Y que no falte
11 de Febrero.- Querida Ainara: el otro día caí en la cuenta de que dentro de unas semanas hará diez años que empecé el que, hasta la fecha, ha sido el tramo más gozoso de mi vida profesional. Aparte del hecho de que estoy empezando a llegar a una parte de mi vida en la que hace diez años de todo, la verdad es que el aniversario me hizo pensar. Saqué cuentas de que, en e tema laboral, no he tenido mucha suerte. Mi vida de trabajador se parece bastante a la sentimental de alguna gente que prueba en un lado, en otro, en una cama, en otra, para terminar fracasando siempre por una u otra razón. En mi caso, la felicidad laboral se extendió sólo durante mis primeros dos años en la tele. Luego, en España, la cosa no paró de degenerar (las anécdotas de la decadencia todavía hacen reir a mis amigos cuando se las cuento). Gracias a Dios, sin embargo, en Austria soy bastante más feliz. En la actualidad tengo un trabajo que me gusta razonablemente y que me permite pagar las facturas.
Desde esa posición de relativo privilegio , querida sobrina, te compadezco. Y hago por primera vez lo que pensé que nunca haría: cuando te toque trabajar (inevitable inconveniente si a tus padres no les toca antes una primitiva) procura irte lo más lejos posible del mundo laboral español. Gente habrá que haya encontrado su nicho, no te lo discuto, pero si en algún lugar es evidente (cruelmente evidente) lo poco que hemos llegado a valer como trabajadores es en España. Y no sólo por los jefes (al fin y al cabo, como dijo Azaña, “rodeado de imbéciles, gobierne usted si puede”) sino por los compañeros que, probablemente, te tocarán en un porcentaje suficiente como para amargarte las jornadas laborales. Todos los vicios de los españoles como nación –no hablo hoy de las virtudes- tienen su asiento en las oficinas y las fábricas de la piel de toro. Como fuerza de trabajo, Ainara, somos por lo general maledicentes, irrespetuosos con la labor ajena, poco productivos, amantes de la acusación para disimular nuestras faltas, nada serios, nuestra formación nos la refanfinfla de la manera más palmaria , etcétera, etcétera, etcétera.
Lo peor no es eso, sin embargo. Lo grave es que, inmersos en un clima enfermo, en organizaciones en las cuales el acoso laboral (más en época de crisis) gana terreno día a día, los trabajadores españoles hemos llegado a la misma conclusión que esas mujeres a las que sus maridos muelen a palos cada día y pensamos que nos pegan lo normal.
Por no hablar de que tenemos unos cuadros directivos que dan vergüenza cuando no lástima. Quizá he tenido mala suerte pero, salvo unas cuantas y honrosísimas excepciones yo he tenido unos jefes que han sido la parada de los monstruos ¡Lo que yo hubiera dado por tener, no ya gente agradable e inteligente por encima de mí, sino simplemente gente normal! En la mayoría de los casos no ha sido así. Y bien que lo siento.
Pasamos en nuestro trabajo mucho más tiempo que con nuestra familia. Es sorprendente lo poco que la gente cuida (en España, en Austria es un poco diferente) esa parte de su vida y la poca autocrítica, rayana en la superstición, que hay en este aspecto. El progreso, Ainara, nace de estos pequeños detalles. Cuando la maquinaria laboral funciona, un país funciona. El resto, son excusas para engañar al público.
Besos mil de tu tío.

3 comentarios:

Te de llimona dijo...

Hola!
Pues estoy totalmente de acuerdo con tu tío, Ainara. He tenido una suerte parecida a la suya en mi vida laboral. He ido de flor en flor y en distintos registros he encontrado como tristemente se repetían los clixés: falta de motivación, comportamientos poco honestos, conformismo radical, entre otras perlas. Y lo que es peor: poco o nulo compañerismo. Aquello que me enseñaron mis padres de pequeña: siempre ayuda a los demás, en el trabajo no se lleva, no no no (al menos en España, qué alegría que no sea igual en Austria!). Señores empresarios, no se preocupen, no tienen que acabar con la clase trabajadora como tal. Ya lo hacemos nosotros solitos, y se nos dá muy bien eso.
Se aprendre mucho de la especie humana trabajando, eso sí... Y las conclusiones no son muy buenas (no estoy muy positiva hoy).

Anónimo dijo...

Mi experiencia es un poco distinta, de la que comentas. En el mundo laboral, he encontrado compañeros y gente de la que he podido aprender muchas cosas y siempre me han ayudado, y me he reídoooo. Formando parte de mi vida laboral, en un primer momento y posteriormente, personal. También, tengo personajes, pero como se suele decir "...que las lágrimas no te dejen ver las estrellas"... Uhhhh que positiva estoy hoy.
Creo que es muy tajante decir que en España la vida laboral es un nido de alimañas, hay de todo como en botica. Es una opinión
un besote muy fuerte y me encantan estas cartas a tu sobri. nuria

Arantza dijo...

Imagino que las opiniones sobre el mundo laboral español se forman según la experiencia de cada uno. Yo en España sólo tuve trabajos-basura, y los pocos trabajos interesantes fueron siempre no declarados por mis jefes, grandes contribuyentes al desarrollo económico del país :-). Como aquí la situación económica es mejor, he tenido acceso a empleos más acordes con mi formación, así que la comparación es difícil. También he tenido algún "jefe" lamentable (recuerdo a la directora de una escuela en la que trabajé, una de las peores personas que he conocido, en un puesto que necesita de grandes cualidades humanas), pero como hay trabajo, la gente "no se deja", ésa es la diferencia básica. Yo tengo amigos y familia en España que soportan situaciones que aquí no se aguantarían ni cinco minutos. Y todo por el miedo ese de "pero si me voy, ¿cómo voy a pagar la hipoteca?". Los trabajadores en España tienen miedo, y la patronal lo sabe y se aprovecha, con el arma decisiva: "Pues si no estás contento, ya sabes dónde está la puerta". Una de las razones por las que me fui. Vi dónde estaba la puerta, y siempre me ha gustado tener opciones, otras que las del miedo.