La ministra austriaca frau Maria Fekter (foto:APA)
Mudanzas
21 de Febrero.- Ahora mismo, estoy sentado en el suelo. De fondo, suena Radio Wien –una canción de Abba- y a mi alrededor, la casa, sin muebles, espera la transformación. Escribiré este texto y, como todo lo demás, el ordenador y los artefactos que me comunican con el mundo irán a parar a una caja, y la caja a cualquiera sabe dónde. Los vecinos, amabilísimos, se han ofrecido a hacerse cargo de parte de los restos del naufragio –sólo de pensar en cargar según qué cosas al desván hacía que me temblaran las canillas- y, dentro de un rato, vendrán mi primo N. y su B. para terminar de echar una mano con los chismes que quedan.
Como siempre en estas ocasiones, mientras uno carga trastos que compró una vez y que duda mucho de volver a necesitar, hace votos de vivir con mayor modestia en el futuro, abomina de la acumulación de bienes materiales y se acuerda de los dudosos ancestros de los diseñadores de IKEA. Esa raza dañina de personas cuya única misión consiste en fabricar muebles de hormigón que, sin embargo, a primera vista, parecen de madera.
Mientras tanto, en la localidad burgenlandesa de Eberau se está desarrollando un referéndum en el que los vecinos expresarán su voluntad a propósito de la instalación del centro para refugiados del que hablábamos hace unas semanas.
Es bastante improbable que los resultados de la consulta se conozcan. Los locales de votación se mantendrán abiertos hasta las diez de la noche, porque una parte de los habitantes de Eberau con derecho a voto están en estos momentos de excursión en una estación de esquí. Sin embargo, parece que los honrados burgenlandeses se manifestarán en contra de la construcción del centro. Sólo el párroco ha expresado públicamente que votará a favor y el tema de su homilía de hoy es bastante previsible. El otro día, salió en las noticias, sonriente, tímido y algo melífluo, explicando que los políticos han hablado a las cabezas pero que él tiene la esperanza de que Dios hable a los corazones (amén). Aún así, el jefe del grupo municipal conservador estimaba que alrededor del 85 por ciento de los votantes pasará ampliamente de los consejos divinos. Los viejos del lugar, interrogados por un equipo de televisión desplazado a la zona, preferían no expresar su opinión y seguir jugando al schnapsen –esa variante local del póker que es la brisca de los viejos austriacos- . Los silencios, eso sí, eran la mar de elocuentes. La ministra encargada de la cosa, Frau Fekter, ha hecho pública su voluntad de respetar el parecer de los habitantes de Eberau. Pero, en su carta no ha indicado qué es lo que piensa hacer si los Eberauenses se cierran en banda y le hacen el mismo gesto que Aznar a los planes ministeriales.
Sin embargo, el río revuelto asegura la ganancia de los pescadores más desaprensivos. Poco antes de su tradicional arenga del miércoles de ceniza, el ultraderechista Strache filtró el insidioso rumor de que, para el caso de que los habitantes de Eberau se declaren en contra de la instalación del centro para refugiados, la municipalidad vienesa tiene el plan secreto instalar uno en el término de la capital danubiana. Hay que aclarar que estamos en plena campaña electoral a la alcaldía vienesa y que Strache se presenta para intentar arrebatarle la mayoría absoluta al socialista Häupl con un programa y unos eslóganes que ponen los pelos de punta pero que, en contra de la lógica, hacen que una parte de los votantes transalpinos baile el aserejé de gusto. También en Eberau, seguramente.
2 comentarios:
Me llena de esperanza saber que aún queda algún cura como Dios manda. Oí hablar a la ministra hace unas semanas y me pareció fantástico la rotundidad y la decisión con la que se reafirmaba en este tema tan poco popular. ¡Muchos tendrían que tomar ejemplo! :)
Hola guapa!
La verdad es que el cura este de Burgenland era un tipo muy razonable. De todas formas, tomar decisiones impopulares es una cosa que a todos nos cuesta. Nos gusta tanto que nos quieran...Pero claro, eso en un político, es peligroso.
Besos
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