El infierno son los otros

Archivo VD

26 de Agosto.- En toda sociedad existen tabúes. Los miembros de la sociedad se relacionan con ellos condenándolos a ese espacio que  los adultos destinamos a los sobreentendidos. Estas cuestiones silenciadas son como peces que nadan en las profundidades de nuestra vida y salen rara vez a la superficie de las conversaciones. Cuando, por casualidad, lo hacen, revelan esa parte de nuestras creencias que nos conectan con lo más atávico, con lo brutal que está presente en todo grupo humano bajo la capa tranquilizadora de lo políticamente correcto.

En Austria (sobre todo en la Austria rural) como hasta hace poco tiempo también sucedía en España, uno de esos tabúes son las personas que tienen algún tipo de minusvalía psíquica. Hoy, el Kurier traía las declaraciones de Maximilian D., uno de los 2400 habitantes de una pedanía de la comarca de Braunau, en la región de Inn. Una zona cercana a la frontera con Alemania.
Para explicarse el aislamiento en que vivía una de las familias residentes en la localidad, Herr D., como si fuera la cosa más natural del mundo, adujo ayer que todo el mundo pensaba que los padres se sentían avergonzados (würden sich für ihre Kinder mit ihrem Handicap schämen) del (por lo demás ligero) retraso mental de las dos hijas. Por eso, no se dejaban ver en público con ellas. Todo el mundo suponía también que las chicas, debido a su discapacidad, se habían convertido también en personas introvertidas a las que no les gustaba relacionarse con la gente.
Este tranquilizadora creencia comunitaria hizo posible que “Friedl”, como le llaman sus conocidos, pudiera maltratar durante cuarenta años física, psicológica y sexualmente a su mujer y a sus dos hijas, las cuales son hoy dos señoras de 45 y 53 años. La madre murió en el año 2008.
El caso se ha descubierto por casualidad y guarda un siniestro parecido con el de Joseph Fritzl, conocido como El Monstruo de Amstetten.
En mayo, una trabajadora de la Cruz Roja encontró al hombre en el suelo de una de las dependencias de la casa conocida como “Ribiselvila”, vivienda que compartía con sus dos hijas de mediana edad, y la situación le pareció suficientemente sospechosa como para alertar a la policía.
Las dos mujeres, que eran extrañamente dependientes de su padre octogenario, le contaron a la cuidadora que el hombre se había caido dos días atrás y que, como no se podía levantar, simplemente le habían dejado allí. La cuidadora comprobó que las hermanas vivían hacinadas en una sola habitación de la vivienda, rodeadas de todo tipo de objetos de desecho, en unas condiciones lamentables. Los servicios sociales se hicieron cargo del padre, que fue llevado a un establecimiento sanitario. Fue entonces cuando las trabajadoras sociales consiguieron ganarse la confianza de las dos hermanas yse descubrió el horror.
En 1970, el dueño de la casa, hoy en prisión, encerró en una habitación de su vivienda a su mujer y a sus dos hijas, y las esclavizó sexualmente durante cuatro décadas, amenazándolas de muerte si contaban lo que sucedía entre las cuatro paredes de su domicilio. Las víctimas han declarado que el tirano las intimidaba con diferentes armas e instrumentos de labranza, y que vivían bajo un terror tal que la madre, en su lecho de muerte, les hizo jurar que guardarían el ominoso secreto que les ha destrozado la vida.
Durante las cuatro décadas que duró su cautiverio, el hombre llevó una vida normal de puertas para fuera, acudiendo con regularidad a la taberna del pueblo, situada junto a la gasolinera. Los parroquianos se muestran hoy muy afectados y destacan que el siniestro indivíduo se comportaba siempre de manera normal, que era incluso un tipo risueño (ein Gaudi, ein Lustiger) y que nada, salvo la resistencia que oponía a que la gente transpasase los límites de su casa, hacían pensar nada raro en él.
En cuanto a las mujeres, sus convecinos las veían de vez en cuando, llevando cosas “al contenedor de papel viejo” pero comprendían que, dada su discapacidad, era normal “que no se relacionasen mucho con la gente”.
Hay comentarios que hacen pensar que es verdad eso de que el infierno son los otros.

1 comentario:

Chus dijo...

Me ha gustado la frase d que el infierno son los otros. Estoy totalmente de acuerdo y mas en esta historia. Un abrazo