Billete de 5 Reichsmark
Predicar Vs. Dar trigo (Die Fälscher)

21 de abril.- El sábado por la noche, un poco por casualidad, terminé viendo “Die Fälscher” (o sea, los falsificadores) la película por la cual Austria se llevó el último Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Los falsificadores es una película histórica hasta cierto punto (se precisa en los créditos). O sea, que aprovecha como pretexto una situación real para producir una especie de parábola con múltiples interpretaciones.
En la última fase de la guerra mundial, uno de los ditirámbicos planes del tito Adolfo fue fundir las economías aliadas inundándolas de billetes falsos. Por el camino, el reich obtenía divisas con las que comprar materias primas, que se habían vuelto tan escasas debido al avance enemigo. Con este fin, se reclutó a los mejores falsificadores de Alemania –judíos, muchos de ellos- y se les encerró en una división especial del campo de trabajo de Mauthausen para que perpetrasen sus fechorías, esta vez, con todas las bendiciones del Estado.
La peli está construida basicamente sobre la relación que existe entre el jefe de los falsificadores (un tipo que prefiere el nivel micro al macro, o sea, hacer lo que el nazi malo quiere para conseguir medicinas para un compañero enfermo, sin importarle que eso signifique colaborar a favor del nazismo) y otro de los reclusos cuya tendencia es completamente contraria (o sea:¿Por qué ayudamos a Alemania en su esfuerzo de guerra? ¡Podemos hundirla saboteando sus planes! Aunque nos maten, el precio habrá merecido la pena).
El guión toma partido, clarisimamente, por la primera opción. Es el signo de los tiempos.
Desde el principio, se nos enseña que la actitud posibilista del jefe de los falsificadores ayuda a sobrevivir, y que sólo el que sobrevive es capaz de ayudar a quienes lo necesitan.
En cuanto al otro personaje, el que quiere ganar la guerra a base de sabotear los planes de los nazis, pronto nos damos cuenta de que su rebeldía se reduce, básicamente, a gestos y palabras. Bonitos gestos. Bonitas palabras. Pero sólo eso.
Por ejemplo, cuando los nazis deciden darles un traje a los falsificadores para distinguirlos de los otros prisioneros, “humanizándolos”, nuestro amigo el resistente rechaza el traje. Pero no rechaza la sopa, ni la buena cama (aunque proteste mucho) y no cesa de decir aquello de “Sí, esto es mejor, pero no deja de ser un campo de concentración”, mientras engulle su condumio sin importarle que, más allá de las paredes de su refugio dorado, los otros prisioneros pasen hambre.
¿Es un hipócrita? -parece decirnos el guionista- No: solamente un ser humano. Es mucho más fácil predicar la justicia universal cuando se tiene la barriga llena.
Inteligentemente, el director nos enseña que el personaje, de alguna forma, intuye esta contradicción de la cual el jefe de los falsificadores es plenamente consciente. De resultas de esto, el resistente se prostituye por un plato de lentejas, protestando mucho, haciendo muchos remilgos, pero se prostituye. El otro, amargamente,no pone ninguna resistencia a la maldad. Total, que al final el resultado es el mismo y, como dice mi padre, teniendo razón, van los dos a la cárcel, aunque por diferente camino.
Los dos, claro, tienen momentos de rebeldía a propósito de su actitud (muy inteligentemente expuestos, por cierto). Pero sus posiciones básicas quedan establecidas desde el principio del metraje.
Técnicamente, Die Fälscher es una película sumamente eficiente. Con muy poco (prácticamente tres decorados) está contada la historia. La ambientación “de época” está hecha con pequeños detalles. Y la guerra, perfectamente presente en toda la película, está conseguida casi totalmente con sonido.
Con lo que ha costado Los Falsificadores, Indiana Jones no hubiera tenido ni para mondadientes, vaya.
El guión es elegantísimo, sencillo, de estructura limpia y airosa, y muy agradable por su absoluta falta de pretensiones moralizantes.
Sólo un problema desde el punto de vista de un espectador de lengua extranjera. Yo vi la peli con austriacos (aborigenes cuyo idioma materno es el alemán) y, a ratos, tuvieron dificultades para seguirla por lo cerrado del dialecto. Les estorbaba hasta la música. Este que escribe, como un jabato, vio el flin sin subtitulos (no fue decisión propia: el DVD no los traía).
Resumiendo: Los Falsificadores es una película que funciona más como parábola moral que como narración cinematográfica pura. Esa es su virtud: poner de manifiesto las distintas actitudes que el ser humano puede tomar frente a la maldad.

PS: Ayer el Rapid Wien ganó la Bundesliga (T-Mobile-Bundesliga) frente al Altach por 3:0 a su favor. Hirvieron las gradas de entusiasmo verdiblanco –porque el equipo local va vestido como er Beti- y hoy la prensa saluda a los nuevos héroes.

3 comentarios:

Lluís Martí dijo...

Ayer, de vuelta de Barcelona, fuimos a pasear por el centro y nos encontramos un montón de vieneses borrachos aunque relativamente civilizados, y verdiblancos. También muchos policías. Dedujimos que habían algo pero no estábamos seguros de qué. Así que ya no nos llevamos la liga...

Viva el Red Bull (Salzburg) manque pierda!

RBD dijo...

Paco, yo también acabo de ver Los falsificadores. Coincido contigo en que lo relevante de la película es que complejiza las dos posiciones éticas, en un contexto crítico y extremo, lo cual plasma muy bien dilemas más cotidianos. Aunque no es muy moralizante, creo que sí genera más simpatías por la posición del protagonista que su antagonista, lo cual en el cine suele convertirse en una apología de la posición del personaje con el que más simpatizamos. En ese sentido, sí la noté más cargada a defender el individualismo sobre el colectivismo. Lo que fuera, estuvo muy bien hecha. Un abrazo,

Rafa

Paco Bernal dijo...

Otra de comentarios:
a intratable: es que esta gente tienen que beber mucho para perder la civilización, pero cuando la pierden jajajaja. Yo es que la liga austriaca no la sigo mucho, pero oye, si tú eres del Red Bull, que viva, que viva jajajaja.
a Rafa: completamente de acuerdo. A mí me gustó mucho, la verdad. Los austriacos no fueron de la misma opinión. Dijeron:
-Otra de campos de concentración, jolinetes.
En fin...Para gustos...
abrazos a los dos,
P.