Un príncipe, un dentista


29 de Julio.- Estos días, en Austria, se habla mucho de los inmigrantes. Particularmente, de los temidos procedentes de los países del este de Europa: una gente que, sin saberlo, refresca los miedos ancestrales de los austriacos hacia esos presuntos bárbaros que vienen del frío a violar a las mujeres y a pasar a cuchillo a los hombres.

Hace unos días, el ministro de lo Social, Sr. Hundstorfer, levantó la liebre al asegurar algo que no se le escapa a cualquiera que tenga dos dedos de frente: Austria, lo mismo que todas las economías occidentales –la española incluida- necesita inmigrantes.

La baja tasa de natalidad (en Austria, 1,4 niños por mujer) y la buena expectativa de vida indican que, si se quiere mantener el nivel de bienestar social actual, los estados tendrán que incorporar a su mercado laboral a nuevos trabajadores.

El Sr. Hundstorfer calculaba que las necesidades de inmigrantes de Austria de aquí a 2030 se cifrarían en 100.000 personas. Una cantidad que, a los partidos de la oposición, particularmente al xenófobo FPÖ, le parece exhorbitante.

Por otra parte, está claro que, con unos criterios migratorios laxos, salen perjudicados los obreros menos cualificados. Por decirlo claramente: todo el mundo sabe fregar y cuidar personas dependientes (ancianos o niños) y, si no tiene otra cosa, lo hace: para muestra, este que está escribiendo.

Por eso, el Gobierno austriaco parece haberse fijado como objetivo el optar a la parte más jugosa del pastel: los obreros especializados. Para ello, se está intentando ordenar el tráfico de trabajadores (o, lo que es lo mismo, sustituir la moratoria de la Unión Europea que vence en 2011 por leyes restrictivas). Y ya que no se puede obstaculizar la movilidad de las personas por el territorio de la Unión, la idea que ha tenido el Gobierno austriaco es la de desincentivar la contratación de trabajadores extranjeros en condiciones lesivas para los intereses de los aborígenes.

En primer lugar, con la llamada Rot-weiss-Rot karte (Tarjeta Roja-blanca-roja) que identificaría a la persona como trabajador inmigrante. Y después con una ley anti dumping. El dumping, para aquellos de mis lectores que no estén familiarizados con los términos económicos, consiste en elaborar un producto o contratar un servicio por debajo de su coste real para hundir a la competencia.

La ley antidumping de los sueldos garantizaría teóricamente que no se pudiera contratar a un trabajador extranjero por debajo del coste de un trabajador autóctono, minimizando así el efecto a la baja que la inmigración tiene siempre sobre los salarios.

El debate está abierto: los empresarios, naturalmente, se han escudado en la libertad teórica que les asiste de contratar a quien le parezca al coste que les salga de los balances (al fin y al cabo ¿Quién dice cuál es el sueldo que se le pagaría a un aborigen? Es una materia tan lábil y tan nebulosa...)

El FPÖ a través de Strache, ha anunciado su intención de iniciar una campaña gemela a la que, en los años 90, protagonizó el difunto Haider. “Los austriacos primero” sería su lema y, en la mejor tradición del nazismo, que goza de tanto predicamento entre algunos miembros de las filas azules (véase Frau Rosenkranz), intentaría que se impusiera que, ante una oferta de trabajo, un austriaco tuviera prioridad.

Asimismo, el FPÖ es partidario de dar ayudas a la natalidad para que los 100.000 inmigrantes que se necesitan en opinión del Sr. Hundstorfer fueran sustituidos por otros tantos niños y niñas arios los cuales, por supuesto, merced a la conocida inteligencia superior de los austriacos puros, serían todos protésicos dentales antes de haber terminado el jardín de infancia.

Amén.

2 comentarios:

Dux dijo...

Joer como está el patio, margrave!
Uno se va unos días fuera y aquí montan un totum revolutum. Es que no descansa en verano esta gente??

Dux dijo...

Joer como está el patio, margrave!
Uno se va unos días fuera y aquí montan un totum revolutum. Es que no descansa en verano esta gente??