La actriz estadounidense Ava Gardner
Memorias de un hombre raro
Bella,/no te caben los ojos en la cara,/no te caben los ojos en la tierra.

29 de Noviembre.- Aprovechando que estaba en el Instituto Cervantes para devolver unos libros (es impagable la paciencia que tiene conmigo esa institución, por cierto) me llevé a casa dos de Fernando Fernán-Gómez. El primero, uno de mis favoritos, como ya dije (El viaje a ninguna parte) y el segundo, la segunda mitad de sus memorias “El tiempo amarillo”, que abarcan desde 1943 a 1987. He leido el libro en menos de dos días. Porque, a pesar de ser un tomo escrito con un estilo moderado, es la historia entretenidísima de una persona que se consideraba a sí misma un fracasado. Pero sobre todo, yo creo que FFG era un hombre raro.
Una vez, caminando por el monte, le pregunté a mi amigo O., psicólogo, cómo sabían los de su oficio si una persona estaba en sus cabales. O sea, si existía algún tipo de baremo para medir la salud mental.
Su respuesta fue, al mismo tiempo, descorazonadora, pero de sentido común. Me preguntó: Paco, ¿Tú crees que estás loco? Y yo: pues no. Y él: pues más o menos si tú crees que eres normal (y quien dice tú, cualquier hijo de vecino) es que estás normal.
Existe sin embargo lo que yo llamo “El clásico caso del loco perfectamente integrado en la sociedad”. Son personas que se encuentran en una zona gris que no es locura ni cordura. Personas que realizan las tareas de su vida de una manera supuestamente normal pero cuya percepción de las cosas no encaja en esa campana de Gauss en la que se sitúa la media más anodina de la población.
En ese sentido FFG era más raro que un perro verde. Un hombre que se guardaba los excesos para los escenarios, que tenía miedo de casi todo el mundo. Con aristas imprevistas de ternura y de sensibilidad que salen en sus memorias, por ejemplo, cuando cuenta cómo conoció a Ava Gardner durante una noche de juerga con Frank Sinatra y Lola Flores.
Fueron al piso de esta última y Ava se sentó a emborracharse con contumacia. FFG se le quedó mirando como quien contempla la encarnación de un sueño y entonces Ava, inexpresiva, se dirigió a él en inglés. FFG, conmovido, intentó hacerle entender que de la lengua de Chéspir no tenía ni idea, y entonces Ava reclamó los servicios de un traductor.
Ansioso, FFG aguardó su veredicto. Dijo el traductor:
-Que dice Ava que si tienes ganas de joder ahí tienes a mi señora que siempre está dispuesta.
(Hay que aclarar que Ava Garder tenía la lengua de un descargador de muelle del puerto de Rangún)
Las memorias de FFG no son profesionales stricto sensu, pero tampoco son personales. Parecen más bien una recolección de recuerdos, no todos dulces, más que el testimonio de una persona que conoció a tanta gente importante. Pero siempre con esa percepción extraña, esa manera personal de unir los puntos del dibujo de la realidad para encontrar un diseño distinto. Raro, vaya.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Benditos raros, que ofrecen un nuevo punto de vista para esta realidad, que a veces parece tan monotona y que no lo es en absoluto.