24 de Junio.- Mis alumnos son personas instruidas, lo cual no quita para que, delante de unos vinos, nos echemos unas risas a cuenta de temas más frívolos.
Hace semanas, paró nuestra conversación en la industria del jadeo y del apretón, y en la pudibundez general de las películas austriacas –seguimos siendo, en el fondo, un país católico-. Como ya íbamos por la segunda botella de tinto de Burgenland, se rememoró lo mejor de la producción austriaca dedicada al lado más deportivo de las artes amatorias, y recaló la conversación en unas películas deliciosamente anticuadas que, incluso, la ORF ha debido de emitir alguna vez.
Se trata de las que narran las ficticias aventuras de Josefine Mutzenbacher.
-Apunta ese nombre, me dijeron de coña, y escribes algo en el blog.
Yo nunca desperdicio una idea, así que me quedé con la copla y, un día que andaba corto de temas para posts –también me pasa, aunque no mucho, gracias a Dios- buceé en Wikipedia y bien verán mis lectores lo que me encontré.
Porque resultó que Josefine Mutzenbacher. Die Geschichte einer Wienerischen Dirne. Von ihr selbst erzählt (Josephine Mutzenbacher, la historia de una prostituta vienesa contada por ella misma) fue una novela que apareció en 1906 en una pequeña edición que se vendía sólo a suscriptores, para burlar la draconiana censura de la época imperial.
El libro, de autor anónimo, se considera actualmente como la única cumbre de la literatura erótica en lengua alemana y, aunque en la portada del libro no figura el nombre del escritor que lo dio a las prensas, se sabe con cierta seguridad que fue (agárrense que vienen curvas) ni más ni menos que Felix Salten. Nombre que probablemente les dirá más a si les explico que este Felix Salten creó el personaje de Bambi.
La novela cuenta la vida de Josefine desde los cinco años hasta su juventud como prostituta en Viena, y está llena de escenas de sexo, sudor y simpatía que si bien tienen, según el anónimo autor, la legítima y aún loable intención de destapar la inmoralidad de su época, por el camino también debieron proporcionarle a las muñecas de los lectores algún que otro motivo para abandonar la posición de descansen.
El éxito de la novela, de la que, en poco tiempo, se hicieron varias ediciones, y la risueña circunstancia de que no constara el nombre del autor, animó a otros avispados escritores a producir continuaciones apócrifas que no alcanzaron, de ninguna forma, la calidad del original (más que nada porque, obviamente, perdieron en intención moralizante lo que ganaron en provocadora del juego de muñeca).
El paso del tiempo hizo que las aventuras de Josefine cayesen en un relativo olvido hasta que, en 1971 y con la actriz Christine Schuberth en el papel principal, apareció la primera película (en dos partes) que adaptaba la novela.
Debió de ser esta -picantona, pero nada más- la que mis alumnos conocen porque, años después, en 1976, Josefine volvió a cabalgar (con perdón de la gráfica metáfora) en una película alemana con la actriz (ejem) Patricia Rohmberg y es este film, mucho más explícito, el que, hasta hoy, recomiendan nueve de cada diez viciosillos alemanes consultados.
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