Vida de este hombre

26 de Julio.- Ayer se dio la noticia del fallecimiento de Ulrich Mühe. Probablemente, el nombre solo no le dirá nada a un lector español. Es una lástima que Mühe, que era un actor estupendo, sólo sea famoso en el resto del mundo por su papel en “La vida de los otros”. Hasta ayer, yo sólo había visto algunas fotos, algunas entrevistas, con motivo de la concesión de los Oscar.
Como quien guarda una exquisitez esperando el momento adecuado, había yo guardado “La vida de los otros” esperando un momento oportuno. Una tarde de invierno, con frío y nieve detrás de los cristales, por ejemplo. Ayer, sin embargo, en condiciones bien distintas, ese momento llegó.
Así que me cogí la bolsa de kikos que mi amigo T. me compró en España y que ya anda en sus finales (kikos de El Corte Inglés, kikos de lujo, que voy administrando poco a poco) y me sumergí en la trama. Y “La vida de los otros” es simplemente ESTUPENDA. Un producto con espesor, con textura, con sabor, con un volumen que se levanta en el centro de tu conciencia y te cambia la percepción de las cosas. Una película que, aunque dura, está llena de una poesía que salta de pronto, en los momentos más inesperados. Ese hombre, que no se sabe hacer el nudo de la corbata y que llama en secreto a su vecina para que se lo haga y, así, complacer a la mujer que le espera en el salón de casa para verle con la corbata puesta. Y nosotros ya sabemos que, debajo de esa acción banal hay algo más, porque la vecina...En fin.
Y qué decir de Ulrich Mühe.
Unos ojos azules y empañados. Una gesticulación pulcra y precisa. Una fragilidad que te va sorprendiendo conforme va avanzando la trama (sorpende enterarse de que Mühe era un actor que se había formado y curtido en la comedia).
Y la ropa. Uno recuerda los ochenta a través de la ropa de sus padres. Y en La Vida de los Otros la ropa es antigua (esas cazadoras de hombre con un cuello estrecho,esa gama de grises y de marrones que da la paleta de una década, esos vestidos de mujer, esas blusas a lo Ana Diosdado, con cuello cerrado y broche) pero también es moderna. El diseño de producción de la película es impecable y está siempre al servicio de la trama.
Al acabar “La vida de los otros” uno no tiene la sensación de haber visto una película, sino de haber asistido a algo más profundo: a la lectura de un libro de calidad que le sorprende, que le marca, que hace que su percepción de su vida y de la de los otros cambie. Hace que valores la suerte de estar vivo, y de tener a tu lado a la gente que te quiere.
La Vida de los Otros, según su director contó a los informativos de la ORF, se escribió en Austria, en un monasterio y, de alguna manera, es una película profunda y trascendente, en donde el bien y el mal se confunden y en donde los actos tienen una gran importancia.
Es una lástima que Mühe haya muerto tan joven (tenía cincuenta y cuatro años) porque para la profundidad de sus ojos de payaso triste hubieran sido justas y necesarias muchas más películas. Muchos más momentos de reflexión y de placer.

5 comentarios:

tonicito dijo...

A mi también me encantó "La vida de los otros". Como bien dices, te quedas sentado en la butaca mientras se encienden las luces de la sala con la sensación de no haber visto sólo una película, sino algo más.
Lo siento por Almodóvar y su "Volver" (también una buena película, pero en otra liga), pero este año los miembros de la Academia dieron en el clavo concediéndole el Oscar a "Das Leben der anderen".
Fue gracioso ver como, cuando se supo que había ganado el Oscar, todos los medios austríacos se afanaron en resaltar que el guión se había escrito en Austria, y los orígenes austríacos del director (creo que tiene un tío austríaco). El barrer para casa se da en todas las culturas :)

Marona dijo...

La peli, una de las mejores que he visto últimamente...
Los kikos... ¿sabes que en algunas tiendas turcas también los venden? No serán "gourmet" pero para una emergencia ya valen...
Un saludo!

Anónimo dijo...

En los supermercados Billa tienen kikos. Suelen estar en la zona de productos turcos e italianos, aunque provienen de Castellón. Lo cierto es que están muy buenos: crujientes, con su punto exacto de tostado, salados sin que conviertan la lengua en un estropajo y con algún condimento que los hace más sabrosos.

Paco Bernal dijo...

Hola! Los kikos del Billa efectivamente están muy ricos, pero quería mencionar que mi amigo T. tuvo la fineza de acordarse de mí y regalarme una bolsa que me trajo de España. Los kikos son lo que cantaba Serrat en una de sus raras canciones cursis (una de esas pequeñas cosas que te hacen la vida agradable).
El señor este Von algo, el director de la película, es verdad, tiene un tío austríaco que es monje en un monasterio. Pensaba yo el otro día en el metro que debe de ser tremendo hacer tu primera peli y que le den el Oscar. Después de eso...Puf. Qué responsabilidad :-)

Marona dijo...

Jo, pues en los BILLA de Salzburgo no los venden :(