4 de Octubre.- Sentado en el metro, con su cuaderno sobre las rodillas, el bloguero intenta encontrar un tema que le salve el post del lunes. Reflexiona, hace memoria, fija su mirada sin ver en el fondo del vagón y luego empieza a escribir:
“La mayoría de la gente, austríacos incluidos, piensan que el deporte nacional de este país es el esquí. Se equivocan de medio a medio. El deporte nacional austriaco son las navidades. Unas fiestas que pegan mucho con el carácter aborigen y que, si bien se mira, tienen todos los elementos para que los indígenas se pirren por ellas. A saber: son cíclicas, o sea, que se repiten con una frecuencia previsible; en ellas se hace mucho uso de objetos dorados –se satisface así el gusto por lo rococó que todo austriaco lleva dentro aunque sea punki y se dedique a abordar a los transeúntes en Neubaugasse pidiéndoles un óbolo para vinorro de tetra brick-; son unas fiestas que llevan al alma hacia los terrenos de la rememoración (con “rememoración melancólica” opcional) y, si uno conserva los apaños para el árbol de un año para otro, permiten cerrar los oídos a lo inevitable y hacerse la ilusión de que el tiempo es esa cosa circular que no avanza sino que gira, gira y gira de una manera agradablemente adormecedora.
Pensaba yo esto el sábado, mientras deambulaba por una conocida tienda de decoración vienesa que ya ha puesto a la venta (era 2 de octubre) toda la parafernalia navideña para que los que sufren el mes de Julio pensando que quedan todavía seis meses para el nacimiento del niño Dios, puedan resarcirse y comprar todo ese tipo de objetos inútiles por los que los austriacos pierden el pesquis...”
El bloguero se queda mirando al vacío. No se le ocurre cómo seguir. Quizá...Quizá haya un tema con algo más de garra al que echarle el guante. Se devana los sesos mientras, a su lado, dos chicos recién salidos de la adolescencia desayunan un par de hamburguesas de Mc Donald´s de las de todo a un Euro. El tren se dirige ráudo hacia su destino y el post, que normalmente se escribe en veinte minutos, no tiene pinta de ir a avanzar.
El bloguero se queda mirando a un señor mayor, muy peripuesto, que hojea un periódico en cuya contraportada un candidato ultraderechista exhibe su sonrisa Profident.
Por elemental asociación de ideas, se acuerda de algo que vio el día anterior, a la vuelta del gimnasio. A punto de bajar del autobús que le deja en la esquina de su casa, de manera casi inconsciente, reparó en un anciano que miraba fotos. Esperando encontrar imágenes de sonrosadas caritas de niños celebrando cumpleaños, no pudo evitar enarcar las cejas al comprobar que el hombre miraba primeros planos de penes ya en erección, ya en reposo, ya en puntos medios de excitación. Eran fotos caseras en las que el motivo, siempre el mismo, destacaba grávido y empalidecido por la potencia lumínica del flash. El autobús llegó a la parada, el bloguero reconquistó el ajetreo de la calle dominguera y cruzó pensativo hacia su casa haciendo cábalas sobre la procedencia de las fotografías ¿Las habría hecho el anciano mismo? ¿Las habría recibido en una carta junto con un número de teléfono y una dirección? ¿Por qué alguien pierde hasta tal punto el pudor que le da igual andar hojeando fotos pornográficas en un autobús? El gesto del anciano recordaba a uno que el bloguero había hecho muchas veces en el pasado. El gesto característico de comprobar la calidad del revelado de las fotos cuando salía de la tienda de fotografía. Pensó en el anciano llevando el carrete a la tienda y de pronto, se echó a reir al recordar que el progreso de la fotografía digital había condenado aquella la operación a los terrenos del anacronismo.
-Paco, ya hay ancianos que saben usar impresora.
La megafonía del metro anuncia una estación. El bloguero piensa en la manera de convertir la anécdota del anciano voyeur en un post para todos los públicos.
No se le ocurre nada.
2 comentarios:
Jajajajajajajaja! Muy muy bueno!
Cuando se te ocurra algo de qué hablar, regresa... yo mientras espero inventándole historias al anciano de las fotos.
Un beso (quizás sean muchos para un mismo día, y es que, perdón, me estoy poniendo al tanto con este espacio).
Hola!
Se agradecen los comentarios y los besos (nunca hay demasiados para un solo día).
El autobús está lleno de historias. Bsta con mirar un poco :-)
Saludetes
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