Más allá de Córdoba

Una imagen del partido que enfrentó a las selecciones austriaca y alemana en la ciudad argentina de Córdoba el miércoles 21 de Junio de 1978


25 de Junio.- Tal día como hoy hace un año (quién lo diría) Michael Jackson dijo This is it y pasó a una vida mejor. La verdad es que les hizo un favor a sus deudos y allegados porque su legado se ha revalorizado desde entonces y sus herederos han ingresado casi ochocientos millones de euros en regalías diversas.

En fin: este blog, en principio, está libre de fúmbol, pero creo que hoy, estando nuestros paisanos en situación de jugarse el paso a octavos contra la presuntamente temible selección chilena, no está mal que hagamos un post dedicado al deporte del balón redondo, según la graciosa (y sobadísima) metáfora.

En el aspecto deportivo, parece regir la adaptación del hombre al medio. Así, las polvorientas llanuras de Celtiberia, las fértiles campiñas de la Península Itálica, producen esforzados paladines del cuero; mientras que la montañosa Austria es fecunda en esquiadores que van hendiendo como exhalaciones la blancura de las pistas.

Sin embargo, no siempre fue así, y hubo un tiempo (lejano, ay) en que Austria fue una potencia fumbolística. Su selección fue temida por los equipos más bragados y a los porteros les temblaban las canillas cuando venían a los arietes rojiblancos avanzar ráudos con la pelota enredada entre los pinreles.

En 1934, por ejemplo, en el segundo mundial celebrado en Italia, la muchachada austriaca quedó en cuarto lugar y, exactamente veinte años más tarde, se auparon hasta un honroso tercer puesto.

Pero fue en 1978 cuando el fúmbol transalpino vivió una de sus jornadas más gloriosas. También en un mundial.

Sucedió la gesta el miércoles 21 de Junio de 1978 y, en aquella ocasión que aún los austriacos recuerdan con nostalgia, la selección de esta república le cascó a la –aparentemente- todopoderosa escuadra alemana tres tantos como otros tantos soles, frente a la pareja que los de la república federal consiguieron colar en la portería enemiga.

A esta mágica –y, hasta el momento, singular- ocasión se la conoce como el Milagro de Córdoba (das Wunder von Córdoba) y nuestros vecinos del norte la recuerdan aún corridos, que se decía en el siglo de oro.

Ese día, entre los héroes de la pelota estuvo nuestro siguiente protagonista, el jugador Hans –Hansi- Krankl. Krankl, que en realidad se llama Johann, tuvo una carrera distinguida tanto en el fútbol austriaco como en el europeo. De hecho, cuando fue integrante del equipo que venció a los alemanes, Krankl estaba jugando en España. En su primera temporada de trabajo para el equipo azulgrana “Hansi” se proclamó pichichi de la liga española (nota: entre todas las palabras del mundo, creo que hay pocas que odie más que pichichi; es un odio visceral, sarraceno; si fuera por mí, la desterraría del diccionario: rarito que es uno, en fin). Hay que aclarar que, el hoy canoso entrenador, había ganado la bota de oro como mejor delantero de las ligas europeas.

Pero como no sólo de áreas vive el hombre, Krankl ha despuntado también como cantante, y ha publicado varios álbumes bajo el nombre artístico de Johann K., con los que le ha hecho la competencia a otros astros del firmamento musical con canciones cantadas en un espeso dialecto, como por ejemplo la tonadilla titulada “Der Bätmänn bin i”.

Otro jugador austriaco de talla internacional que también ha caido en la tentación musical es el simpar Anton “Toni” Polster el cual, tras brillar en la liga austriaca fue exportado al Turín, para recalar, a partir de 1988 en diferentes equipos españoles. Durante su estancia en Celtiberia, Antoñito Almohada fue padre, y decidió bautizar a su hijo, hoy zagal, con un nombre que uniese su pasión por el pescaíto frito y su delirio por los Kaiserschmarren y así, dio en llamar al muchacho Antonio Jesús, para escándalo de sus compatriotas que no conciben que semejante nombre pueda llevarlo otro ser humano que el hijo de María.

Tras colgar las botas, Toni se ha hecho famoso por sus tintes de pelo (lo lleva oscuro, claro, canoso y rubio según le va petando) y por su insistencia en labrarse una carrera como as de los escenarios –Si los esquiadores pueden, dirá él, ¿Por qué yo no?-. En estas anda. Luchando por la vida. Como el mismo fútbol austriaco.

1 comentario:

María dijo...

Ja,ja... En mi casa mis tías (de 97 y 90 años) llaman pichichi al gato.

Saludos