El campeón de su Land
Viena. Línea U-4 de metro. 9:40 de la mañana. Un hombre escribe con un cuaderno sobre las rodillas.

“23 de Abril.- Feliz día del Libro. El martes fue un día bastante importante para austria. El parlamento austriaco aprobó los Presupuestos Generales del Estado para lo que queda de este año y para el próximo. El Sr. Ministro de Finanzas, Herr Joseph Pröll, en su discurso, advirtió a los diputados que los próximos veinte meses “no van a ser un paseo” y que la época de las vacas gordas es ya parte de la Historia.
Si los presupuestos se cumplen, el déficit público alcanzará más de un siete por ciento (unos 22 millones de Euros) mientras que el aumento previsible del paro acarreará que no se incorporen nuevos contribuyentes al circuito fiscal, lo cual tampoco aliviará la presión sobre las arcas públicas. A esto, hay que sumar la rebaja fiscal reactivadora de la economía, que hurará a las arcas gubernamentales dineros que antes recibían”

El hombre se detiene un momento. Un joven se ha subido en Rossauerlände y se ha avalanzado al fondo del vagón. Tras asegurarse de que no hay un revisor cerca merodea, visiblemente nervioso, hasta que encuentra un asiento frente a él.
El que escribe reanuda su tarea.

“El presupuesto fue aprobado con los votos a favor de socialistas y populares, y las previsibles objeciones de las minorías que pueden predicar sin dar trigo”.

Duda el hombre al poner el punto final a esta frase ¿Casa con el resto? ¿No es un poco...En fin...? Decide dejarla.

“Ayer, hablando del tema con mi primo N., reflexionábamos que, en el estado actual de la cosa pública española (zarrapastroso) una imagen semejante sería ciencia ficción. Las máquinas de insultar de los grandes partidos han estado funcionando tan eficazmente durante los últimos años que, no sólo es probable que hayamos dilapidado el escaso crédito que los políticos nos merecen, sino que la situación...”
-Qué suerte.
El hombre que escribe levanta la vista del cuaderno:

-Wie, bitte?
-Que suerte poder escribir así en el metro.Con lo que se mueve. Muy buena letra. Le felicito.
Quien le habla es el chico que ha subido antes. Es joven, delgado, y está muy nervioso (con la colaboración, a buen seguro, de alguna sustancia; y no sólo por la eventualidad de que aparezca el pica). Va vestido con un arrugadísimo pantalón de chandal negro y una sudadera. Los ojos azul grisáceo, el pelo de un rubio desmayado. Cada pequeña detención del tren le sume en la despesperación.
-¡Otra vez se ha parado! –pausa- yo no llevo billete, pero habrá gente que tenga que ir a la universidad o a trabajar...
De pronto, se da cuenta de que el hombre del cuaderno lleva una bolsa de deportes.
-Enseña usted deporte en la universidad.
-No, no. Voy al gimnasio. Más tarde.
Los labios del chico, algo grisáceos, se curvan en una sonrisa que, de pronto, se vuelve infantil:
-Yo hacía mucho deporte. Tenis. Fui campeón de mi Land con doce años. Tengo 22. Ahora lo he dejado.
-Nunca es tarde para volver a empezar –repone, amablemente, el escribiente.
-Es que fumo mucho ¿Sabe? ¡Fumar! –se asegura de que el extranjero le entienda- pero monto en bici ¿Conoce usted Kahlemberg? Subo la colina, en bici, en veinticinco minutos. Bajar, bajo en diez.
El tren se para entre dos estaciones. El chico mira a los cielos para preguntarle qué delito cometió, naciendo, contra ellos. Luego, mira la ventanilla. La impresión que da de fragilidad aumenta. El hombre del cuaderno nunca se ha sentido tan envidiado en tan poco tiempo.
-Bueno, le dice, yo me bajo aquí.
El chaval, algo triste, contesta:
-Adios, adios. Y Schönen Tag, eh?
-Cuando, en el andén, el de la bolsa de deportes pasa por al lado de la ventanilla, el joven perro perdido le dice adiós con la mano.
El texto, se queda sin terminar.

3 comentarios:

amelche dijo...

Mejor sin terminar, pero con una experiencia humana interesante. Que las grandes ciudades con metro son muy deshumanizadoras (si es que esa palabra existe).

Paco Bernal dijo...

Hola:
Gracias por tu comentario. La verdad es que la realidad se ha encargado de terminar el texto por mí. Desde que era joven (incluso en España) es normal que la gente me hable en el metro, o que se meta en las conversaciones que llevo con otros compañeros de viaje. Siempre resulta interesante.
Saludos :-)

Jorge dijo...

Muy bueno. Posiblemente si esto que te pasó le hubiera pasado al 80% de la población habría cogido la bolsa de deporte y se habría ido al otro lado del vagón.

La reflexión es doble: sobre el joven perro perdido y sobre la humanización que has demostrado. Bravo.