Un post que no va a gustarle a nadie

Jose Luis Lopez Vázquez, en el centro de la imagen, en un fotograma de la película Plácido, de Berlanga

8 de Junio.- Ayer, con el gesto eficiente a que nos tiene acostumbrados, la Doctora Merkel (es su título) y el señor Guido Westerwelle comparecieron ante la prensa para anunciar un ambicioso plan de ahorro en la administración de la República Federal vecina. La opinión de los dos máximos responsables del Gobierno alemán es que estas restricciones son la única manera de asegurar el bienestar futuro de los alemanes. No todos los economistas están de acuerdo y, como consecuencia de la desaceleración del gasto de nuestro vecino del norte, auguraron un futuro de estrechez no sólo para los infortunados piefkes, sino para todo el resto de los europeos.

En España era la víspera de la huelga de funcionarios que se desarrolla en el momento en el que se escribe este post. La ministra de economía, Sra. Dña. Elena Salgado, sabedora ya de la receta para reflotar las finanzas de una de las economías europeas más importantes, hizo unas declaraciones a la entrada de la reunión del ECOFIN durante las que se mostró muchísimo más relajada que en los días anteriores.

Salgado, diríase que con un puntín de orgullo, afirmó que el Gobierno del que forma parte está haciendo los deberes. No se mostró (era su misión) demasiado afectada por la huelga de hoy. Sin duda, un trance molesto para un Gobierno que ha hecho de la buena relación con los sindicatos uno de sus caballos de batalla.

Sobre la huelga, me gustaría hacer algunas consideraciones que se salen, ya lo advierto, del ámbito normal de este blog.

Cuando se habla de funcionarios, al magín colectivo acude un señor con la cara de Jose Luis López Vázquez que sestea en una oficina polvorienta, mientras lee un ejemplar del ABC o El País –según- que tiene escondido en un cajón del escritorio.

Fruto de esta imagen colectiva, los funcionarios, aceptémoslo, tienen una mala fama que justifica que el alto porcentaje de españoles que no lo son se alegre en secreto –o no tanto- de que les bajen el sueldo. Y se alegrarían aún más si les quitaran los días libres de los que disfrutan (los llamados Moscosos por el ministro de Franco que los instauró) y la alegría llegaría a una celebración copera, baños en las fuentes públicas incluidos, si les apearan de su estatuto y les pusieran bajo contrato como a cualquier repartidor de Telepizza.

¿Cuál es el problema? Como siempre, que las cosas no son tan fáciles en la realidad. A mí, por ejemplo, me parece indignante que le bajen el sueldo al doctor Juez, nuestro médico de cabecera de toda la vida. Un señor que nos conoce desde niños, que salvó la vida de mi madre a base de olfato profesional y que es un abnegado currante que todos los días ve un chorro de enfermos. Y me parece una vergüenza que le bajen el sueldo a los profesores que enseñan a los críos, a los policías que cuidan de nuestra seguridad en las calles y las carreteras, o a los militares que acuden en caso de catástrofe.

Por otro lado, sin embargo, resulta evidente que, si la administración del Estado fuese dirigida con criterios de empresa privada, mucha gente iría a engrosar las listas del INEM. O sea, que sobraría un gentío. Esto resulta particularmente palmario en las administraciones autonómicas. A mí se me revolvía el estómago, por ejemplo, cuando una conocida, empleada de un organismo autonómico, me explicaba que ella, en total, trabajaba tres meses al año (tirando por arriba) y que dedicaba el resto de sus jornadas laborales a hacer intersantísimos cursos a distancia que la habían hecho toda una autoridad en campos tan relacionados con su trabajo -es un decir- como la Historia del Arte. A costa, por supuesto, del dinero del contribuyente.

Por no hablar de esa frase que, junto con el “tú cómprate tu piso en propiedad, que de tu casa no te puede echar nadie”, forma parte del ADN nacional. Me refiero a eso de “tú sácate tu oposicioncita, que eso es la seguridad”. De manera que, convertirse en funcionario, ha devenido en algo parecido a ser religioso en la época de Santa Teresa. Una manera de vivir al abrigo de las crisis.

La cuestión es ¿Nos lo podemos permitir?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues a mí -que conste soy funcionario- sí me ha gustado tu comentario, salvo que espero no parecerme demasiado al llorado López Vázquez y una pequeña puntualización: Javier Moscoso fue ministro socialista, no de Franco. Abrazos. L.

María dijo...

A mí también.... Tienes razón, como en todo pagan justos por pecadores. ¡Pero es que hay tantos pecadores! Aquí se multiplican los funcionarios entre Gobierno autonómico, diputaciones, ayuntamientos... Y algunos curran, pero otros.... mejor lo dejamos.
Saludos

amelche dijo...

Gracias por defendernos a los profesores. :-)

el herpato dijo...

Totalmente de acuerdo. No es lo mismo un médico pasando consulta en un ambulatorio dia tras día y sin descanso para un cafetín que el trabajo de ministerio con dos desayunos programados y estirados al día.

Unknown dijo...

Muy buena entrada, y muy interesante blog que tienes. Por cierto,la imagen creo que no es de la peli Plácido, sino de El Pisito ;)