30 de Agosto.- Me acabo de enterar que ha muerto Jose Luis de Vilallonga. Una de mis pasiones literarias inconfesables. Uno de los pocos autores vivos (salvo Marsé) que sigo releyendo con gusto (ahora que ha muerto seguiré haciéndolo). Y digo bien: con gusto. Sus tomos de memorias -particularmente el tercero- son un placer para el lector. Uno de esos libros que se pueden abrir por cualquier página y disfrutar. Unos libros que no mienten, que no juegan a ser ninguna cosa que no son. Que están escritos con pericia, con justeza, con clase, con seducción. Con el mínimo de picardía que hace falta para que uno se dé cuenta de que todo es mentira pero que hubiera sido una gozada que fuera verdad.
Cada vez me cuesta más encontrar libros así, patrias a las que volver. Modelos que me gustaría imitar.
Del JLV persona opino como de mucha gente cuya obra artística admiro (Picasso, Lola Flores, Victoria Abril...). O sea, como decía Alejandro Sanz (Vaaaale, que a lo mejor me lo merezco, bueeeeno). La calidad artística no tiene por qué ir emparejada con la calidad humana. Supongo que el mundo pierde un gran conversador. Y, en estos tiempos, veloces como un Cadillac sin frenos, la conversación (la buena) es un lujo cada vez más infrecuente.
1 comentario:
Precisamente ahora me estoy leyendo un libro de él. Es impresionante la manera que tiene de enlazar palabras salpicadas de ironía y de contar historias de una manera tan cautivadora.
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