Todo el día en el camino
París, y éste es el fósforo de la maravilla violenta. /Todo es en el relámpago y ardemos sin parar desde el principio /en el hartazgo. Amémonos estos pobres minutos.
15 de Octubre.- Fin de semana memorable en París. Después de cuatro veces de visitar esa ciudad, por fin he podido ver lo que todos los turistas ven. Ya está bien. Que si la catedral, que si los inválidos, que si la torre...Esa. Sí, hombre. La torre esa que es de hierro y de remaches, hombre. Qué cabeza la mía...También he podido comprobar que el infierno debe de ser las galerías Lafayette un sábado por la tarde, por toda la eternidad, viendo jaboneras. En Francia, ese país en el que la mariconadita es religión, había cientos de modelos de jaboneras. Con lo fácil que hubiera sido que sólo hubiera habido tres. Bien diseñadas. Prácticas. Funcionales. Punto. Nada más.
En las Galerías LF también vi el colmo de la pijada (no tengo tiempo ahora de colgar fotos por lo que luego explicaré): abrigos para perros a sesenta euros la pieza más sencilla. Un sindiós, vaya. Por ese precio comía (antes) una familia. Ahora, que la leche y el pan se han puesto al precio de la gasolina sin plomo, lo tendrían algo peor. Pero joé.
También comprobé cómo los franceses vibran, como Rocío Jurado, cuando sus colores son defendidos (aunque sea sin éxito) por los fornidos jugadores de su selección. En la explanada de la Torre esta...Ay, joé, esta tan famosa, que ahora es una antena de televisión también...Qué memoria. Bueno, pues en la explanada de la torre esta, había puestas cuatro o cinco pantallas gigantes para que los propios y los extraños (que en París son casi todos) custodiados por la poli francesa (cada día con más aspecto de batallón de asalto de una novela de Orwell) siguieran el discurrir de la gesta de la selección de rugby. Toma ya.
Perdieron, pero... La verdad es que los franceses de menos de treinta años se lo pasaron genial animando a sus jugadores favoritos que, como son modernos, por cierto, posan sin ropa en calendarios que son el deleite de las francesas (y del diez por ciento, aproximadamente, de los franceses).
Hablando de ellas: se ha puesto de moda en París (y yo lo digo aquí por si a alguna le aprovecha) la moda de llevar pantalones como de sultana de oriente, que marcan las formas y sugieren el resto. La moda para ellos en París, que es la capital de todas las modas, es ahora llevar unos ponchos, esclavinas o capitas hasta la cintura que, si bien te hacen parecer un poco el inspector Clouseau, o te prestan cierto aire de monja enfermera acompañando a un incurable a Lourdes, sustituyen con cierta ventaja al abrigo y te permiten pasear del brazo de la elegida de tu corazón (libros bajo el brazo) con toda la pinta de un estudiante de película de Sara Montiel.
En fin, queridos amigos, dejo ya este recuento de mis fazañas parisinas porque tengo que limpiar mi vivienda (así,así) y hacer la maleta porque mañana, incontestables obligaciones laborales me llevan a Madrid. Con lo cual este blog sufrirá una de sus cíclicas mutaciones y pasará a ser de VD, MD.
Hasta más leer.
PS: Y la torre...La torre...¿Cómo cogno se llamaba esa torre?
En las Galerías LF también vi el colmo de la pijada (no tengo tiempo ahora de colgar fotos por lo que luego explicaré): abrigos para perros a sesenta euros la pieza más sencilla. Un sindiós, vaya. Por ese precio comía (antes) una familia. Ahora, que la leche y el pan se han puesto al precio de la gasolina sin plomo, lo tendrían algo peor. Pero joé.
También comprobé cómo los franceses vibran, como Rocío Jurado, cuando sus colores son defendidos (aunque sea sin éxito) por los fornidos jugadores de su selección. En la explanada de la Torre esta...Ay, joé, esta tan famosa, que ahora es una antena de televisión también...Qué memoria. Bueno, pues en la explanada de la torre esta, había puestas cuatro o cinco pantallas gigantes para que los propios y los extraños (que en París son casi todos) custodiados por la poli francesa (cada día con más aspecto de batallón de asalto de una novela de Orwell) siguieran el discurrir de la gesta de la selección de rugby. Toma ya.
Perdieron, pero... La verdad es que los franceses de menos de treinta años se lo pasaron genial animando a sus jugadores favoritos que, como son modernos, por cierto, posan sin ropa en calendarios que son el deleite de las francesas (y del diez por ciento, aproximadamente, de los franceses).
Hablando de ellas: se ha puesto de moda en París (y yo lo digo aquí por si a alguna le aprovecha) la moda de llevar pantalones como de sultana de oriente, que marcan las formas y sugieren el resto. La moda para ellos en París, que es la capital de todas las modas, es ahora llevar unos ponchos, esclavinas o capitas hasta la cintura que, si bien te hacen parecer un poco el inspector Clouseau, o te prestan cierto aire de monja enfermera acompañando a un incurable a Lourdes, sustituyen con cierta ventaja al abrigo y te permiten pasear del brazo de la elegida de tu corazón (libros bajo el brazo) con toda la pinta de un estudiante de película de Sara Montiel.
En fin, queridos amigos, dejo ya este recuento de mis fazañas parisinas porque tengo que limpiar mi vivienda (así,así) y hacer la maleta porque mañana, incontestables obligaciones laborales me llevan a Madrid. Con lo cual este blog sufrirá una de sus cíclicas mutaciones y pasará a ser de VD, MD.
Hasta más leer.
PS: Y la torre...La torre...¿Cómo cogno se llamaba esa torre?
4 comentarios:
¿De Pisa?
Infiel. Es la torre Infiel. Si lo sabe todo el mundo, hombre...
¡Qué bonito has dejado el blog! Me encanta y fíjate con el asco que me dan a mi los aeropuertos y en tu foto parece un paraje casi romántico
Un abrazo
Endever, y yo que llevo un mes en París y aún no he ido a Lafayette, con ls ganas que tengo de ver mariconaditas de esas, jajaja. Bueno, por lo menos mañana me voy a Père Lachaise a hacer una visita a nuestro amigo Jim Morrison. Saludos
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