12 de Junio.- En la casa de mis padres estuvo hasta hace poco una colección de libros que se llama “Pueblos de la Tierra”. De la editorial Salvat, sin no recuerdo mal. Son diez tomos en los que se muestran diferentes grupos étnicos. El décimo, por ser el que tenía más ilustraciones, lo frecuenté mucho durante mi infancia. En él guardaba mis posesiones más preciadas, como mi colección de billetes antiguos o un reportaje del Diez Minutos que cuenta rodaje de Indiana Jones y la Última Cruzada en tierras de Almería
Los artículos de la colección estaban firmados por prestigiosos profesionales de la etnología y de la sociología. Rezumaban, en general, un moderado pesimismo, de muy buen tono en aquellos mediados de los ochenta, en los que parecía que o bien el loco de la Casa Blanca o bien el loco del Kremlin iban a apretar un botón rojo y a hacernos polvo a todos.
Una de las cosas que se me han quedado grabadas de uno de aquellos artículos, quizá del dedicado a los indios Yanomami, es que el pudor, lo que consideramos inofensivo que los demás vean y lo que no enseñaríamos por nada del mundo, responde, en gran parte, a un convenio social.
El articulista mostraba, por ejemplo, fotos de un grupo étnico de Oceanía en el que es perfectamente normal que los varones vayan con los testículos al aire, pero en el que el pene se cubre con una funda de calabaza porque se considera indecoroso mostrarlo. Asimismo, luego he sabido que, en oriente, se considera inofensivo mostrar todo el pecho de la mujer menos el pezón el cual, incluso en las revistas pornográficas, se tapa con un cuadrito negro. Los chinos hacen de vientre en jocosa asamblea y los hombres árabes se pasean por las ciudades cogidos de la mano y a nadie se le ocurre que vayan a desfilar en el próximo orgullo.
El otro día, abundando en lo de Antounio, en nuestra reunión juevesina habitual, comentaba uno de los comparecientes que a él la población aborigen le desconcertaba un tanto (en lo de los rituales amorosos) porque, según él, los pudores están cambiados.
De los Alpes para abajo, el pudor está en el sexo y se habla (aún) del tema con un cuidado tremendo. Sólo se le cuentan las intimidades de cama a personas a las que les donarías un órgano vital y, a veces, ni eso. Sin embargo, los sentimientos pasan sin problemas esta aduana y, después de dos cervezas, le explicas a tu compañero de barra lo que sientes por esa secretaria que trabaja en tu misma planta y a la que quisieras hacer madre de tus hijos.
En cambio, en Austria es justo al contrario. El sexo es un tema del que se habla de una manera que, a los españoles, nos parece directamente escandalosa. Por lo poco sutil, me refiero. Para que mis lectores se hagan una idea, el tema está a la altura de las habilidades culinarias. O sea, que según el grado de frescura, no hace falta tener una intimidad familiar o amistosa estrechísima con tu interlocutor/a para que te informe de todos los pormenores que constituían el curro de la Doctora Ochoa.
Además (y esto lo hemos hablado en otras ocasiones) los austriacos tienen una actitud hacia el sexo muy desenvuelta, que permite que sea más o menos aceptado socialmente el acostarse con alguien como mero ejercicio gimnástico y sin que tenga nada que ver con el amor (aunque, en las generaciones más jóvenes se está dando un curioso retroceso hacia posiciones más conservadoras). En cambio, un austriaco o una austriaca tienen por lo general muchos más problemas para hablar de sus sentimientos y, hablando del tema, se sienten tan vulnerables como cuando nosotros comentamos lo que hacemos o dejamos de hacer con nuestras parejas en la secreta intimidad de las alcobas.
3 comentarios:
Muy curioso lo que nos has contado. Yo creo que aquí en España, en el tema del sexo, cada vez nos parecemos mas a los austriacos, jejeje.
Yo particularmente no hablaría de lo que hago o dejo de hacer, absolutamente con nadie, primero porque lo considero algo muy íntimo, no tabú, eh!, y segundo porque no solo es mi intimidad tb es la de la otra persona. Quién soy yo para desvelar su intimidad?
Gracias por responder a mis preguntas pero no has satisfecho mi curiosidad.
Un abrazo
¡Esas enciclopedias de nuestros padres!
Hola:
A Chus: aquí la verdad es que la gente habla de estas cosas con un desparpajo que no veas. Yo tampoco lo haría, pero pesa mucho la educación, supongo. Y ese matiz de cosa secreta y vagamente culpable que el sexo sigue teniendo en Celtiberia.
A Amelche: ya te digo jajaja
Saludos
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