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18 de Agosto.- En Francia, en algún punto camino de Rouen, paré a comer en un restaurante que estaba al lado de una gran superficie comercial. No se me olvidará porque, en un país en donde todo el refinamiento culinario parece tener su acomodo, creo que no he comido nunca verduras tan pochas, patatas fritas más plastificadas y pan más correoso. Baste decir que sólo pude tragarme aquello tapándole el sabor a base de mucha mostaza de Dijon.
Cuando terminé, decidí que mi hazaña gastronómica merecía un premio y, al ver que la superficie comercial era un Carrefour, y en los Carrefoures, aparte de botes de Colón, hay libros y deuvedés, pensé que la mejor manera de premiarme era llenar la cesta de productos culturales.
Qué festín.
Compré varias temporadas de mis series favoritas; Toro Salvaje, que guardo para una ocasión especial y Encuentros en la Tercera Fase, de Spielberg. Esta última ya la he visto, por cierto, y me ha curado del espanto que sufrí cuado la vi por primera vez, teniendo seis o siete años. Es un peliculón a pesar de que, en él, está Richard Dreyfuss ( una de mis fobias cinematográficas más consistentes gracias a mi profesor de religión del bachillerato, que me obligó a sufrirle en un bodrio que se llama “Mi vida es mía” en el que Mr. Dreyfuss da rienda suelta a todo el histrionismo que Dios le ha dado, que es un chorro).
Pero quizá, la mejor compra fue la primera temporada de Dexter. Lo mejor que he visto desde Mad Men.
Dexter es la demostración de que, a pesar de que no hay nada nuevo bajo el sol, si se combinan los viejos elementos con la suficiente inteligencia, la mezcla resultante puede parecer flamante y atractiva. Porque Dexter es, ante todo, una brillantísima ensalada de referencias intertextuales.
Me explico: en primer lugar, Dexter es una magistral vuelta de tuerca al tema del superhéroe que tiene que permanecer escondido para poder seguir haciendo el bien (o así).
Nuestro protagonista, como Supermán, tiene una capacidad que raya en lo sobrehumano (la de matar sin levantar sospechas, la ausencia total de sentimientos de culpa o de cualquier otro tipo). Un superpoder que no resulta muy presentable socialmente pero con el que, inmediatamente, nosotros, los espectadores que no mataríamos a una mosca, nos identificamos. Dexter no mata indiscriminadamente, elige sus víctimas de acuerdo a un sólido código que sólo se puede calificar de moral.
Gracias al punto de vista que toma la serie, en el que se nos permite ser tan inteligentes como Dexter a base de gozar de la misma información precisa que el posee, el forense de Miami pronto nos cae simpático y no nos apetece nada que le pillen, para poder seguir disfrutando de la adrenalina que nos proporciona.
A un nivel inconsciente, quizá por el ánimo justiciero, laborioso y “profesional” con el que se cepilla a sus víctimas pero, sobre todo, porque intuimos que, de entre todos los personajes que se nos enseñan, Dexter es el único que es consciente de las reglas que rigen el mundo en que se mueve.
Mientras que todos los demás personajes (la hermana,LaGuerta jefa de homicidios, el policía negro, el policía sudamericano) están atrapados, entorpecidos, en la red de la afectividad, Dexter es el único que carece de ataduras y, al tener que fingirlas, se ve obligado a analizarlas, a comprenderlas, y con ello, a defenderse de las asechanzas y los peligros del sentimiento.
Otra referencia intertextual obvia cuando se trata de Dexter, es Entrevista con el Vampiro. Dexter y la película en la que Tom Cruise dio una de sus mejores interpretaciones tienen muchas cosas en común. La voz en off, el calor tropical, la sangre a troche y moche, la oscuridad, el personaje del asesino (vampiros unos, verdugo el otro), el romanticismo del personaje que crea sus propias reglas en un mundo endurecido y brutal. Sin embargo, mientras que la película de Neil Jordan era una metáfora más que obvia de la homosexualidad, Dexter es, ante todo, un catálogo de las relaciones humanas en este convulso y deformante principio del siglo XXI.
2 comentarios:
Para tu próximo viaje a Francia, los restaurantes courtepaille, suelen estar bastante bien, me refiero calidad precio. No es la exquisitez de la gastronomía francesa pero tampoco es comida basura, como algunos de los que te encuentras en las areas de descanso o en el acceso a las ciudades.
Un abrazo
PD. No veo mucho la tele, por eso de las series no opino.
Gracias por el consejo, me lo apuntaré. Dexter te gustaría. Es una serie muy bien hecha. Y no te olvides de Mad Men. Te compras los DVDs y tan ricamente.
Un abrazo :-)
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