11 de Julio.- Una de las características de la prensa choni que se me olvidó reseñar aquí es la frescura con la que pierde la memoria, siempre que sospeche, eso sí, que su público objetivo la ha perdido también.
Me explico: hoy, el periódico X, pongamos el Österreich, puede apoyar a muerte la actuación de determinado político, pero si sospecha que ese político ha perdido el favor de la mayoría del“target” (esto es: mujeres teñidas de rubio, con tatuajes, perro y cigarro colgado de la comisura de la boca como Lucky Luke) ese apoyo incondicional se esfumará como si, en realidad, nunca hubiera existido.
Por ejemplo: según las encuestas que manejan los medios austriacos y que cada uno publica para defender sus líneas editoriales respectivas,Austria se ha convertido en un país con tres partidos fuertes.
Varía de semana en semana, pero se puede decir que la liga de los grandes la juegan socialistas, populares y ultraderechistas que se reparten algo más del 75 por ciento del electorado en cuotas de un 25 por ciento cada uno.
Esta situación se originó debido al crecimiento espectacular de la ultraderecha(entre cinco y seis puntos porcentuales, que es un barbaridad) coincidiendo con el periodo de inestabilidad del partido conservador anterior a la retirada del vicecanciller Pröll. La sangría de apoyos fue tal que Strache, crecido, empezó a conceder entrevistas como si ya fuese el canciller de la República Austriaca y, en el último Día del Orgullo Facha (ay, qué tonto, quicir, en el último día del Partido de la Libertad) nuestro amigo Heinz Christian atorró a sus pobres seguidores con un discurso de dos horas en el que explicó con pelos y señales lo que pensaba hacer cuando la Fuerza de la Historia le sentase en el sillón que ahora ocupa el canciller Faymann.
Sin embargo, y aunque es pronto para decirlo, parece que en las últimas semanas se ha notado un ligerísimo cambio de tendencia a favor del Partido Conservador, cambio que ha movido los sismógrafos del Österreich con la fuerza suficiente como para que este medio, que tradicionalmente besa el suelo que pisa nuestro mánager de boxeadores favorito, haya decidido que quizá sea bueno ponerle una vela al Dios conservador y otra al Diablo ultraderechista (o viceversa). Por lo que pueda pasar.
Y así, en sus últimas ediciones, sin dejar de concederle a Strache los publirreportajes a los que ya estamos acostumbrados, le da cada vez más carrete a la actuación del Secretario de Estado para la Inmigración, Sr. Kurz, el cual siempre aparece posando con toda la seriedad que le permite su corta edad y esas orejas soplilleras que intenta (sin éxito) disimular.
Lo que no se puede negar es que el estilo de comunicación Strache, que podríamos calificar sin temor a equivocarnos como Estilo Power Point (todo por puntos, todo en colorines, como si el receptor fuera imbécil) ha influido en la política austriaca hasta el punto de que el mismo Kurz, que fue considerado en su día como el político más buenorro de Austria (Heute dixit), se ve obligado a enunciar las medidas que piensa tomar el partido conservador para integrar a la extranjería como si fueran una lista de la compra.
Y es que, señores, no somos nadie.
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