Los actores de la serie de televisión Aquí no hay quien viva, mucho menos agradables que mis vecinos (dónde va a parar)
Vecinos 

8 de Noviembre.- Este es el post de Viena Directo que más ha tardado en escribirse: concretamente, más de cuatro años. Es el tiempo que he tardado en reunir informaciones suficientes sobre mis vecinos como para rellenar un folio.

Este ha sido, sin duda, uno de los cambios fundamentales que noté al llegar a Austria. En Madrid, vivía en una casa de vecinos en la que la distancia máxima entre dos viviendas eran los tres metros cortos que tiene de ancho el patio al que daba nuestra sala de estar. Veintidós familias. Veintidós historias. Cero intimidad. Lo sabíamos todo más o menos todos de todos (también porque eran vecindades que se habían extendido a lo largo de las décadas) y también teníamos, por qué no, sistemas de contraespionaje. Por ejemplo: cada vez que hablábamos de algo que queríamos que permaneciese en el economato, cerrábamos las ventanas.

Al llegar aquí, sin embargo, todo ese bullicio se volatilizó. Pasé a tener sobre la existencia de mis vecinos la misma certeza que se tiene sobre la del átomo de hidrógeno. Nadie lo ha visto (¿Existen fotos de una cosa tan pequeña?) pero todo el mundo tiene una fe irreductible en que millones de ellos flotan por el ambiente.

Rumores me llegaron de que, pared con pared conmigo, duerme una señora mayor de carácter simpático (nunca la he visto). Sin embargo, tardé menos en conocer a mi vecino de descansillo. Un chaval muy simpático de  Tirol que, cuando se siente poseido por la influencia de las musas, practica sus solos de trompeta con una conmovedora constancia. 

Ahora que lo pienso, para mí, mis vecinos son sobre todo los ruidos que producen o que consumen. Por ejemplo, sé que en el primero o en el segundo vive una flautista (variedad travesera). Hasta hace un par de semanas sólo la escuchaba practicar. unas frases musicales que subían y bajaban mientras esperaba el ascensor. Pero la otra tarde descubrí que, además de flautista, es madre y canta muy bien. Sobre el llanto decreciente de un niño escuché como la flautista improvisaba, sobre unas frases que le había oido antes, una nana jazzística la mar de agradable. A propósito me paré un rato más en el descansillo, no sin dudar en unirme a la jam sesion, porque lo que la chica cantaba era de lo más estimulante.

Al lado del ascensor también vive una familia china con algunas peculiaridades. Padre, madre y suegra son muy pequeñitos y, en verano, dejan para secar los alféizares, en platos o en hojas de periódico,  las verduras más variadas. Antes de haberles visto en carne mortal ya sabía yo de su existencia porque, con matemática regularidad, los sábados entre las once y la una ponían un cd de quien, me supongo, es el Julio Iglesias oriental. Unos azucarados gorjeos que remiten a todo un mundo de niñas que se vuelven mujeres o que le comunican a la china ingrata que lo mejor de la vida de ella fue él.

La otra noche, volvía de darle clase a C. y S. cuando la madre china, una mujer sonriente que apenas sobrepasa el metro y medio, llegaba a casa con un carrito de bebé que, a su lado, parecía un buldozzer. Mi portal tiene un descansillo, en donde están los buzones y un leve tramo de escaleras que lleva a los pisos bajos y al ascensor. Cuando estaba cogiendo mis cartas (por cierto, preciosa la postal del País Vasco francés que recibí el otro día: gracias) me di cuenta de que la pobre china miraba al carrito y luego al tramo de escaleras; y al tramo de escaleras y luego al carrito.

-¿Necesita usted ayuda? –le pregunté en alemán.

Ella, me sonrió. Yo repetí la pregunta haciendo un gesto con la mano en dirección al carro. Ella me dijo, sonriendo, “Buenas noches, danke,danke, danke” y entonces comprendí que eran las únicas palabras que sabe en alemán. Así que, armado con una sonrisa tan amplia como la suya, cogí la parte baja del armatoste y, entre resoplidos, transportamos el bicho hasta el final del tramo de escaleras.

1 comentario:

María dijo...

Ahora que me estoy poniendo al día veo una frase en rojo, que creo que me concierne. Ja, ja... Me alegro que te haya gustado.
Nosotros somos cuatro vecinosy el petirrojo que nos hace visitas en invierno. Y no te creas, que aquí nos llevamos muy bien tres familias pero hay una que son.... "muy bordes y maleducados".