20 de Febrero.- La máquina fotográfica con la que el hombre de la foto está posando (involuntariamente, sospecho) es un aparato de fuelle fabricado en 1955. Puedo afirmar que el dispositivo desprende un agradable olor a máquina de escribir, sin duda por la grasa con la que están lubricados los mecanismos que permiten que su película, de algo menos del doble de ancho de la normal, pase por los trinquetes que la llevan frente al objetivo.
También he mirado por el visor. Si se observa la realidad a través del rectángulo que permite al fotógrafo componer la imagen, esta adquiere un bonito tono rosáceo que le permitió a su primer propietario creer en los milagros de la posguerra mundial.
El hombre de la foto (espero que no le moleste que la haya utilizado) es T., un amigo de Salzburgo que ha estado visitando la capital durante este fin de semana junto a su santa, M.
Como siempre, ha sido un placer tenerles aquí y guardo para mí muchos recuerdos agradables. Entre ellos, el de la compra de la cámara en cuestión.
Daba contento ver a T. escudriñar las ruedecillas de la máquina, gusto cómo el dependiente le miraba también, mientras el cliente se familiarizaba con las posibilidades del aparato. Proporcionaba paz y tranquilidad la conversación sobre distancias focales, mecanismos de enfoque, años de fabricación, repuestos para otros aparatos. A todas luces, el vendedor estaba encantado de tener un cliente tan informado, y el cliente feliz de haber encontrado lo que buscaba. Ajustado el precio, cambiado el importe de manos, estaba claro que las dos partes habían recibido lo que, en economía, se llama „utilidad“. O sea, que los dos sentían el placer de estar razonablemente satisfechos con el intercambio.
Yo, que soy un hombre que no se siente capaz de envidiar nada, he sentido sin embargo algo parecido al pinchazo de la nostalgia al escuchar hablar a M. de su vida de estudiante. Profesores, apuntes, compañeros. No hay más que escucharla para darse cuenta de que, aunque es fatigoso, le encanta lo que hace. Da gusto también intercambiar con ella recetas para hacer que los alumnos aprendan mejor español, tarea no siempre fácil; y, como siempre, resulta un placer comprobar que uno no está solo en la capacidad de interesarse (y de entusiasmarse) por las cosas.
(Por no hablar de que, gracias a M., he descubierto un local de Muesli que tengo que probar un día de estos).
Ha sido un fin de semana de fotos (alguna de las cuales dejo aquí), de risas, de agradables conversaciones sobre libros y películas. Hasta pronto, chicos.
2 comentarios:
Tarde, pero aquí estoy... :) Un placer también para nosotros, como siempre. De vuelta en el tren decíamos que tenemos mucha suerte y somos muy felices por conocer a gente tan maja. Echaremos de menos la conversación interesante aunque pronto podremos retomarla :)
Sobre la cámara, el primer carrete está ya expuesto y manyana sale de camino al laboratorio, estoy curioso a ver qué sale!
Hola, campeón! Seguro que salen unas fotos estupendas y si no...ya sabes lo que hace el Übung :-)Yo no tengo dudas en que terminarás convertido en un Meister del formato medio.
Abrazos
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