Sin prejuicios

10 de Septiembre.- Querida sobrina: entre pitos y flautas llevo toda la semana haciendo tests de personalidad. Con estas cosas uno siempre se lleva las mismas sorpresas –lo verás- que cuando ve una grabación en video de sí mismo ¡Ese no soy yo! ¡ Pero qué voz de pito tengo! Y por ahí. Es curioso que la manera en que uno se ve, a veces, tiene poco que ver con la percepción que los otros tienen de uno mismo.
Yo tuve el primer atisbo de esto cuando hacía teatro. Un actor relativamente famoso vino a darnos una charla. Nos dio una escena para que la montásemos. Tu tío, cuco de él, se pidió el apel que le pareció más lucido (o sea, aquel para el que yo pensaba que iba sobrao). Elegí para mí lo que yo creía que era: un personaje más bien inocente. Pues bien, sobrina: me dio tiempo a decir tres frases. A la cuarta me pararon y me dijeron que no sobreactuase, que yo no era así. Me defendí diciendo que yo me consideraba una persona bastante ingénua (lo cual era verdad de la buena). Para sacarme de mi error, el actor que nos daba la charla se remangó e improvisó allí mismo una encuesta entre los compañeros con los que llevaba un par de años trabajando. Resultó que de inocencia nada. Es más, pensaban de mí (y me dieron ejemplos) que yo era una persona que no daba nunca puntada sin hilo, y que siempre que abría la boca era con un propósito en mente. Me desconcertó mucho aquello y me dio que pensar, porque iba completamente en contra de lo que mi familia llevaba diciendo de mí desde que yo tenía memoria.
Te cuento esta batalla, sobrina, proque con el tiempo descubrirás que tienes que convivir con alguien (tú misma) a quien tendrás que aceptar, aprender a respetar y conocer. Pero descubrirás sobre todo que es difícil acercarse a esa persona sin prejuicios, y que es complicado destruir las opiniones preconcebidas que uno mismo tiene sobre su comportamiento o su manera de ser. Hay muchas reacciones que damos por supuestas, muchos caminos que tomamos sin preguntarnos nada, hasta que, de pronto, vemos a otras personas en nuestra misma situación que aportan otras soluciones a las mismas circunstancias o que, sin conocernos en profundidad, o conociéndonos, pero sin saber nuestros antecedentes, dan sobre nosotros opiniones límpias de prejuicios que nos desconciertan. Tal fue mi caso, por ejemplo.
Aprender a respetarse y a quererse puede resultar una tarea mucho más árdua de lo que puede parecer a primera vista; hay gente que sólo llega a aprender a tolerarse, y nunca se tratan con el mínimo cariño. Tratarse a uno mismo como un ser humano, sin embargo, resulta un negocio de capital importancia a la hora de ser eso que llaman feliz, o de serlo, por lo menos, moderadamente.
Quiérete, Ainara; no te trates injustamente. No te hagas malas pasadas.
Un beso de tu tío.

3 comentarios:

amelche dijo...

Es difícil llegar a conocerse a uno mismo. Y, como dices, intentar no juzgarte demasiado severamente es una tarea ardua. Le das muy buenos consejos a tu sobrina.

Paco Bernal dijo...

Hola!
Bueno, por lo menos, eso se pretende. Darle buenos consejos...Pero creo que hay cosas que uno sólo descubre cuando las averigua por uno mismo y no cuando se las cuentan. Desgraciadamente.
Saludetes

Anónimo dijo...

pues no sabes cuánto tiempo que hubiera podido ser productivo de mi existencia he invertido yo en ni tan siquiera tolerarme... parece que, con mucho esfuerzo, estoy empezando ahora; ¿por qué me cuesta tanto? NPI