Familia

18 de Marzo.- Querida sobrina: tu abuela es mi cordón umbilical con la vida que dejé atrás. Cada día, pasamos revista a ese mundo antiguo mío, que se desmigaja lentamente al mismo tiempo que mis amigos se casan o que las viejas vecinas pasan a disfrutar de una vida mejor. Las historias que me cuenta sobre gente conocida nuestra, y la inmersión en la realidad social austriaca, han hecho que me plantee cosas que yo daba por supuestas y que me parecían tan naturales como el ciclo de las estaciones.
Una de ellas es el papel que los padres desempeñan en la vida de los hijos españoles. O mejor: como la pervivencia de las antiguas relaciones familiares hace que España, a pesar de la que está cayendo, siga funcionando todos los días. Gracias a que los padres españoles son como son y trabajan de gratis, nuestros compatriotas no han asaltado las oficinas bancarias armados con horcas y teas ardientes dispuestos a poner fuego “do más pecado hay”.
Verás, sobrina: aunque es difícil generalizar, es bastante frecuente que cuando los hijos españoles empiezan a hacerse adultos (más o menos a la altura de sus primeras experiencias con el alcohol de garrafón) a los padres españoles les entra el miedo de perderlos. Suelen relajarse entonces las formas de la convivencia. Los padres españoles parecen pensar: “Déjalos que disfruten ahora, pobrecitos: ya les tocará pasarlo mal en el futuro”. Los hijos se convierten así en los príncipes de la casa (particularmente si son chicos) y se crea una dinámica según la cual los padres están obligados a darlo todo y los hijos a chupar del bote todo lo que se pueda, a cuenta de un hipotético sufrimiento futuro al que los príncipes, como todo el mundo sabe, no tienen derecho.
Todos conocemos la continuación de la historia. A los príncipes se les queda pequeña la ropa pero no pueden independizarse por los sueldos míseros y los precios altos. Malviven como reyes en habitaciones pensadas para estudiantes adolescentes. Comen hasta los treinta y tantos las croquetas caseras de mamá (yo he sido así también de alguna forma, esto no es una hipócrita soflama contra el pecado ajeno). Luego, el chico encuentra chica; la chica encuentra marido/compañero o amante bandido; y, en la mayoría de los casos (y aquí viene lo perverso) la situación se prolonga aunque los actores vivan ya en domicilios diferentes. Los padres se hacen cargo de obligaciones que solo corresponden a los hijos y acometen tareas ingratas por las que, en otra situación, cobrarían.
Tu abuela me cuenta situaciones que me indignan, no por la permisividad de los padres (que es que hay padres que son del género tonto) sino por el morro y la desvergüenza que los hijos le echan a la cosa. En España, muchas veces confundimos la solidaridad familiar con el parasitismo y nos sobra cuajo para hacerle y decirle a nuestros padres cosas que ni le haríamos ni le diríamos a nuestros amigos ni hartos de anís del mono.
Aunque quizá, sobrina, lo que más me duela de estas historias para no dormir es que yo aprecio más lo que me es más escaso: a ti, a tus padres, a los míos, sólo los tengo a la distancia fría de la webcam o del teléfono. Lo que daría yo, puedes imaginártelo, por poder renegar de que tengo a mis padres todo el santo día en casa.
En fin...Besos de tu tío.

3 comentarios:

The Intercultural Kitchen dijo...

Con permiso esta entrada va directamente redirigida a mis papis.
Muy diferente es también el concepto "familia" en Alemania. Como siempre, muy bonito.
Un abrazo.

Arantza dijo...

