Un fragmento de la representación de Manon que vi el otro día en la Staatsoper. Daniel Boaz como el hermano de Manon.

Los desgraciados amores de Lauren y la Floti

5 de Febrero.- Creo que fue Santo Tomás el que, tomado por un ataque de optimismo agudo, declaró que “el bien es de suyo difusivo” (o sea, que se difunde espontáneamente). Lo cual no siempre es verdad. Ocurre con determinados placeres que, antes de probarlos, conviene darse por lo menos un pequeño baño de conceptos para que no te pillen desprevenido. Así es, por ejemplo, con la ópera. Sus amantes ponen los ojos en blanco al hablar de tal o cual ária y son capaces de tirarse las corcheas a la cabeza para dirimir si la Berganza cantó mejor que la Callas la habanera de Carmen. A los profanos, se les suele someter sin anestesia a largas sesiones líricas y luego pasa lo que pasa. Cuando el amante de la ópera te pregunta –después de cinco horas expuesto a gorgoritos- qué te ha parecido la cosa, a ti te da vergüenza admitir que, desde la hora tres, tú estabas deseando que la gorda gritona se casara de una puñetera vez con el tío barbudo y orondo que había matado con su espada de madera al dragón de cartón. Y como te da corte, sacas pecho y te deshaces en exclamaciones de entusiasmo ( “no me vaya a tomar este por un paleto ¡Faltaría más!”) y procuras trufar tu emocionado discurso con palabras como “tesitura”, “vibrato” y “arpegio”.
Si eres una persona normal, ahí se acaba tu relación con el Bel Canto (Canto bello que a ti te hace volver a Bisbal y a la Niña de los Peines con todo el gusto del mundo y sin el menor cargo de conciencia). Pero si eres algo perseverante, como un servidor, procuras oir más óperas para desarrollar un criterio.
Hace un par de semanas vi Boris Godunov, de Mussorgsky, y tengo que reconocer que me aburrí como las ostras cuando no están fabricando su perla. Pero el domingo vi una Manon Lescaut absolutamente memorable.
Y es que la ópera mola una vez asumes que a) las cosas pasan a un 10% de la velocidad normal y b) que el realismo brilla por su ausencia. Acostumbrados a Sin Tetas No Hay Paraiso, resultaba francamente bizarra la historia de una Manon mofletudilla y mulibasta y de un tipo –en el texto se dice varias veces que es un joven y romántico estudiante- que es clavadito a Lauren Postigo (incluyendo la melena grasienta peinada hacia atrás y las canas reteñidas con Grecian 2000). Pero si uno cerraba los ojos ¡Ay si los cerrabas! La muchacha bastorrilla se transformaba en una inocente doncella de delicadas formas que caía en las garras del Vicio y Lauren, nuestro entrañable Lauren, el de El Corral de la Pacheca, en un adonis de mandíbula interminable y espaldas audaces, más romántico que Richard Chamberlain en El Pájaro Espino.
Las tres horas de ópera se me pasaron en un pispás y asistí a la muerte de Mademoiselle Lescaut –la cosa acaba chungamente- poco menos que agarrado a la butaca de delante y con la mirada más empañada que el espejo de un baño turco. La mitad del patio de butacas estaba haciendo pucheros conmigo.
Y así pasó luego: allí fue Troya: la gordi y Lauren se llevaron a casa veinte minutos de bravos y aplausos (a mí me eescocían las manos).

2 comentarios:

JOAKO dijo...

"opera es aquel expectaculo que solo se acaba cuando el último eteroxesual se ha dormido"

En realidad soy muy curioso, y mis contactos con el bel canto han sido pocos, pero algo he tenido, me encanta callas (no he pasado del grandes exitos), me gusta también Giorgeu (o algo así, es una soprano rumana, creo) y un bajo español muy corpulento que ahora no recuerdo el nombre, y detesto a los tres tenores, me parece un tostón efectista.Y en una ocasión escuche a un tenor Sueco del que decian que no tenia mucha voz pero una técnica prodigiosa, de repente me sorprendí con lágrimas en los ojos.
En fin mis incursiones son contadas, y tal vez en el futuro cultive más esto,porqué entre otras cosas es una música que cuanto más la oyes más te gusta, al revés que muchas otras músicas.

Paco Bernal dijo...

Hola!
Gracias por tu comentario. Ayer me compré Turandot y Manon Lescaut, para poder seguir haciéndome un criterio. En Viena, por cierto, hay un bar, el Hartlauer, regentado por un señor mayor, homosexual él, que sólo pone ópera. Y es una delicia tomarse un vino en él. La primera vez que yo fui -madrugada de un día entre semana, algo cocidillo- como yo y mis amigos éramos los únicos clientes del local, al enterarse de que yo era español, me puso a Montserrat Caballé, que para él es una criatura descendida del Olimpo para hacer feliz a los mortales.
Un abrazo, compañero :-)