Tía, tía, tía
(Opernball 2009)

27 de Febrero.- Todos los años, cuando uno lee los periódicos o las revistas, o delante de la tele, se pregunta: con el hambre que hay en el mundo, ¿Para qué necesita nadie una cosa tan aparatosa y objetivamente tan inútil como el baile de la Ópera? Pues a pesar de lo que pueda parecer a primera vista, el baile de la Ópera junto con el concierto de Año Nuevo, hace que los japoneses (entre otros) con sus yenes y sus camaritas y sus ojitos rasgaos, acudan como moscas con la esperanza de captar, aunque sea de lejos, el resplandor de ese mundo eternamente decadente que, sobra decirlo, nunca existió.
Este año la inversión en marketing ha sido una versión con pajarita de Kill Bill. Varias guerras. De un lado, el director de la Ópera (un hombre cuya salud mental está cada día más en entredicho) contra el maestro de baile que ha confeccionado durante los últimos años la coreografía de esa especie de paseillo que, teóricamente, es la razón de ser de la cosa (“el baile de las debutantes”, ataviadas con castos modelitos blancos y diadema de miss de república socialista tropical). En medio, la organizadora, cuya actitud de “tía, tía, tía, todo el mundo está en contra mía” no parece exactamente la mejor para encarar un reto de este estilo.
Otra guerra: un duelo de divas: nuestro Alfons Haider, presentador tradicional del evento para la ORF, contra Dominic Heinzl, de la ATV (bueno, más bien al revés, porque Haider, elegantemente, no ha dicho esta Mund es mía). Esta batalla sí que ha sido a sangre, sudor, talonario y tacones de aguja. Heinzl, incluso ha aireado los emolumentos que Haider ha percibido por entrevistar a la pareja presidencial (el cejas y señora), a la invitada de Lugner (que esa ha sido otra fuente de tinta) y por decir cuatro frases sobre el maravilloso marco incomparable y la belleza de las debutantes.
Debido al putiferio (ya se sabe que la alta sociedad es asustadiza) muchos famosos han declinado este año la invitación (un motivo más de quebraderos de cabeza para la organizadora). Entre los que han renunciado este año a calzarse el frac ha estado el alcalde de Viena, señor Häupl, un jocoso señor que ha debido de pensar que es difícil predicar austeridad delante de los desempleados y luego irse al baile de la ópera sin que se le caiga a uno el rostro de oprobio.
Tras la batall, que de momento sólo se ha cobrado como víctima al coreógrafo del que hablábamos, la organizadora de la cosa ha concedido una escocida interviú al semanario amarillista News en la que se confesaba dolidísima por las críticas vertidas (según ella, por pura maldad, y sin ningún fundamento); y manifestaba que ella, aparte de organizar el dichoso bailoteo, tiene otras cosas que hacer en este valle de lágrimas (a saber: sus fincas, sus caballos, sus vacaciones en paraisos fiscales...Estos trabajitos que siembran de pedruscos la vida de los ricos); protestaba la señora porque la gente le preguntaba sólo por su opinión sobre la estrelluela con la que Lugner iba a acudir a la cuchipanda, en vez de por los arreglos florales u otros detalles más dentro de su jurisdicción.
Ella, de la misma estirpe de Fiona (Swarovsky) y de Maria Antonieta, sólo era capaz de echar pestes de la plebe.

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