El Parkhotel Schönbrunn ayer por la noche
Carné de baile (Primera parte)

1 de Febrero.- Me gusta ir al Regenbogenball o Baile del Arcoiris por una serie de razones. La primera, porque apoyo sus reivindicaciones (lo organiza desde hace doce años la comunidad gay para explicarle al gobierno austriaco que debería aplicar la recomendación de la Unión Europea sobre la igualdad de derechos entre los ciudadanos homosexuales y los heterosexuales). Después, porque sé que parte del dinero de la entrada –precio moderado, si se compara con otros bailes- irá a parar a fines sociales (por ejemplo, lucha contra el SIDA) y, tercero y no menos importante, porque me lo paso muy bien. Y esto por varias razones, pero principalmente porque el Regenbogenball, influenciado por el sano espíritu de sus organizadores, es un poquito más “Locker” (o sea, menos estricto) que sus hermanos los bailes de abogados, de médicos o los mil y uno que florecen aquí ya allá por las cuatro esquinas de Viena.
En el Regenbogenball conviven los fracs más irreprochables (como de libro de Saber Estar prologado por la Reina Doña Sofía) con los primeros pingos que sus dueñ@s han encontrado en el armario. Eso sí: en el rigor en el baile no hay relajación: ayer, vi yo bailar unos tangos, unos valses y unas sambas de concurso, al compás de una orquesta que se tomaba el tema con buen humor.
Antes de explicar más, quisiera añadir algunos apuntes de estilo de esos que tanto le gustan a Marona:

A.- Que nadie se me ofenda, por favor, que yo lo digo sin acritud ninguna: pero hay muy pocas mujeres que, vestidas de hombre, estén bien. Y no lo digo ya desde mi educación presuntamente machista-judeocristiana-prejuiciosa. Es que no, oyes. Ayer las había desde las que parecía que habían encontrado el traje entre los restos de una catástrofe nuclear (ternos sin forma llevados con rastas y playeras) hasta las que iban vestidas de la guardia pretoriana de Edward G. Robinson en cualquier peli de gángsteres (puro incluido). Aunque:

B.- Algunos hombres que se visten de mujer también deberían haberse tirado por la sombrita. Me viene a la cabeza un maromo, encaramado a unas plataformas, que saludó a una amiga mía. Vestido de tirantes de licra color rosa langosta (minifalda), peluca rubia, tatuajes a lo yakuza por todo el cuerpo (particularmente uno, que le recorría la pierna derecha desde el tobillo a la pantorrilla -se transparentaba a través de las medias cristal- con el bonito nombre de ADONAI, una de las advocaciones de Satán). En fin: que hay físicos de conductor de La Sepulvedana que, simplemente, no se prestan.
Ahora bien: tengo que decir que por el título de la más elegante del baile competían una mujer y un hombre, muy igualadas. La mujer-mujer (como le gustaban a Aznar) era una chica rubia, con un traje de noche espectacular: top negro, falda larga de guipur antracita, espalda al aire –unos homóplatos preciosos, una cintura grácil pero dinámica- apenas maquillaje (el justo para corregir lo que no debe verse) y una mirada de aburrimiento que hubiera podido derretir una tonelada de hierro. El hombre, llevaba un tailleur negro con un renard blanco a la moda de los cincuenta, y también miraba al mundo desde la altura de su impasibilidad. Tenía un perfil de águila de blasón y unos ojos tocados por un mundano desencanto. Comentando el hecho con una amiga, me indicó que este hombre atendía a un nombre italiano que hablaba de espetos de sardinas en la playa y de tarantellas napolitanas. En fin: watching for believing.

Un grupo de simpáticos asistentes al baile, estos sí, vestidos ortodoxamente

De la otra candidata a la más bella del baile no me atreví a hacer fotos (sobrecogido estaba yo) pero de él, llamémosle Marcello, sí: hela.

3 comentarios:

JOAKO dijo...

Describes un mundo irreal, Drags junto a Franciscojosés, reinas del urgandí y inmigrantes fascinados, ojos bien abiertos, gracias por hacerme ver otra Viena.

JOAKO dijo...

organdí

Paco Bernal dijo...

Hola companyero!
Hombre, irreal irreal...Especial sí, pero es que hay una gente andando por el mundo...Y en eso tienes razón: Viena son muchas, no sólo es una.
Un abrazo, cuidate.
P.