Locos
14 de Octubre.- Parece que las bolsas vuelven a bailar el chiki-chiki (a ver lo que dura) y, como si la naturaleza quisiera sumarse a esta vuelta al orden, hoy ha sido el primer día de otoño.
En honor a la verdad,ya venían viéndose señales de unas semanas a esta parte. Que si el graznido intempestivo de los cuervos, que si el aire traslúcido y húmedo de las mañanas, que si un aroma a leña quemada colándose por la casa y dándole de pronto algo del ritmo transhumante de un campamento de gitanos. Pero hoy ha sido el primer día en que el otoño se ha sentido en el aire, asentándose por fin como un invitado que tuviera intenciones de quedarse.
Como suele suceder anualmente en días como este, en épocas inciertas, como esta, hoy me he encontrado con muchos locos sueltos por el metro y los tranvías.
Este fenómeno merece una explicación: los locos vieneses disfrutan del exterior cuando el tiempo juega a favor de los humanos y tienden a refugiarse bajo la tierra cuando entra el fresco. Y así, camino de Schottentor, una mujer de mediana edad la ha emprendido a improperios primero, con una papelera y luego con tres caballeros trajeados que se han subido al tren en la parada del Ayuntamiento. Se conoce que, como era una loca conservadora, identificaba a todo individuo trajeado con agentes del perverso Faymann (líder de los socialistas austriacos); y así ha puesto a caer de un semoviente a las madres de aquellos señores con los argumentos más peregrinos.
Los trajeados no le han hecho el menor caso a la loca que, como un perro viejo y desdentado, ha ladrado inutilmente sus insultos hasta llegar a Schottentor (tres estaciones, si no recuerdo mal). Yo la he obsrvado por el reflejo de mi ventanilla, con sus ojos hoscos y duros, su figura monolítica, las facciones endurecidas por un rencor sordo. Llevaba puesta una gabardina y unos zapatos de medio tacón, negros, con unos calcetines gruesos de tenis; estrujaba contra el vientre un bolso oscuro, barato, que sujetaba con unas manos grandes y callosas.
A la vuelta, en el Opernpassage me he topado con un chico joven, vestido con lo imprescindible (una camisa celeste abrochada hasta el cuello, un pantalón gris de verano, de los que en mi infancia se llamaban “de mil rayas”, unas zapatillas de andar por casa). Ha pasado por mi lado cargando con una bolsa grande de T-Mobile con lo que, supongo, era su único equipaje para afrontar los fríos: algunas camisetas, una camisa arrugada de manga larga. Tenía un rostro hermoso que la demencia había vaciado cruelmente. La frente alta, la nariz recta, los ojos de un azul inconmovible y glacial, y una barba rubia y rizada que le daba el aspecto de un burgués del diecinueve que tuviese problemas con el láudano.
Un drogata de los que encuentran refugio en el pasaje, se ha reido de él. Tenía una mancha de nacimiento en la cara, y una de las pupilas, la izquierda, glauca.
Me he acordado de que, una vez, yendo por la calle, en Madrid, durante una hora de siesta silenciosa y otoñal, también un loco, en la calle Preciados, se paró a mi lado y en voz alta y clara de alucinado dijo una frase cuya procedencia no he podido encontrar, a pesar de haberla buscado:
-¡Hasta las tumbas se abrirán pidiendo guerra y venganza!
Pocas cosas me suscitan tanta compasión como las enfermedades mentales, los códigos misteriosos que el cerebro adopta cuando está enfermo o, simplemente, escucha un tambor diferente de los que oimos el resto. La locura es para mí un misterio terrible y fascinante ¿Quién son esas personas que no saben lo que son?

8 comentarios:

Te de llimona dijo...

Hola, Paco!

Parece ser que Austria es un caldo de cultivo para este tipo de personajes (es broma :-). ¿Qué me dices de la escritora ganadora del premio Nobel, fascinante ella, llamada Elfriede Jelinek, en cuya obra se basó Haneke para hacer la peli La pianista?
¿qué opinas sobre toda la polémica que hubo alrededor de concederle el premio Nobel?
Te sigo leyendo aunque no siempre postee...

amelche dijo...

