18 de Agosto.- Querida Ainara: yo siempre digo que la vida del ama de casa, sobre todo si no se tienen hijos, lo tiene todo para ser perfecta.
En dos horas, máximo tres, puedes tener tu vivienda como los chorros del oro, y a nada que seas un poco apañadín, te organizas en la cosa de la comida, la colada y la compra, y el resto del día lo tienes para ti.
Esta arcadia doméstica sería fenomenal si no fuera por un pequeño detalle que a todo el mundo, cuando yo lo cuento, le hace mucha gracia, pero que, si bien se mira, es triste. A un ama de casa nunca le llega nadie y, después de pasar al cuarto de baño, le dice:
-Joé: qué buen trabajo. Tienes los azulejos que se podrían comer sopas en ellos.
O sea, Ainara, que es un trabajo que todo el mundo da por supuesto, como si no costara ningún esfuerzo; con lo cual, primero, el refuerzo positivo que recibes para seguir haciendo bien tu tarea es absolutamente nulo; y después, sólo te llega algún tipo de feedback cuando quemas las tostadas, o te levantas un día sin ganas de sacarle brillo a la grifería del baño. Y eso, Ainara, jode.
Pensaba yo en esta triste realidad estos días atrás, escuchando a una persona a la que quiero mucho.
Esta persona está pasando por una de esas crisis a las que todos estamos expuestos. Nada extraordinario y, sin embargo, extraordinariamente desasosegante. Un conjunto de factores desencadenados, hambres que se juntan irremisiblemente con ganas de comer, confusión, dudas, preguntas. Esta persona se ha encontrado con que ha hecho todo lo que la sociedad le pedía que hiciera y, sin embargo, no es feliz.
Ocurre a veces, Ainara, que a las personas buenas –y esta persona de la que te hablo lo es mucho- se nos tima con una gran facilidad.
Me explico: cada vez que escucho hablar de una buena persona, pongamos alguien que se ha pasado los últimos veinte años cuidando de un familiar con Alzheimer, o de una madre que dice que lo ha dado todo por unos hijos que hace tiempo que tienen edad y vello púbico bastante para ser independientes, siempre me pregunto, aunque me guardo mucho de decirlo, si esa persona es así de abnegada por los otros o por sí misma. Si su bondad y su sumisión a unas circunstancias no esconden en realidad el miedo a enfrentarse con la realidad de su vida.
Ser bueno o mejor, Ainara, ser bueno de la manera equivocada, cuidar a los demás, plegarse a sus deseos, no levantar la voz, resulta muy fácil. No hay más que renunciar a los propios deseos, a la propia voz, no ocuparse de uno mismo, no pensar en las circunstancias en las que nuestra vida se desarrolla. Eso lo puede hacer todo el mundo. Es más, es una tentación en la que se cae muy fácilmente, porque todos estamos programados para apartar la vista de aquellos recovecos de nuestra vida en donde, volviendo a la metáfora doméstica, se esconde la porquería. Y lo que es aún mejor: si lo hacemos, es bastante probable que la sociedad nos dé una palmadita en la espalda.
En otras palabras: quien se dedica a los demás, sobre todo para huir de sí mismo y de sus circunstancias, termina vaciándose, dejando de ser él mismo.
Ainara: a veces, para conservar la propia salud mental, para no disolverse en los egoismos ajenos, hay que permitirse ser un poco malo.
Besos de tu tío
3 comentarios:
Tienes mucha razón: sólo nos quejamos del trabajo mal hecho (o no hecho) pero nunca valoramos el bien hecho, ni lo agradecemos. Así que, a partir de ahora, a piropear a las amas y amos de casa cuando esté todo limpio y ordenado.
(Y a ser un poco malos también de vez en cuando.)
Paco, qué cierto esto que dices, cuánto damos por sentado sin reconocerlo con el mérito correspondiente! Me has hecho pensar mucho y aceptar omisiones no intencionales que seguro que ahora (después de leerte), intentaré rectificar. Como siempre, admiro tu consistencia con el blog, pero sobre todo, el pensamiento y la sabiduría detrás de cada entrada. Un abrazo, Isa
Hola a las dos y gracias por vuestros comentarios:
A Amelche: es que hay cosas en la vida, que, tristemente, sólo se aprenden cuando a uno le tocan. Desde que limpio, friego, barro, plancho (sobre todo plancho mucho) como cantaba Maria Jimenez "mi mundo es otro" :-)
Hola Isa: muchísimas gracias. La verdad es que no hay nada más humilde pero, al mismo tiempo, más importante, como crear las condiciones necesarias para que la vida de los otros sea más agradable. Y lamentablemente, damos todo eso por supuesto. Me alegro de que te guste mi blog. Abrazos mil :-)
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