Un trozo del Universo paralelo que descubrí ayer
Universos paralelos
20 de Febrero.- El primer mandamiento de un bloguero es que, una vez fijado el ritmo de publicación, se debe defraudar a los lectores lo menos posible. Y es que, con lo que cuesta en estos tiempos encontrar a unos lectores tan majos y tan fieles como los que tiene este blog, el bloguero agradecido tiene el deber de dejarse la piel en el pellejo para mimarles.

Sin embargo, y ahí, en cierto modo, está la gracia, a veces hay que hacer auténticas diabluras para que el texto diario llegue a la red. Me da en la nariz que, durante la próxima semana, ese va a ser el caso del que esto escribe y que, cada día, publicar VD se va a convertir en una pequeña odisea.

Por lo pronto, pasado mañana vienen dos señores austriacos a la casa de uno con el propósito indisimulado de acuchillarle (el parquet) y, después, barnizarlo. Esto ha obligado a desalojar la humilde morada en donde, cada día, se cocina VD. Ahora mismo, escribo en una habitación prácticamente vacía, excepto por una silla en la que se apoya el ordenador, y una aspiradora, con la que he ido limpiando la polvareda que siempre se levanta cuando se mueven muebles que, como paquidermos, descansan normalmente con muy poca pretensión de que se les moleste.

Los gatos andan estresados. Particularmente Pauli que no termina de entender estas modificaciones de su hábitat. Anoche, el pobre animal se me paraba delante y me miraba como intentando que le explicase por qué, de la noche a la mañana, no había alfombras, ni sillas, ni nada de nada. Incluso, se me subió a las rodillas. Cosa que Pauli, que es bastante independiente, no hace prácticamente nunca. Vamos, lo más, en las noches invernales, se aduja a los pies de la cama, a una prudente distancia.

Sin embargo, el acuchillado del parquet y este amago de mudanza, también han producido el sugestivo descubrimiento de un universo paralelo. Mi casa está en el último piso del edificio y, justo encima de donde se desarrolla normalmente mi vida, hay un espacio ignorado y polvoriento. El desván, con sus vigas de madera, sus tejas toscamente unidas por argamasa y, en un muro de carga, un enorme grafiti que indica que, la cubierta original, que data de los cincuenta del siglo pasado, fue saneada en Agosto de 1990 por unos albañiles anónimos que cualquiera sabe dónde están. Como en La Vida de los Otros, resulta curioso pensar que, mientras uno trasiega cajas de un lado a otro, está pasando por encima de la casa de los vecinos de enfrente o que anda sobre el techo del salón. El polvo que recubre el suelo es gris y ceniciento y el olor es muy característico y no lo olía desde la infancia. Es un olor a casa vieja de campo, a trastos arrumbados, a madera al principio de la putrefacción. Es el olor a esa tela metálica (si es que huele) con la que se tapan los gallineros y las conejeras en los pueblos.

Es curioso pensar que, mientras nuestra vida rueda por el plano inclinado del tiempo, hay muchos espacios paralelos, tan cercanos de los que, sin embargo, no tenemos ni idea. Quizá esa es la revelación que sobrecogió el alma gatuna de Pauli. Y de ahí su estrés.

3 comentarios:

Dona invisible dijo...

Vaya, veo que tienes entretenimiento y diversión asegurados... A mí siempre me resulta curioso ver cómo cambia la casa vacía a estar llena. Haz fotos! (bueno, ya supongo que las has hecho).
Nos vemos, entonces, cuando reine la calma :-) Y no te preocupes por el ritmo bloguero, tus seguidores te entendemos de sobras.

amelche dijo...

Suerte con las obras... Y espero que pronto tus gatos, tu blog y tú volváis a la calma.

Paco Bernal dijo...

Hola a las dos!

Gracias por vuestros comentarios.

A Dona Invisible: uy, no veas qué planazo! ajajajajaja. A ver cuándo quedamos para lo del sushi. Dame un toque.

A Amelche: el blog ha vuelt ya a la normalidad, los gatos...Aún están nerviosos.
Gracias por los buenos deseos.

Saludetes