria para pasar sus días. Y no es precisamente (o no sólo) por la calidad del agua o la conocida pureza y transparencia del aire alpino sino porque aquí, ser rico, sale bastante más barato que en otros sitios. Gentileza, en la actualidad, del señor Pröll, ministro de finanzas.

No hay comentarios: