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Dudo, luego existo

21 de Enero.- Querida sobrina: cuando tu padre y yo empezábamosa afeitarnos, nos gustaba jugar a lo siguiente: uno de los dos proponía un tema equis y los dos lo discutíamos. Pasado un rato, otro cortaba la cosa y decía:

-Vale, vale, todo esto está muy bien. Pero eso son los argumentos que habrías tenido que dar para convencerme.

(Pedante y nauseabundo: lo sé).
Pero lleno de ventajas. Sin darnos cuenta aprendíamos los dos a ponernos en la piel del otro, y descubríamos que las verdades absolutas se restringen al corralito de la ciencia. Ante una opinión, siempre se puede encontrar otra igualmente plausible sin que la lógica sufra demasiado y no hay adversario tan errado de cuyo discurso no se pueda aprovechar algún retal. Como resultado, me temo mucho que tu padre y yo tenemos escachifollada para siempre la capacidad de desarrollar convicciones monolíticas (tan útiles, que hasta las personas de más seso caen en la tentación de tenerlas). Esta manera de ser resulta especialmente inútil en una sociedad como la española la cual, a nada que hay cuarto y mitad de controversia, goza en dividirse en bandos irreconciliables. Ya se sabe: se reunieron los íberos y tuvieron un ligero intercambio de impresiones. Somos el país del mundo, Ainara, que más gueras civiles ha sufrido en los últimos doscientos años.
Creo que no digo ningún disparate al afirmar que tu padre y yo consideramos la capacidad de dudar como una parte muy importante de la decencia (y aún más, de la buena educación). Quizá también por cierto pesimismo congénito que nos lleva a pensar, como ya te he dicho alguna vez, que este mundo es dificilmente mejorable y que el hombre, como especie, es brutal, torpe y fundamentalmente estúpido; somos el único animal que es capaz de una maldad consciente y, lo que es peor, que ni siquiera nos reporta beneficios. Con estos antecedentes, Ainara, ¿Cómo no dudar? ¿De dónde se saca la fuerza para no ser escéptico?
Posiblemente, las vidas de los que tienen convicciones como bloques (y, por lo tanto, muchas veces, espadas como labios) tienen mucho más colorido y más sabor. Indudablemente deben de ser ordenadas construcciones hechas de profecías autoconclusivas. Yo sólo puedo imaginar estas existencias desde fuera porque, siempre que la vida me ha puesto en el brete de elegir entre la fe ciega y la pretensión de cierta ecuanimidad, la elección ha estado clarísima.
La verdad, como decía aquella serie de televisión, está ahí fuera. Lo que pasa es que está muy escondida.
Besos de tu tío Paco.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Y como decía aquella otra serie:
"Tener cuidado ahí fuera".
Que razón tiene estas dos máximos.

Buen post.

Jorge de ZGZ

Arantza dijo...

Te regalo un proverbio que me encanta: "Cualquier idiota puede tener opiniones, pero no es tan fácil tener ideas." Yo me lo recuerdo a menudo, cuando me dan esos ataques de "opinionitis", tan española ella.

Paco Bernal dijo...

Hola a los dos:
Gracias por vuestros comentarios.
A Jorge: ese era Furillo, ¿Verdad? Madre mía. Lo que está claro es que hay que irse or la sombra.
A Arantza: con la edad zo me he hecho mucho, pero que mucho más flexible (quizá porque uno lo relativiza todo más). En fin, gracias por el regalo :-)
Saludos

JOAKO dijo...

Me encantan tus historia del tío ausente, me enternecen tal vez no estes físicamente, pero espiritualmente...
Seguro que tu sobrina entenderá mejor el mundo y a su padre gracias a ti...si es que tal sobrina existe, sino es así gracias.

Paco Bernal dijo...

a Joako:
Mi sobrina Ainara existe, naturalmente. Nació el 21 de Agosto de 2007a las cuatro de la madrugada (estaba yo aquí sentado esperando la llamada):-)Y sí, estamos cerca aunque estemos lejos. Espero que lo que le cuento, alguna vez, le sirva para algo.
Un abrazo, amiguete