¡Madre mía! Ten cuidado y deja a cada loco con su tema, que eso son palabras mayores ya.

Lluís Martí dijo...

¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!...

Oda al dos de mayo

:)

Anónimo dijo...

Buen post, sí señor. Describes muy acertadamente esa fauna minoritaria que abunda por estos lares. Mira que en ciudades grandes como Madrid he visto locos, pero juraría que no tantos como aquí. Estoy de hecho acostumbrado a ver varios montados en la U6 durante la semana: el clásico ejemplo sería quizá el de la sesentona víctima del síndrome de Diógenes -desasesada y vestida con lo primero que ha pillado- dormida en un asiento del metro estando rodeada de bolsas llenas de a saber qué cosas.

JOAKO dijo...

Me encanta como les describes, casi puedo verles, casi tocarles. A mi también me producen esa sensación, pero es que además en una época estuve más o menos de ese lado, no del de los locos, pero si del lumpen, y es increible el efecto de desaparición que se produce, nadie les ve, a no ser que griten, fijate en que si no gritan, si permanecen quietos en un rincón, mendigando o simplemente estando, nadie les ve.
Lo del tambor es también evocador, en una ocasión, la última en que lo hice, tome demasiado LSD, y el "viaje" fue muy duro, tanto que me asusté profundamente, y vi lo que puede llamarse locura, y no se lo recomiendo a nadie.Además cuando esperas risas y relajo y lo que viene es aterrador, cambias como de nivel de juego y de percepción, de sentimientos trastornados, si te quedas ahí por motivos quimicos, malo, si es por motivos mentales igual malo.

Paco Bernal dijo...

Hola a todos:
Gracias por vuestros comentarios:
A te de llimona: la verdad es que tengo que confesar que no sigo mucho a la Frau Jelinek y, diría incluso que es un personaje que no me es muy simpático. Cada vez que abre la boca es para echar pestes de alguien y eso, la verdad es que a la larga, si se hace sin gracia, termina siendo muy coñazo.
Con ocasión de lo de Amstetten, Jelinek se marcó otra de las suyas con el rollo de la civilización patriarcal y esas cosas; en mi opinión, no estuvo muy acertada con el verdadero fondo del problema. Pero para gustos...
A Amelche: en general no son peligrosos. La primera vez que vi a tanto loco por la calle fue en París, y allí sí que es inquietante. En Viena...Bueno.
A Intratable: !Qué buen documentalista hubieras hecho, jodío! Con un ordenador en la mano eres un arma mortal jajaja. Muchas gracias por la cita :-)
A Pyro: tengo un amigo que trabaja con enfermos mentales en pisos tutelados y, de día,en muchos casos, tienen gran libertad de movimientos. Tanta, que alguna vez desaparecen y tardan tres o cuatro días en volver a casa. O a veces ni siquiera vuelven. La verdad es que es impresionante la labor que realizan en estas casas.
A Joako: gracias, compañero. Tienes toda la razón en lo de la invisibilidad. La verdad es que es curioso como hacemos desaparecer de nuestra percepción lo que no nos gusta. O cómo expresamos rechazo por algo actuando como si no existiera.
La única droga con la que he estado en contacto (y estoy a veces) es el alcohol; incluso conozco a gente que tiene problemas de adicción y a veces asusta mucho lo que tú dices, la sensación de estar en contacto con la locura, saber que quien tienes delante (que podrías ser tú mismo) está a un paso de la frontera.
Un abrazo,
P.

Te de llimona dijo...

Claro, para gustos, colores... A mí me gusta la gente polémica, excéntrica y con personalidad! jeje...

Paco Bernal dijo...

Hola! No, si a mí también. Pero la gente ceniza y negativa me termina cansando. A mí es que la Frau Elfriede...Nussé, no me termina de entrar por el ojo. Saludetes!