Un post para mi hermano (segunda parte)



1 de Marzo.- Para Don Luis el año académico se dividía en tres periodos de tres meses aproximadamente. Al término de cada uno, nos daba la calificación que el juzgara que nos habíamos merecido. Esta calificación era la media artimética exacta entre la calificación del exámen que nos ponía, y la media de las notas que nos hubiera asignado en las tres veces que nos había preguntado en clase (era muy minucioso y siempre llevaba un cuaderno naranja con nuestros nombres, números y notas). A la hora de poner un exámen nunca nos decía el día. Acercándose la fecha fatídica, como al descuido, nos decía:

-La semana que viene tienen ustedes un examen.

La puerta del infierno se abría con estas ocho palabras. El día que a él le parecía, se sentaba en su mesa sin hacer ningún gesto extraordinario. Observaba las caras pálidas de cuarenta y dos niños de once años y rapidamente, escribía las cinco preguntas del exámen, nunca más, en el reverso de un cheque. Luego, las dictaba. Por supuesto, el miedo cerval que le teníamos nos hubiera impedido copiar.
Otro momento fundamental del año era el repaso a la conjugación de los verbos que, con Don Luis, también tenía su ritual. Los cuarenta y dos alumnos eran colocados en fila de espaldas a la pared por orden alfabético de apellidos. Don Luis empezaba por el primero y le preguntaba:

-Segunda persona del singular del futuro imperfecto de subjuntivo del verbo “recular”.

El niño objeto de la pregunta se quedaba como la pared que tenía detrás (pintada hasta la mitad de verde y de blanco hasta el techo). Don Luis le daba diez segundos para que contestase, si el terror o la ignorancia le impedían hacerlo, pasaba al siguiente, luego al tercero y así hasta que un alumno le daba la respuesta que buscaba. El afortunado que dominaba su pánico y acertaba con la forma verbal objeto del interés de Don Luis, avanzaba tantos puestos como alumnos hubieran fallado.
La tortura se prolongaba durante dos horas de reloj. Acabado ese plazo, Don Luis se ponía ante la exhausta fila. Al primero le daba un diez. A los cinco sucesivos un nueve, a los cinco siguientes, un ocho, siete, seis, cinco, hasta que suspendía a los diez últimos.
También era un especialista en asignar tareas titánicas que hoy parecen un tanto absurdas, pero que servían para educar la disciplina (a veces parecía que estabas en el “dojo” del profesor malo de Karate Kid). En febrero de mi séptimo año de E.G.B., Don Luis decidió que, tras una moratoria a su juicio prudente (una semana) nuestros cuadernos debían tener las preguntas en azul y las respuestas en rojo. Los futuros pero también los cuadernos pasados, que inspeccionaría una vez pasado el periodo de gracia. Aquello significó que mi hermano y yo estuvimos una semana acostándonos a la una de la noche copiando nuestros cuadernos antiguos con la mejor letra posible y en los colores que, para Don Luis, eran el rien ne va plus de la estética cuadernil.
Pasada la semana, nos fue llamando por turnos a su mesa. Temblando como una hoja, acudíamos con los cuadernos en la mano, nuevecitos, impecables (parece que todavía estoy viendo los dos míos, verde manzana, con una espiral dibujada en la portada). Cuando algún descuidado no los presentaba o lo hacía en un estado que a Don Luis no le parecía satisfactorio, el maestro acudía al refrán habitual:

-Cero al cociente y paso al alumno siguiente.

El niño volvía a su sitio contrito, arrastrando los pies.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ais, herpato, qué recuerdos. Si Penélope Cruz hubiese caído en nuestro colegio en lugar de en el Juan XXIII, estoy seguro de que en las nominaciones de los Oscar hubiese imaginado a Don Luis con el cuaderno naranja, esta vez sí, deseando que dijeran su número.

¿Qué colegio es el de la foto?

Besos.

Paco Bernal dijo...

Hola campeón! Si Penélope hubiera caido en el Colegio Castilla, Don Luis (q.e.p.d.) sería hoy un personaje famoso. Estoy seguro, vamos :-) El colegio de la foto es el que está detrás del parque de Cataluña (bueno, lo que era el parque, que no sé si existe todavía) donde el abuelo y la abuela hicieron la misa por las bodas de oro. Es el colegio al que fue la Paqui. Del nuestro, desgraciadamente, no hay afotos en internet, que yo sepa :-( Por lo menos yo no las he encontrao.
Un beso, cuidate :-)