El arte de la pintura
4 de Febrero.- El día 15 de Diciembre de 1675 fue un día de invierno más para la mayoría de los habitantes de la ciudad holandesa de Delft. Sin embargo, la mujer y los once hijos de Johannes Vermeer no llegaron a olvidarlo. En esa fecha falleció el que, con el paso de los siglos, iba a convertirse en uno de los pintores antiguos universalmente indiscutibles. A su temprana muerte, a los cuarenta y tres años, este artesano relativamente modesto estaba muy lejos de ser lo que, en la época, se consideraba un hombre de éxito. De hecho, murió ahogado por las deudas. Quizá precisamente por lo que ha hecho que sus obras tengan, hoy en día, un valor incalculable. Vermeer era un pintor lento y concienzudo. Solo se conservan de él entre 33 y 35 cuadros (aunque se sabe que pintó algunos más, hoy perdidos, debido a que han quedado rastros de su existencia en antiguas actas de subastas).

Incluso el que quizá sea su lienzo más famoso, y que hoy le trae a Viena Directo, el titulado El Arte de la Pintura, también se consideró perdido durante mucho tiempo, siendo atribuida su autoría a un paisano de Vermeer, el oscuro pintor Pieter de Hoochs.

El cuadro muestra a un pintor de espaldas mientras retrata a una muchacha disfrazada de Clío, la musa de la Historia. En primer plano, unos cortinajes que nos convierten en voyeurs, y que se derraman opulentos sobre un suelo en forma de damero. De fondo, un mapa de los Países Bajos. Poco más puede verse a simple vista en un cuadro que ha inspirado a artistas tan dispares como Peter Greenaway o Salvador Dalí.

Pocas cosas se saben de la obra en tanto que objeto. Como todo lo que concierne a la vida de Vermeer, el cuadro parece estar envuelto en una suave neblina. Solo parece seguro que era el trabajo del que más orgulloso se sentía el maestro de Delft. De hecho, lo tenía colgado a la puerta de su taller como muestra de lo hábil que era con los pinceles. Cuando el artista falleció, su viuda intentó por todos los medios conservar el lienzo pero, como el resto de las posesiones del difunto, fue pasto de los acreedores.

Tras pasar de mano en mano durante casi doscientos años, El Arte de la Pintura fue adquirido en 1813 por el conde de Czernin (que incluso lo compró sin saber que le acababa de tocar un Vermeer en la tómbola de la vida, asunto que no se aclaró hasta 1860); permaneció colgado en su palacio durante 137 años hasta que, en 1940, los nazis obligaron a uno de los descendientes del conde, Jaromir Czernin, a vender la pintura por 1.600.000 marcos, a modo de chantaje por garantizar la seguridad de la familia (si no estoy equivocado, la esposa de Czernin era judía). Los Czernin evitaron el campo de concentración pero perdieron una de sus más preciadas posesiones. Hitler tenía planeado que, al acabar la guerra, la obra maestra de Vermeer fuera una de las piezas destacadas del museo de arte que planeaba instalar en Linz. La segunda Guerra General terminó como todos sabemos y El Arte de la Pintura terminó, tras pasar por manos aliadas, en los fondos del Kunsthistorisches Museum de Viena.

Durante los sesenta del siglo pasado, la familia Czernin interpuso sucesivas reclamaciones al objeto de recuperar el cuadro, pero fueron desestimadas porque se consideró que la venta había sido voluntaria y que el precio que los nazis pagaron por la tela había sido justo. Sin embargo, la última demanda interpuesta parece que va a prosperar y el KHM ha organizado una exposición que tiene como objeto solo esta obra, quizá como una melancólica despedida a una de las joyas con las que cuenta.

Alrededor del cuadro de Vermeer se han expuesto todo tipo de objetos antiguos y modernos relacionados con la tela. Desde objetos de la época en que fue pintada a esculturas modernas. Nunca una obra de arte estuvo tan bien arropada por otras obras de arte.

Quizá dentro de poco el cuadro vuelva a la familia que lo poseyó durante tantas generaciones y sólo sea posible verlo en contadas ocasiones, o en libros. Hasta entonces, sin embargo, nos consolaremos con verlo en el KHM.

3 comentarios:

Jorge dijo...

Y digo yo... ¿el sentido común no nos dicta que este cuadro tiene que estar en un museo?

En fin sin más.

Un abrazo Paco!

P.D.: Por lo menos he tenido la suerte de disfrutarlo en directo :)

Yo, el Duque dijo...

Es lo que tiene esto de la mano larga nazi...En todo esto a Austria aún le queda mucho que aprender de Alemania. Un abrazo

Paco Bernal dijo...

Hola a los dos:

Gracias por vuestros comentarios:

A Jorge: pues parece ser que no es tan evidente que algo así debiera estar en un museo. Supongo que el cuadro vale muchísimos millones y que, usándolo como garantía, la familia Czernin puede ser muy rica. Yo por si acaso me acercaré a verlo uno de estos días.
Un abrazo

A El Duque: pues va a ser que igual tienen que aprender los austriacos y hacer cuenta nueva, porque la verdad es que salimos por una pérdida anual. La Adele de Klimmt, luego este...En fin: que no ganamos para sustos.
Un abrazo