G+ (o sea: gustar más)


Todos aspiramos a gustar (Archivo Viena Directo)

14 de Septiembre.- Querida Ainara: el lunes volviste a empezar el colegio.Me cuenta tu abuela que, cuando terminó el primer día de clase, saliste y te abrazaste muy seria a tu abuelo, mi padre, como si le estuvieses diciendo “Abuelo,líbrame de este horror; no quiero volver ahí dentro con esas pécoras” pero, conforme han ido pasando los días, te has adaptado bien y este, tu tío, tiene la esperanza de que te convertirás en una buena estudiante.

Si cierro los ojos, Ainara, puedo verte sentada en tu mesa, con otros compañeros, un gigantesco rotulador fucsia en la mano (gigantesco no porque el rotulador lo sea, sino porque tú eres aún pequeña) haciendo fichas, uniendo puntos hasta formar un dibujo. Una mariposa, un payaso, quién sabe si la rodaja risueña de una sandía.
Con el tiempo, Ainara, descubrirás que todos hacemos lo mismo con la realidad de todos los días. El cerebro humano está entrenado para buscar pautas en donde, realmente, no las hay. Como especie, nos intranquiliza echar en falta ritmos, repeticiones, y por eso las buscamos en los sucesos grandes y pequeños de todos los días.
El leit motiv de esta última semana ha sido la palabra “gustar”.
Por una de esas cadenas de coincidencias, varias personas han acudido a mí a preguntarme o en mis cercanías se han desarrollado conversaciones sobre el tema. Dejando aparte las respuestas que he dado, que me he dado a mí mismo, el hecho mismo de tener que pensar en el hecho de gustar y sus derivaciones me ha dado motivos para la cavilación.
Inconscientemente, Ainara, a todos se nos enseña a pensar en nosotros mismos como en productos. Nuestro nombre es nuestra marca y tratamos de posicionarnos en el mercado en el lugar más favorable. En otras palabras: a todos nos gustaría ser el bote de detergente más vendido, la canción más escuchada, la lata de sardinas con más cuota de mercado. La sibilina mentalidad fascista que se cuela por las rendijas de las, aparentemente inofensivas, series americanas, tiene como uno de sus temas fundamentales el “ser más popular”. Y no es raro escuchar a alguna mamarracha creada por la Disney o la MTV quejarse de que “fulanita es la más popular del Instituto” o ansiar unas cotas de popularidad que hagan que varios meapilas jugadores de baseball se peleen por llevarla al baile de graduación.
Todos nos morimos por gustar, Ainara, sin darnos cuenta de que gustar a los demás, gustarse, es parecido a montar en bicicleta: en el momento en que miras las ruedas y te preguntas por qué avanzas, dejas de pedalear y te das la piña.
Es muy peligroso para nuestra estabilidad, Ainara, sustituir la valoración que hacemos de nosotros mismos y nuestros actos por la valoración que hacen los demás.
Uno tiene que acercarse a lo posible al ideal de “gustar gustándose”. No sé si me explico. Y aceptar que, a veces, tenemos que tomar decisiones que no van a ser del agrado de todo el mundo. O sea, no ceder al chantaje de “gustarle a la gente” no pensar que “si no hago lo que ellos quieren no me van a querer” porque, Ainara, aquí entre nosotros: la mayoría de las veces, los otros, no tienen ni la más remota idea de lo que quieren de ti.
En otras palabras: “haz lo que te haga feliz y por lo menos habrá alguien contento”. Quizá lo que tú vendas no tenga vocación de detergente, quizá sea como estas cartas: dirigidas, de manera audaz, al lector más inteligente.
Quizá.
En fin: besos de tu tío Paco, que te quiere desde la distancia.

1 comentario:

amelche dijo...

Es verdad, ¡qué obsesión! ¿Por qué en todas las series americanas sale la tía (o el tío, o ambos, que, por supuesto, son pareja para que la popularidad se concentre más) más popular del instituto? Pero date cuenta de que luego el o la menos popular, pero más inteligente (los más populares suelen ser bastante idiotas en esas series, guapitos, pero sin dos dedos de frente) es el o la que acaba siendo protagonista de la peli porque todo el mundo acaba dándose cuenta de lo inútil que es el o la más popular.