Escuela de pavor
8 de Mayo.- Poco a poco, los ecos de la pandemia que iba a provocar el Finde (los Tiempos) se van apagando. El virus del que todos íbamos a morir entre atroces sufrimientos no es más que un eco que se pierde en la distancia ¡Qué inconstante es el interés humano! Los medios ya han descubierto otros juguetes. Veamos.
En Austria, los periódicos le alegran la primavera al paisanaje con nuevas revelaciones a propósito del caso Kampusch (Natascha, ahora que lo pienso, es una de las pocas famosas de Austria conocida solo por su nombre de pila). Parece ser que la policía, incansable a la hora de investigar el inaudito caso, considera la posibilidad de que junto a Prokopil –el indigno carcelero de la niña- hubiera además otras cinco personas enteradas del asunto. Cinco indivíduos cuyas identidades aún no han salido a la luz.
Suerte también que ha mejorado el tiempo en Centroeuropa porque así, los sufridos ciudadanos de Brigittenau, barrio obrero vienés, no tendrán que pasar calamidades climatológicas en la marcha número n que han convocado para protestar contra la construcción de un Centro Cultural Islámico en su vecindad. Ningún político, salvo HC Strache (FPÖ) va a apoyarles secundando la marcha. Eso sí, como en ocasiones anteriores, se da por descontada la participación de ciertos grupos de simpáticos chavales neonazis con los que el político austriaco, allá en su juventud borrascosa, tuvo tanta afinidad.
Los airados habitantes de Brigittenau temen que, con la construcción del centro islámico, su barrio se transforme en un zoco, en una Kasbah, no precisamente de las mil y una noches; recelan de la posibilidad de que se formen feroces patrullas de peligrosos talibanes dispuestos a imponer las leyes del Corán a sangre y kalasnikov. Tiemblan al pensar que, en vez de con el familiar sonido de las campanas, sus hijos empezarán el día con la aguda voz del muhecín llamando a la oración. Temen que su barrio se convierta en una cabeza de puente de lo que ya los políticos que ellos consideran más agudos denuncian con voz histérica: la islamización de Europa, la desaparición de las señas de identidad de la civilización crisitana.
Nuestra es la época del miedo. Pero lo irónico es que lo padecemos más nosotros, los habitantes del mundo desarrollado, que somos los que menos tenemos que temer (sobre todo si comparamos con los habitantes de otros lugares del planeta, que padecen el infierno en la tierra). Aunque quizá, como decía Buda, tenemos más miedo cuanto más tenemos que perder. Nuestro bienestar estrechito y predecible, la pureza de nuestro agua, la seguridad de nuestras calles y de nuestros transportes.
Los malos políticos descubrieron hace tiempo que el miedo es una manera fácil de mantener el control. La amenaza, cuanto más inconcreta y terrible, más efectiva.
Hace una semana, el mundo iba a terminarse; la Peste, uno de los jinetes del Apocalipsis, se había enseñoreado de la Tierra. La única oportunidad de salvación eran los providenciales antivirales almacenados en avanzadísimos laboratorios que parecían estar en las profundidades de alguna base ultrasecreta. Impulsados por los periódicos todos nos hacíamos preguntas ¿Habría bastantes medicinas para todos? ¿ Nos veríamos obligados a pedir Tamiflú de rodillas en los hospitales para salvar la vida de nuestros enfebrecidos familiares?
Es curioso cómo el lobo siempre amenaza con venir a merendarse el rebaño y es curioso que siempre los pastorcillos pensemos que la amenaza es cierta.
2 comentarios:
Ayer descubrí el nombre de un austriaco que me hizo reir mucho, Fritz Muliar. Resulta que trabajaba en Rex, pero yo le conocí en la Segunda cadena de TVE, con El Soldado Svejk. Que tipo. Lo malo es que me enteré leyendo su obituario. Las cosas que pasan en este mundo. Paco, eres un crack. El Messi de los blogs.
Hola!
Mira que me han dicho cosas, pero comparme con Messi nunca jajajaja! Cómo vas, campeón? Pues mira, que vi yo la noticia de que se había muerto y no caí yo. Esto de El Soldado Svejk qué era, peli o flín?
Un abrazo, compañero :-)
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