Dos mujeres celebrando su boda en Baviera (foto: www.aref.de)
Austria y el esparadrapo
16 de Febrero.- Imaginen mis lectores una situación incómoda cualquiera. Una situación fastidiosa, de esas que, por no tener mucha importancia, no obligan a actuar rapidamente, pero que escuecen, como esas heridas que uno se hace en los dedos y de las que sólo se acuerda cuando se lava las manos.
Pongamosle nombre a esa situación. Imaginen mis lectores, particularmente los hombres, que tienen una tirita recién puesta en cualquier parte del cuerpo de esas que Dios bendijo con vellos supérfluos –la espinilla, por ejemplo-. Uno mira la tirita o el esparadrapo en esa zona tan sensible, tan llena de pelitos, y piensa con aticipación en el dolor que le va a causar arrancarse la puñetera...En fin. Piensa: “de un tirón, Paco; que así por lo menos durará menos el dolor”; y el momento va llegando, y uno mira para otro sitio y...!Plas! Uno se acuerda de los muertos más frescos del que inventó los esparadrapos, jura en arameo, hace votos de no volver a hacerse ningún rasguño en ninguna parte de la sacrosanta superficie corporal. Se seca la lagrimilla, y a otra cosa.
Imaginemos que es un gobierno el que pasa por esta situación. Supongamos que hay un gobierno que ve como necesaria la creación de un centro para peticionarios de asilo; o un gobierno que, obligado por instancias superiores –la Unión Europea- se ve en la tesitura de tener que aprobar una ley que no le gusta (el matrimonio gay, en nuestro ejemplo de hoy). Pues bien: la reacción normal del Gobierno austriaco en estas situaciones es como la de esos niños remolones que estudian el día antes del exámen: dejarlo todo para última hora con la esperanza de que, a fuerza de dejar reposar el asunto, el problema desaparezca. O sea: que el esparadrapo se caiga solo y no haya que hacer nada.
Y si el esparadrapo no se cae de todas formas, pues se aprueba la ley pero sin que se note mucho.
Ejemplos de esta actitud tan austriaca de mirar para otro sitio, taparse la nariz y silbar como si no pasara nada los hemos tenido estos días con el proyectado centro de refugiados que aún sigue dando guerra ¿Se hará? ¿No se hará? ¿Se sustituirá el proyectado centro grande por varios pequeños de manera que la población piense que no se ha hecho nada?
En cuanto al segundo caso que yo ponía, el del matrimonio gay, la coalición social-conservadora aprobó, in extremis, en las últimas sesiones parlamentarias del año pasado, la entrada en vigor de una versión muy, pero que muy descafeinada, del matrimonio gay -sobre todo si se compara con la celtibérica-. Los conservadores, que habían apoyado en principio una versión mucho más amplia de lo mismo, se echaron atrás en el último momento alegando que, en el campo (en Austria, que es un país pequeño, el campo empieza cuando termina el término municipal de Viena) el matrimonio gay violentaría enormemente los sentimientos de los pobres e inocentes habitantes de las provincias. En fin. La ley entró en vigor sin adopción y con algo que muchos gays consideran humillante: la creación de un estado civil especial sólo para las parejas que utilicen esta nueva modalidad de “emparejamiento” (así sería más o menos la traducción literal de la figura creada). También se prohibía cualquier tipo de ceremonia civil que pudiera asemejar la nueva unión a un matrimonio de los de toda la vida. O sea, y siguiendo la manera de proceder más arraigada en los gobernantes de esta nación: matrimonio gay sí, pero que no se note mucho.
Desde la entrada en vigor del nuevo estado civil, el municipio de Viena marcó una diferencia al ofrecer a aquellas parejas de hombres y mujeres que quisieran casarse, poder hacerlo fuera de los lugares designados por la ley. Por ejemplo, en el Prater –la noria, una boda giratoria- o en la Gloriette del Palacio de Schönbrunn. La noticia es que, durante el mes de enero, sólo 76 parejas en toda Austria han aprovechado la posibilidad de oficializar su relación ¿Será porque la ley es una birria?
2 comentarios:
Yo siempre había creído que Austria era un país más adelantado que el nuestro. Pero ese mito ya se me cayó poco después de llegar aquí.
Hola!
Muchas gracias por tu comentario.
No creo que sea una cuestión de más o menos avance sino que los avances, en este país calan de manera muy heterogénea según la zona en la que vivas. Y eso también pasa en Celtiberia. No todo el monte es Barcelona ni Madrid.
Saludetes
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