Va de bailes



7 de Febrero.- Austria entera está embargada en un frenesí bailongo que la recorre de norte a sur y de este a oeste. Pasado el empacho de punsch navideño, cualquier asociación que cuente con más de diez miembros, se siente autorizada a montar un baile. La cosa acabará, por supuesto, cuando se celebre la prueba reina de los cien metros vals que es, como todo el mundo sabe, el Baile de la Ópera en donde se reúne la crema y la nata del famoserío de esta república. Tintinean las joyas, corre el champán, las señoras se esfuerzan en quitarle la respiración a los caballeros y los caballeros en que el chaqué tape los excesos cometidos durante el año precedente. 


Mientras llega el baile que convierte el coliseo de la Ringstrasse en el salón danzante más glamuroso del mundo civilizado, los austriacos calientan motores utilizando escenarios de lo más variado. Desde el glamour del antiguo palacio imperial reciclado en centro de piruetas y vueltas, a cualquier gimnasio colegial. Este fin de semana, por ejemplo, se celebró el baile de los cazadores. Es un evento típicamente austriaco y con un mal disimulado aroma fachilla –para qué vamos a mentir-; acuden a él vestidos de traje típico todos aquellos que no se dejan intimidar por las protestas de los activistas pro-animales. Ellos, con sus pantalones cortos y sus chaquetas de viejo austriaco. Ellas, con sus dindrl que esconden lo que tienen que esconder y enseñan lo que debe mostrarse.

La retransmisión del Baile de la Ópera es, sin lugar a dudas, uno de los eventos televisivos del año austriaco. Salvando las distancias y, como digo yo siempre, es como si cada año se nos casara una infanta. Para que mis lectores españoles se hagan una idea, es un programa igual de seguido que el de las campanadas de fin de año desde la Puerta del Sol.

El año pasado, lo recordarán mis lectores más memoriosos, hubo sus dimes y diretes a propósito de quién sería el presentador jefe en la ORF. La cadena pública austriaca había fichado a nuestro amigo Dominic Heinzl, alias Megaperraca Trepadora, y se esperaba con ansiedad y morbo el duelo que sostendría con nuestro amigo Alfons Haider, alias Megaperraca Apagafuegos (qué versatilidad la de ese hombre). No hubo duelo, sin embargo. O lo hubo, pero desde el principio se supo quién había sido el vencedor.

Cuando Heinzl, armado con un micro, le dijo al vicecanciller –el distante y relleno Herr Proll-:

-A pesar  del chaqué, no se ven para nada los progresos que usted hace en el gimnasio.

Todos supimos que el estilo que sirve para interviuear a la ex mujer de Lugner (a cualquiera de las ex mujeres de Lugner) no sirve para interviuear a un vicepresidente. Y supimos también que Heinzl había perdido frente al glacialmente glamouroso Alfons Haider que se mantuvo imperturbable incluso cuando una de las invitadas al baile le tiró los trastos en directo de lo más coqueta.

Este año pues, Heinzl será una voz en off que se limitará a anunciar, en un programa especial, cosas tan de su estilo marujil como a quién le sentaba mejor el vestido o quién no debió ponerse la cortina del cuarto de baño sobre las lorzas.

Descansaremos todos.

3 comentarios:

cleira dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
cleira dijo...

Super altmodisch, pero yo lo he seguido alguna que otra temporada. Debe ser divertido seguirlo en vivo y directo.

Pyro dijo...

En este tipo de eventos (particularmente este) trasciende claramente lo enquistada que está la herencia monárquica en el alma austriaca. No saben que sin darse cuenta suspiran por los excesivamente ceremoniosos tiempos de Paco Pepe...