Sé que la situación económica en España -y los alucinantes precios de la vivienda- ponen difícil lo de independizarse, pero me parece que has descrito estupendamente una especie de virus nacional: los hij@s-sanguijuela-eterno-adolescente y los padres tontorrones. En Quebec, si no te has buscado un curro a los 18 y te pagas todos tus gastos, de preferencia contribuyendo a los gastos familiares (aunque estudies), te miran mal, punto. No sólo los padres, los amigos también. Y si a los 21 no te has largado a vivir por tu cuenta, "algo raro" te pasa. Mucha gente mediterránea despotrica aquí contra lo de "no hay un sentido de la familia, blablabla". No estoy de acuerdo. Las familias en Quebec se quieren, como en casi todas partes, pero fomentar la independencia es un valor importante en ellas. Otro fenómeno generalizado que me fascina: las madres (y padres españoles) que se "enfadan-atristan-etc" cuando los hijos, ya casi en los cuarenta, caray, se van de casa. Si es sólo por razones laborales (aleluya), lo llevan aún peor, pero si es "porque se casan", un cierto resentimiento contra la pareja que "te ha robado a tu niño-a" flota en el aire por los siglos de los siglos. No es por ofender, a lo mejor me he "canadianizado" demasiado -no, es mentira, siempre he pensado así-, pero aquí eso te lo mira un psicoanalista. La española es la cultura más enfermizamente edípica que he visto en ningún sitio (a excepción, quizá, de las culturas italiana, griega o libanesa, lo dicho, el mediterráneo).
Vale, ya me clamo. es que tu entrada me ha hecho visualizar un primo mío de 40 tacos al que su madre aún lava los calzoncillos. Y yo parezco ser la única de la tribu que ve algo raro.

Anónimo dijo...

Hacía tiempo que no escribía en tu blog, estimado amigo, pero ya sabes que los pobres no siempre disponemos de dinero para disfrutar de unas horas de conexión a Internet. La fotografía que ilustra tu escrito corresponde a la familia Alcántara, los protagonistas de la serie de televisión Cuéntame cómo paso. Yo en su momento no la vi, creí que presenciaría ese costumbrismo español del que ya estoy harto: familia, sacrificio, penalidades y apuros económicos; todo ello rodeado del correspondiente aroma de migas con tocino y ajo cabañil. Sin embargo y por si a ti o a algunos de tus lectores les interesa, en la web de RTVE podéis ver la 1ª temporada completa así como la última. Al pie del presente comentario incluyo el enlace.
Quizá el amante celoso quiere mucho, pero estoy seguro de que la pareja que no es celosa quiere mejor. Con la familia española ocurre lo mismo, algo que Arantza refleja en su comentario. La madre latina es castradora por naturaleza y sólo está dispuesta a cortar un único vínculo con el hijo: el cordón umbilical; supongo que porque no tiene otra opción. Si lo recuerdas, querido colega, en una ocasión hablamos sobre ello en una terraza del Naschmarkt. El truco de las emociones humanas radica en la dosis, y el ansia protectora de muchas madres agobia al mancebo al tiempo que le carga con responsabilidades— emocionales en muchos casos— que le impedirán afrontar la vida con la tranquilidad necesaria. Muchas españolas creen que la enemiga a combatir es la antigua novia del muchacho; pero están equivocadas: la adversaria es la suegra, esa mujer a la que le cuesta entender que sea otra mujer la que “rija” los destinos de “mi niño”. Cuando un hombre ya tiene pelos en los cojones y se afeita llegó el momento de que aprenda a afrontar el devenir con todas las consecuencias. No obstante, es ese mismo matriarcado mediterráneo el que fomenta que “mi niño” sea un inútil gandul cuya máxima aspiración será encontrar a otra que le mantenga la ropa en condiciones y la comida en la mesa. Afortunadamente, la cadena se rompe en la actualidad, pero no es porque las costumbres ancestrales cambien, sino porque ahora ellas también son tan inútiles como ellos— muchas pasan de la casa familiar al hogar conyugal—, con lo que ese concepto que denominas “familia” queda diluido en la apariencia del fin de semana, el mantener a los hijos alejados todo lo posible de la convivencia familiar mediante jornadas agotadoras en los colegios o el apelar a “herencias históricas” de la sociedad española; en definitiva: excusas de mal pagador. En fin, el tema da para mucho. Sea como sea, Paco, ambos tenemos la suerte de que nuestras madres nos quieren con locura, pero ellas entendieron que no siempre estarán a nuestro lado y nos dotaron de los conocimientos necesarios para caminar con el paso descarado del independiente. Es por ello que dentro de dos semanas (ya concretaremos) unos magníficos callos mostrarán todo su esplendor en tu plato; no te preocupes: jamón, chorizo, guindilla…
Con todo, conviene recordar que madre no hay más que una: “recuerda lo que has visto en los altares, e “híncate” de rodillas antes de hablar de mi madre. Porque madre no hay más que una, y a ti, a ti te encontré en la calle”. Jajajaja.

http://www.rtve.es/television/cuentame/

Fdo. El pobre…