Un martini invita...A comer ganso
De los claros bosques de la Andalucía,/ ¿quién os trajo a esta castellana tierra /que barren los vientos de la adusta sierra,/ hijos de los campos de la tierra mía?
12 de Noviembre.- Ayer comimos ganso, como está mandao, debido a la fiesta de San Martín. Porque en Austria, queridos lessern und lesserinen, cuando llega San Martin es el ganso el que causa baja y no el cochinete, como sucede en España.
El ganso nuestro era un descendiente directo de los pterodáctilos que poblaron Austria durante las épocas anteriores (muy anteriores) a la aparición del ser humano sobre la tierra planetaria. O sea: un bicho de cinco kilos que no cabía en el horno. Fue sazonado con sus hierbas, y su manzanita y su cebolla metida en la cabidad en la que algún momento estuvieron las entrañas que, en vida, hacían funcionar al ganso por este mundo de Dios (o por esa granja húngara desde la cual inició su camino hacia el Merkur o supermercado).
El ganso, como puede verse en las ilustraciones, fue degustado acompañado de la Roter kraut correspondiente (¿Lombarda?) que por estas tierras se come con sus castañitas caramelizadas y por sus knodel, que son un sustituto del pan que se da mucho por estas tierras. Los que comimos ayer estaban hechos siguiendo la receta de la Tante R. Que es una señora encantadora que nos la cedió porque, aparte de maja, es una cocinera de las que ya no quedan.
La Tante R., es una abuela de cuento, que ya sobrepasa la ochentena. Una mujer de ojos de un azul intenso y una piel blanca y delicada que hoy en día sufre mucho de los pies de resultas de su estancia en un campo de concentración.

Y es que la Tante R., aparte de ser una excelente repostera de las que ya no quedan, es un testigo viviente de la historia de esta Europa que nos ha tocado vivir.
Porque se ha hablado mucho del drama de los judíos en los campos de concentración nazis, pero poca gente sabe que hubo un gran número de germanoparlantes que también estuvieron presos en los campos de concentración que los soviéticos dispusieron en el este de Europa durante la guerra mundial. Tante R, y su familia provienen de una región de Europa (hoy dividida entre Rumanía, Hungría y Serbia) que se llamó Banat. Como dato curioso, decir que entre el 1 de Noviembre y el 15 de 1918, recién terminadita la primera gran guerra, existió una república de Banat que duró lo que una cerilla de cara a un ventarrón. Desde el siglo XVIII, en esta región del planeta se asentaron varias minorías (alemanes, austríacos e, incluso, españoles en pequeño número) que llegaban atraidos por la bonanza del clima y la prosperidad de la agricultura. Cuando estalló la guerra mundial (la segunda), la región fue tomada por los ejércitos soviéticos que deportaron a los hombres a la URSS a currar y a las mujeres y a los niños los metieron en campos de concentración.


La Tante R, cuenta cómo su niño –hoy un señor grandote y cincuentón- se salvó de la malaria que se llevó a muchas criaturas del campo, y la decisión de ella y de su familia (su madre estaba presa con ella) de desplazarse hacia Austria cuando la guerra terminó y fueron liberadas del campo de concentración. Su hermano se escapó del campo y pasó a Austria también tras una larga huida en la que caminaban de noche y dormían (escondidos) de día. Este hermano se estableció en Burgenland y hoy también es un anciano silencioso y megaeducado que trabaja en su jardín todos los días a pesar de su avanzada edad.
Y he aquí cómo el ganso nos ha llevado a los campos de concentración.
(Por cierto, estaba riquísimo, el ganso)





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