El actor porno Nacho Vidal con la cantante española Alaska
Mobiliario sicalíptico

17 de Julio.- Hoy ha amanecido lluvioso en Viena y, a falta de mejor ocupación, he estado viendo muebles. Como lo que buscaba no era nada especial –una estantería para libros y un perchero- he estado en las tiendas que venden muebles a precios populares:Kika y XXXLutz, dos grandes almacenes aborígenes de la cosa suntuaria. Luego, agotado, harto, confundido, asqueado, contraviniendo mis convicciones más arraigadas, me he ido a Ikea.
La cadena sueca la conoce todo el mundo –ventajas de ser una multinacional y de que tus muebles salgan en 7 vidas y en Los Serrano- pero las cadenas aborígenes no, así que hablaré de ellas.
En principio tanto Kika como Lutz intentan competir en precio. Yo, después de estar hoy en las tiendas de las dos, confieso que sería incapaz de distinguir un mueble de unos y un mueble de los otros. Se caracterizan, principalmente, porque son muebles como de película porno y, cuanto más intentan subir de gama, más de película porno parecen. Sofás de cuero blanco, dorados a tutiplén –eso en la rama más modernilla, que haría las delicias de Jose Luis Moreno-, maderas plastificadas, colores estándar; en la rama más clásica, tienen dos opciones: a) consulta de médico de pago, lo cual garantiza bargueños, falsas marqueterías, réplicas vulgares de muebles de vago estilo francés o b) Estilo alpino: que se traduce en mobiliario de estilo rústico cuya pieza más representativa es ese sofá esquinero tapizado con tejidos procedentes de restos de los decorados de Las Chicas de Oro, imprescindible en cualquier cocina austriaca que se respete y que también hace muy buen apaño en las fondas o tabernas indígenas.
Yo, francamente, si me tengo que quedar con algo, me quedo con el estilo rústico, porque los sofás de cuero blanco y las mesas bajas rompe-peronés, la verdad es que me recuerdan demasiado a las películas sicalípticas de las que hablaba antes. Es verlos, e imaginarme de manera ipsofacta a la chati en picardías y a Nacho Vidal preparando para la batalla su instrumento de trabajo (no sé si esta metáfora ha quedado muy afortunada, la verdad, pero bueno).
Las dos empresas basan su comunicación en el bombardeo constante a través de cuñas radiofónicas y anuncios de televisión machacones. La de Lutz, sin embargo, tiene su gracia: es una familia de papá, mamá, niño y abuela –la pobre señora, la ves y da hasta cosa, porque es nonagenaria-; las mentes creativas de Lutz los meten en todo tipo de disfraces, algunos típicamente patrióticos, como por ejemplo en la escuela de doma española.
Uno de los salones más decentes de XXXLutz (foto: www.xxxlutz.at)

Hablando de mobiliario chusco: en la tienda de segunda mano que, como todo el mundo sabe, me encocora y me fascina, encontré el otro día un DVD suelto de la segunda temporada de Dallas y, puesto que el precio no era para arruinarse –tres euretes- me lo compré para rememorar aquellos tiempos en los que, en palabras del mítico Pepe Da Rosa (padre) “del cabo de Gata hasta Finisterre/hay que ver la gente como está con Jota Erre”.
La verdad es que la nostalgia, queridos amigos, es un error. Dallas, vista hoy, hace de Ana y los Siete una obra maestra de la Televisión.
Hay cuatro decorados a cual más cutre: el exterior/terraza del rancho Southfork, con un cielo de nubes pintadas (!) que canta ópera bufa italiana del siglo XVIII., el comedor de dicho rancho Southfork que, al natural, debía ser igual de grande que el de un chalet adosado de Las Matas, y el de un salón que, cambiándole el tiro de cámara y un poco el mobiliario, lo mismo es el dormitorio de Jota Erre y Sue Ellen, que el lugar íntimo pero con caché en donde Pamela le confiesa a Bobby (el trijte) que no sabe qué ponerse para la siguiente fiesta. Pero el decorado que se lleva la palma en modestia es el de las oficinas de la Ewing Oil Company que consta de: antedespacho, con dos mesas, y en cada mesa una secretaria. Despacho, con una mesa y el famoso sillón en el que JR hacía y deshacía sus complots, respaldo recortado contra un forillo que imita una panorámica aérea de la ciudad de Dallas.
Tragarse hoy dos episodios seguidos de Dallas resulta una experiencia heróica. No se sabe si por lo menesteroso del guión, o por lo inane de las tramas o, simplemente por la auténtica cutrez que respira una serie que, teóricamente, es un culebrón de amor y lujo. Un lujo que, por otra parte, no se ve por ningún sitio. Tan sólo en la música, que ha quedado para el recuerdo. El resto, como de película porno.

1 comentario:

con Ka dijo...

Lo que me costó averiguar a qué se dedicaba XXXLutz. Cada vez que veía una furgoneta con ese logo pensaba que era una Mega Erotic Shop de ésas que hay por Salzburg...
¿Quién le puso el nombre, pordió?

Saludos ;)