Un hombre bueno

Un dibujo de Tom of Finland que le hubiera gustado mucho al protagonista del post de hoy

6 de Abril.- Cuando mi hermano, su mujer y su hija vinieron a visitarme, una de las primeras visiones que tuvieron de Viena fue la de un señor muy bronceado que sonriente, y en bolas, se acercaba a saludarnos cariñosamente. Por experiencia sé que, el que te presenten a un señor que está en pelota picada cuando tú estás vestido, resulta una situación un poco abracadabrante. No miré pero, conociéndole, seguramente mi hermano no demostró su sorpresa con más allá de un levantamiento de cejas –la clave de la buena educación, en estos casos, es la impasibilidad-, mi cuñada sonrió y mi sobrina, mucho más sabia que los adultos, aceptó la desnudez del desconocido como la cosa más normal del mundo (¿Acaso no vamos todos en bolas debajo de la ropa?).

Cuando hoy me he enterado de la muerte de P., esta ha sido la primera imagen que me ha venido a la cabeza. Supongo que en un intento de defenderme de la pena que me ha causado saber de su fallecimiento.

P. era el dueño de un bar gay (rama leather) que está en una esquina de mi calle y era tan atento, tan servicial y tan cariñoso, que formaba parte del microcosmos del barrio (de hecho, me he enterado de su muerte por la vecina de abajo, un sol de señora, por cierto, que también le conocía). Entre sus virtudes, yo creo que la mayor, aparte de una inocencia prístina que le permitió pasar por esta tierra pensando siempre bien de todo el mundo, P. se caracterizó toda su vida por su coherencia. A P. le gustaban mucho los señores, particularmente los que parecían sacados de un dibujo de Tom de Finlandia, y él se paseaba por las calles de esta ciudad con su bigote característico (ya entrecano) y vestido como si fuera a salir de gira el día menos pensado  con los Village People (haciendo el papel, por supuesto, del policía).

Como, por la naturaleza de su local, trabajaba de noche, era raro verle antes de las doce de la mañana pero, en su mes de vacaciones, cerraba el bar y se iba puntualmente todos los días a disfrutar del sol como su anciana madre (residente en la República Checa) le puso en este mundo. (Ahí fue cuando mi hermano, su santa y Ainara se lo encontraron).

No recuerdo la primera vez que entré en su establecimiento (debió de ser alguna de bastante graduación etílica allá por finales de 2005 o principios de 2006) pero luego, al ver que, fuera del decorado, el ambiente no tenía nada de sórdido –raro sí, la verdad, pero sórdido no- lo cierto es que iba de vez en cuando a tomarme una cervecilla (momento que él aprovechaba para encargarme after shave de Loewe, que era su preferido); alguna que otra vez incluso con mi primo N.

Al entrar, P. siempre te saludaba con dos besos y, a pesar de su estilo de vida, un tanto dickensiano como todo lo que le concernía, nunca, nunca, nunca, se olvidó del nombre de ninguno de sus clientes. En navidades, intercambiaba recetas de galletas con los parroquianos y, en las noches de menos bulla (las más, en su bar) te enseñaba las fotos de la familia checa. A los españoles siempre nos decía un par de palabras, sonriendo orgulloso como un chaval que se sabe la lección, porque su pasión era Sitges y, como era muy tolerante, siempre tenía una palabra cariñosa lo mismo para el novio que para la novia. En fin: una joya de persona.

Cuando llegué y después, P. fue una persona que siempre me trató cordialmente (algo que yo necesitaba mucho en aquellos momentos, algo que se necesita siempre) y, aunque la gente me miraba raro, no me importaba saludarle en el metro, por la mañana en verano, cuando yo iba camino del trabajo y él de la Donau Insel , con sus vaqueros cortados a la altura mínima imprescindible para taparle las vergüenzas, su camiseta imperio, su gorra de cuero y su mochila de colegial. Es más: me sentía muy orgulloso de poder contar con la amistad de aquella persona tan sumamente buena .

P. falleció el domingo a causa de un infarto. Una muerte rápida y espero que indolora. Una gracia de Dios para alguien que, durante toda su vida, sólo quiso servir a los demás.

4 comentarios:

´´Saray´´ dijo...

Me ha dado mucha pena esta historia :( espero que además no fuese joven.
Descanse en paz.

el herpato dijo...

El otro día puse el comentario pero veo que no se publicó. Lo repito como homenaje a esta persona.

Recuerdo que fuimos al Danubio a tomar algo. Ainara se escapó y fue en su dirección. Cuando fui a por ella, entabló una conversación conmigo (recuerdo que la conversación trataba de lo majo que eres y me dijo que te apreciaba mucho).
Durante la conversación, el estaba desnudo y Ainara y yo no. Sin embargo, hizo que lo que podría haber sido una situación brusca no lo fuera en absoluto. El respeto y la naturalidad con la que me trató hizo que me olvidara de que él estaba desnudo (o de que yo estaba vestido). Me cayó muy bien.

Descanse en paz.

con Ka dijo...

Vaya, lo siento Paco. Tal y como lo describes, P. debió de ser una persona de lo más interesante. Una vez más, seguro que las apariencias engañaban.

Paco Bernal dijo...

Hola a todos:

Gracias por vuestros comentarios.

A Saray: es una pena, pero sí que era joven. Creo que tenía unos 52. Una lástima.

A mi hermano: de ti fue el primero del que me acordé. Qué majete era el P., joé.

A K. la verdad es que era una persona peculiar y, en este caso, sí que las apariencias no eran el mejor medio de juzgarle.

Saludetes